Marta Jiménez Serrano: “La generación de los 90 creció con una falta de referentes femeninos”

Charlamos con la escritora Marta Jiménez Serrano, que ha publicado ‘Los nombres propios’, un libro en el que la autora narra el paso de una niña a la vida adulta.
Un desarrollo personal que aprovecha la autora para tocar temas universales como el amor, la amistad o la importancia de las madres y las abuelas en el crecimiento de las niñas.
'Los nombres propios' habla sobre el paso del tiempo y sobre cómo al hacerse mayor una entiende mejor todo lo que le rodea y aprende a darle la importancia que tiene
Dice la escritora Marta Jiménez Serrano (1990) que su generación ha vivido con una falta de referentes femeninos. Una situación que llevó a muchas niñas a encontrarse un poco solas, ya que en muchos ámbitos no tenían en quién reflejarse. Un sentimiento que la autora ha trasladado muy bien a la protagonista de su primer libro, ‘Los nombres propios’ (Sexto Piso), en el que narra el paso de una niña a la vida adulta.
Pero lo interesante del libro es la visión que ofrece de los diferentes temas universales que se cuelan en la obra a lo largo de ese viaje. Temas que se convierten en lecciones de vida, como el amor y el desamor, la amistad o la importancia que tienen las madres y las abuelas en nuestro crecimiento y a las que no valoramos porque siempre están. El libro de Marta Jiménez Serrano se convierte así una obra sensible, muy bonita, sobre el paso del tiempo y el hacerse mayor, y sobre cómo encajar todo ello.
La novela se llama así porque es una búsqueda de la protagonista por encontrar los nombres propios de las cosas y de las personas
Me costó mucho dar con el título, pero al final me gustó porque tiene ese doble sentido que la define muy bien. Por un lado está el encontrar los nombres que les son adecuados a las cosas; y por otro hay un juego con los nombres propios de los protagonistas a lo largo de toda la novela.
Unos nombres propios, los de los protagonistas, que no son revelados hasta el final.
Sí. Cuando crecemos hay un proceso que nos lleva a entender que papá no es solo papá ni mamá únicamente mamá, sino que son gente que son independientes de sus hijos y que tienen su propia vida. Es por ello que no revelo estos nombres propios hasta el final, hasta que la protagonista madura.
Un viaje hacia la madurez que la protagonista realiza acompañada de una amiga invisible, la cual parece que es la única que la entiende. ¿Se sienten las niñas muchas veces incomprendidas?
Es difícil hablar por todas las niñas, pero quizá sí se sienten, o al menos en mi generación, se han podido sentir con menos referentes. Respecto a esto, la escritora María Sánchez dice, y creo que tiene razón, que ella quería ser como su padre y su abuelo, y no como su madre y su abuela, porque eran ellos los que hacían cosas interesantes. Eso también crea un cruce en el que te sientes un poco sola, porque con tu referente directo no te identificas. Y tiendes a hacer cosas que no se corresponden con tu género, hasta el punto de que son exigencias injustas. Como la fase por la que pasan muchas chicas de que quieren ser un chico y jugar al fútbol. Al final son contradicciones que te ponen contra tu propio deseo muchas veces. Creo que sí han faltado referentes y que nos hemos sentido solas.
Quizá el único real sea su abuela.
Sí, pero es un referente muy lejano al mismo tiempo. La abuela no ha trabajado nunca o no ha tenido diferentes novios, por lo que en muchos ámbitos no le sirve a la protagonista. Por suerte ahora eso está cambiando, pero creo que mi generación, la de los 90, ha vivido con una falta de referentes femeninos.
La niña se fija en ella, pero hay una brecha generacional muy importante. La protagonista, que quiere ser guionista de cine, no tiene en quién reflejarse. Tiene un novio que le trata mal y no tiene a quién preguntar. Hay una comprensión muy esencial, pero al mismo tiempo una soledad porque su vida no tiene nada que ver con la de su familiar.
Aunque nuestros abuelos nacieron en la postguerra, vivieron en una pobreza muy estable.
Una falta de referentes que también tiene su eco en el mundo actual, donde la precariedad juega un papel importante que afecta a muchos aspectos de nuestra vida.
Es el gran cambio con las generaciones anteriores. Aunque nuestros abuelos nacieron en la postguerra, vivieron en una pobreza muy estable. La precariedad a la que se nos ha lanzado a nosotros, que muchas veces no es pobreza, implica una inestabilidad que afecta a las relaciones personales, a nuestro proyecto de vida. Acaba corrompiendo todo. Es inevitable.
Dentro de esos nombres propios que va aprendiendo la protagonista, uno muy importante en el libro es el rol de la mujer. Sobre todo el de su madre y su abuela, cuya labor escribes que está invisibilizada.
Creo que hemos valorado muy poco el trabajo en casa de las madres y las abuelas. Incluso puedo decir que ha sido invisibilizado. Pero es un trabajo que está delante de todos. No es que se iban de casa y hacían cosas que no veíamos, sino que estaba delante de nuestras narices todo el rato.
Otros nombres propios que va aprendiendo la protagonista son el amor y el desamor. Y, al menos en la primera relación que tiene, esa idea de que es el hombre el que todo lo sabe y que la mujer está a la expectativa.
Eso es lo que nos han enseñado. Estoy leyendo el ensaño de Carmen Martín Gaite ‘Usos amorosos de la postguerra española’, en el que la autora cuenta que las mujeres no podían dar el primer paso y ella tenía que sonreír amable y sumisamente y hacer lo que él quisiera. Obviamente ya no es tan exagerado a día de hoy, pero son cosas que no se borran de la noche a la mañana. Que la iniciativa en todo lo amoroso está marcada por el hombre y que te tienes que adaptar a la pauta que ellos quieren es algo que todas hemos mamado.
Y el aprendizaje del tiempo. Es interesante cómo lo muestras en la obra.
Me costó mucho contar eso sin que fuera estático. Quería dar la sensación de que cuando somos niños, no tenemos ni idea de qué hora es. Al contrario de cuando somos adultos. Esa sensación de que ya te llamarán para cenar, de que no entiendes la diferencia entre cinco horas o cinco minutos. Creo que es la primera ruptura en el proceso de crecer: de repente un día empiezas a proyectar. Te das cuenta de que quedan dos horas para la cena y que tienes que ocupar ese espacio, y el cerebro empieza a funcionar de otra manera.
¿Pensar más allá del presente y de una misma?
Creo que la madurez en cuanto al tiempo se vive de tres formas. Primero está esa parte de la infancia en la que no hay tiempo. Luego está el darte cuenta de que existe y que todo es para ti. Y, por último, se abre la panorámica: estas cosas me han pasado a mí, a mi abuela y a mi madre otras. Es en este punto cuando el tiempo se vuelve una línea colectiva.
La familia y la pareja han sido lo más importante, pero no se ha dado la relevancia suficiente a los amigos.
Otro de los temas centrales del libro es la amistad. ¿Es la obra también un elogio a los amigos?
Con la novela quería mostrar que los afectos son plurales, que la pareja no es la piedra de toque, pero tampoco lo es la familia. Es muy legítimo buscar otros puntos de apoyo y repartirlos. Muchas veces en la narrativa social la familia y la pareja han sido lo más importante, pero creo no se ha dado la relevancia suficiente a los amigos.
Una serie de afectos que, junto con la amiga imaginaria, ayudan a la protagonista a crecer. Y a entender que todo depende del modo en que se mire. Esta es quizá una de las mayores lecciones del libro.
Todo depende de los ojos con los que se mire o la voz con los que nos contemos las cosas. Todos tenemos un diálogo con nosotros mismos y podemos elegir si nos hablamos desde la compasión, la dureza o desde la relatividad.