Día contra la lgtbifobia: para tener un futuro mejor es necesario hacer memoria

El 17 de mayo se celebra el día contra el homofobia, la transfobia y la bifobia
Hablamos con varias personas que luchan contra la LGTBIgobia a diario
Las agresiones homófobas han aumentado en toda España: en la Comunidad de Madrid en el año 2018 hubo un total de 345 agresiones, en 2019 el Observatori Contra l'Homofòbia (OCH) registró un total de 94 incidencias y 328 incidentes en Andalucía
Hasta hace tan solo 30 años, lesbianas, gays, bisexuales y personas trans éramos consideradas enfermos mentales. El 17 de mayo de 1990, la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud eliminó la homosexualidad de la lista de trastornos psicológicos; desde ese día, la comunidad LGTBI reivindica en cada aniversario su lucha por la erradicación de un odio que va mucho más allá de etiquetas patológicas. La LGTBIfobia, cuya cara más violenta es todavía palpable en buena parte del mundo, extiende sus raíces de maneras sutiles. La invisibilización, la desigualdad y el odio interiorizado de la propia comunidad siguen siendo cuestiones latentes.
Contra el virus de la LGTBIfobia, la sociedad ha tenido que crear sus propios anticuerpos. Uno de los más representativos es el Observatori contra l’Homofòbia (OCH), con sede en Barcelona. Su coordinador técnico, Cristian Carrer, explica su función: "ponemos a disposición del colectivo una app online para que cualquier persona que haya sufrido discriminación por su orientación sexual, su identidad o su expresión de género, en dos pequeños pasos, pueda reportar el caso y explicar lo que ha sucedido. A partir de ahí, nuestros equipos jurídico y psicosocial valoran la situación y nos ponemos en contacto con esa persona".
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Con las incidencias que reciben, cada año elaboran un informe con el objetivo de concienciar a la sociedad sobre la presencia real de estas violencias. "Nuestros profesionales contactan con la persona y les asesoramos sobre si su caso debería seguir un itinerario penal, interponiendo una denuncia –aunque respetamos siempre la decisión de ponerla o no– y un soporte legal y psicológico totalmente gratuito". Como su sede, que se encuentra en el Centro LGTBI de Barcelona, permanece cerrada durante el confinamiento, han adaptado todos sus servicios de manera online.
"El colectivo LGTBI+ es cada vez más consciente de sus discriminaciones", apunta Carrer, "ya no percibimos solamente las agresiones. Cosas como que te cuestionen la identidad sentida a la hora de entrar en una discoteca, o que te denieguen un servicio porque en un documento ha de figurar el nombre del padre y de la madre ya se perciben como discriminatorias". Con todo, la mayoría de las agresiones físicas y verbales no se denuncian. Para Carrer, "sigue habiendo la percepción de que hay cosas que no se pueden denunciar. Que te llamen ‘maricón de mierda’ por la calle tiene una sanción administrativa. Si es una amenaza, tipo ‘maricón de mierda, te voy a matar’, el itinerario es penal". A la ignorancia sobre las sanciones se une la desconfianza en las instituciones de seguridad del Estado: "hay quien no cree que le vayan a hacer caso, y también sabemos que el proceso puede ser costoso y frustrante".
Además de las agresiones por parte de ciudadanos, el 10% de las incidencias registradas vienen de los poderes públicos. "El Registro Civil, oficinas de atención a la ciudadanía… son espacios donde se ejerce la violencia institucional, que puede ser desde negarte tu identidad de género hasta asumir que tienes que tener un padre y una madre y no dos padres o dos madres. Los formularios no están adaptados, algunos funcionarios ejercen discriminación… Cuando la violencia viene de una institución es perverso, porque deben ser esos mismos poderes los que impongan las sanciones, y es muy difícil que se sancionen a sí mismos".

Las agresiones, que tantas veces no encuentran solución en los procesos legales, necesitan del altavoz mediático para concienciar a la sociedad. Xavi Llunell es el fundador y responsable de dosmanzanas.com, un espacio pionero que nació como un blog personal y lleva desde 2005 poniendo cara al a LGTBIfobia. "No hay mes en el que tengamos que publicar varias noticias de ataques a gays, lesbianas o personas trans por el simple hecho de expresarse como son en la sociedad, decirlo a su familia o manifestarlo en el trabajo", expone Llunell. Aunque se muestra positivo: "al principio, cuando publicábamos noticias sobre agresiones, los lectores las veían con cierta resignación, como si fuera algo inevitable con lo que no nos queda más remedio que coexistir. Con el paso del tiempo se nota un mayor espíritu de lucha".
La educación, clave
El camino a la igualdad tiene una parada obligada: las aulas. Aitor Villafranca es voluntario y excoordinador en la sección educativa de COGAM, plataforma fundada en 1986 en Madrid. Ha impartido talleres sobre diversidad en docenas de institutos de la Comunidad madrileña. Cree que "cada vez estamos más concienciados, a pesar de que siga habiendo reductos reaccionarios que o bien piensan que está todo conseguido o directamente luchan activamente en contra de la igualdad LGTBI+. Queda muchísimo trabajo por delante para que los derechos conseguidos se conviertan en una igualdad real para todes, pero quiero creer que avanzamos en la dirección correcta".
En los talleres con los chavales, intentan explicar la LGTBIfobia desde el conocimiento, la empatía y la responsabilidad. "Si nunca has oído hablar de identidades no binarias, o de asexualidad, es muy difícil que comprendas las discriminaciones que sufren estos colectivos", explica. "Una vez que tienes ese conocimiento, el siguiente paso es pasar de la teoría a la práctica. Darte cuenta de que tus palabras y tus actos repercuten en la felicidad de la gente que te rodea, y que tienes la posibilidad de utilizarlos para hacer daño o para construir un entorno más libre y más justo".
Si nunca has oído hablar de identidades no binarias, o de asexualidad, es muy difícil que comprendas las discriminaciones que sufren estos colectivos
Mon Sanz, técnique de COGAM, también se ha pateado las aulas madrileñas. Bajo su percepción, la información y la empatía serán las herramientas para acabar con las fobias. “Información porque es imprescindible conocer cómo nos organizamos socialmente, cómo funcionan el sistema social y las ideologías que lo mantienen en funcionamiento, y cómo eso deja fuera de la normalidad a muchas personas. La empatía es imprescindible también, ya que el objetivo de los talleres es eliminar el bullying por LGTBIfobia, y comprender cómo puede sentirse una persona que está sola y que es objeto de burlas e insultos”.
No se olvidan de que el rechazo también está presente dentro del colectivo. La fobia interiorizada provoca que las personas trans, bisexuales, lesbianas y gays tengan una percepción problemática de sí mismas. Para Sanz, "reconocemos el odio en sus formas más explícitas, lo que facilita que el prejuicio sutil se extienda dentro del colectivo y se ataque a aquellas personas que son más visibles o que por diferentes interseccionalidades han sido más vulnerabilizadas: discriminación de chicos femeninos, de lesbianas butch, de personas trans que no se ajustan a los estereotipos de género, personas migrantes, racializadas o con discapacidad...". Los miembros del colectivo no "hemos crecido ajenas al mundo, así que hemos aprendido las herramientas de discriminación y hacia quién dirigirlas, igual que el resto".
Para las nuevas generaciones, al menos las siglas LGTBI han dejado de ser un misterio. La barrera de la ignorancia es la primera en caer, pero quedan otras. Los jóvenes "han tenido acceso a muchísima más información a través de internet, y por lo tanto manejan muchos más conceptos que yo a su edad", explica Villafranca. "Sin embargo, sin un espacio en el que hablar de esos conceptos de forma abierta, muchas veces eso solo se traduce en una lista interminable de palabras cuyo significado o implicaciones no tienen claras. Ofrecer ese espacio es nuestro objetivo: la recepción de los talleres suele ser genial, con muchísimas dudas, pero con muchas ganas de hablar sobre ellas".
Transfobia: cuestión pendiente
Si la ley de matrimonio igualitario significó un punto de inflexión en la percepción de gays y lesbianas, la comunidad trans espera su turno para ser amparada por la ley de manera clara. Cristian Carrer es firme al expresar la necesidad de "una ley LGTBI y una trans específica. Es imperante que sean aprobadas cuando antes, para garantizar un marco de protección a las personas LGTBI en el Estado español". Con un 80% de paro, las personas trans son probablemente las más desprotegidas de la comunidad. E incluso en su seno siguen experimentando discriminación por su aspecto o las decisiones que toman respecto a su transición.
En Twitter, donde colisionan todos los debates, Noah Alberca explica los retos de ser una persona no binaria. Frente a la vigencia de los roles binarios hombre/mujer, las personas trans no binarias muestran los caminos posibles de la identidad y la expresión de género, que van más allá de las identidades masculina y femenina normativas. "Para las personas que no nos definimos en el espectro binario del género, las dificultades a la hora de que nos acepten, nos tomen en serio y nos respeten se multiplican", expone. "En la actualidad, en casi ningún país (por no decir en ninguno) está recogido legalmente nuestro género. El que no tenga peso político hace que el rechazo sea legítimo: como no existimos, cualquier tipo de discriminación hacia nosotres pasa impune".
Hasta ahora, la cuestión trans ha estado indisolublemente ligada a elementos médicos: la hormonación y las cirugías. "Una frase que solemos oír las personas trans que preferimos no someternos a ningún tratamiento específico es la siguiente: si no quieres cambiar físicamente, ¿por qué eres trans? Es como si estos procesos fueran obligatorios para obtener el título de persona trans", explica.
Las consecuencias derivan en un rechazo hacia el propio cuerpo. A Noah se le "inculcó, o más que inculcar, imponer, que debían de darme asco mi pecho, mi forma, en cuanto a curvas se refiere, mis genitales, mi voz, hasta mi pelo largo. He tardado muchos años en aceptar mi condición por culpa de la cisnorma a la que debemos obedecer todos. Ha sido mucho tiempo de duelo, de negarme a mí mismo, de odiarme. Ahora acepto mi cuerpo al completo y me siento liberado, pero porque desde un principio no estaba mal con él. Por supuesto, hay gente cuyo cuerpo ha cambiado y están felices con ello".
He tardado muchos años en aceptar mi condición por culpa de la cisnorma a la que debemos obedecer todos.
Frente a la necesidad impuesta de intervención médicas y quirúrgicas, considera que "en el momento en el que somos conscientes de nuestro verdadero género, ya hemos cambiado. Nadie acaba una transición, porque estamos cambiando constantemente a lo largo del tiempo, tanto las personas transgénero como las cisgénero".
El futuro pasa por los mayores
Xavi Llunell, de dosmanzanas, cree que para acabar con la LGTBIfobia hay que "persistir en lo político, no solo evitando retrocesos sino consiguiendo nuevos avances. Pero sobre todo hay que avanzar en lo social para que la igualdad llegue a todos los rincones. Sigue habiendo a nuestro alrededor muchas personas obligadas a seguir ocultando, o que tras una vida de visibilidad se ven obligados a volver al armario, como pasa con muchas personas mayores LGTBI que ingresan en residencias".
Precisamente asistir a los mayores diversos es el objetivo de la Fundación 26 de diciembre. Su mismo nombre también conmemora un hito: el fin de la persecución legal a la comunidad LGTBI en 1978, hasta entonces amparada en la Ley de Peligrosidad Social, que las personas a las que atienden vivieron en propias carnes. Federico Armenteros, presidente de la Fundación, reivindica la memoria viva de nuestros mayores: "como sociedad, hemos comprado un producto neoliberal, de consumo. El mercado te valora según lo que consumas, y hemos tenido que vender la idea de que consumimos mucho, de que somos eternamente jóvenes, de que somos alegres y poco problemáticos".

La invisibilización de los mayores LGTBI tiene para Armenteros la función de preservar esa imagen vendible. "También envejecemos, lloramos, perdemos el trabajo, tenemos discapacidades… Somos una comunidad que para sobrevivir tuvo que esconderse como las ratas, intentando por todos los medios que no 'se nos notara'. Hemos ido equiparándonos con los heterosexuales en derechos, pero creo que nuestro objetivo debe ser la equidad, no la igualdad: las personas no somos iguales, pero debemos ser tratadas en equidad de derechos y oportunidades".
La LGTBIfobia se suma a la crítica sobre el valor que a los mayores otorgamos en la sociedad. La crisis de la covid-19 ha despertado el debate sobre hasta qué punto la sanidad debía priorizar el cuidado de las personas mayores. "Se nos ve como una carga", argumenta Armenteros, "solo eres respetable si tienes mucho dinero. Pero si eres viejo, pobre y estás enfermo, no vales nada". Ese menosprecio a la propia valía viene de lejos para los mayores LGTBI, que "crecimos convencidos de que éramos viciosos, desviados y pecadores. ¿Cómo explica una hombre cuyo compañero acaba de fallecer que necesita ayuda, si quizás ni ha contado a sus vecinos que ese señor era su pareja? Ahí es cuando la Fundación interviene".
Si bien hace 30 años que no se nos considera enfermos mentales, las consecuencias de siglos de rechazo son tan palpables como entonces. Mientras la diversidad sea perseguida en Chechenia o te arriesgues a que te revienten un ojo paseando por Chueca, la visibilización y la reivindicación seguirán siendo necesarias. Para acabar con el odio, quizás lo más inmediato sea escuchar a quienes, como Federico Armenteros, tienen experiencia construyendo futuros mejores.