Mis padres me llevaron a terapia a los 15 años por ser gay

Se ha demostrado por activa y por pasiva que la homosexualidad NO es algo patológico, pero por desgracia esto no siempre ha sido considerado así, ya que hasta la década de los 80 la orientación sexual no normativa era considerada una enfermedad.
En 1980 se eliminó la homosexualidad del DSM-III, la tercera versión del manual de psiquiatría por excelencia. Aun así, quedó una pequeña parcela de homofobia entre sus páginas, ya que se podía diagnosticar lo que antaño denominaban orientación sexual egodistónica. Esto se definió como "ansiedad y deseo de cambiar tus preferencias sexuales ya que no se corresponden con la imagen ideal que tienes de ti mismo". Por suerte, en 1987 la Asociación Americana de Psiquiatría (APA) revisó el DSM-III y se hizo borrón y cuenta nueva: la homosexualidad en los manuales de psiquiatría pasó por fin a mejor vida.

Como psicóloga jamás he conocido a nadie que me haya pedido ayuda para dejar de ser homosexual, pero si el día de mañana esto sucediese tendría muy clara la respuesta: no necesitas ayuda, necesitas aceptarte. Lamentablemente no todos los profesionales opinan igual. Pese a que la ciencia ha demostrado una y otra vez que la homosexualidad no es un trastorno mental, es posible encontrar psicólogos que ofrecen terapia para "curarla" o, en algunos casos, "aprender a reconstruir nuestra orientación sexual" (un eufemismo bastante pobre para disfrazar la homofobia de estos pseudoprofesionales).
La idea de que "un homosexual se hace, no se nace" está desfasada y precisamente eso es lo que defienden científicos como Jacques Balthazart. Este biólogo investiga las bases hormonales, cerebrales y bioquímicas de la homosexualidad. Sin embargo, algunos especialistas prefieren aferrarse a manuales desfasados y siguen considerando la homosexualidad como algo aprendido y que, por lo tanto, puede desaprenderse.
La historia de Sergio
Los padres de Sergio (nombre falso ya que ha preferido preservar su intimidad) se pusieron en contacto con una psicóloga que ofrecía terapia para modificar la orientación sexual. Tras estar 3 años en terapia, logró dejarla y escapar de un ambiente homófobo para vivir plenamente su sexualidad. Esta es su historia y la de cientos de chicos y chicas como él:
"En primer lugar quiero aclarar que lo que yo viví no es algo aislado. Conozco muchísima gente gay y lesbiana que fue al psicólogo para dejar de serlo. Esta es una realidad en España de la que no se habla. Creemos que vivimos en un país muy tolerante, pero no.

Mi tortura empezó cuando a los 15 años le dije a mis padres que era gay. Llevaba tiempo queriendo sincerarme y cuando se lo conté a mi tutora del instituto, ella me animó a hacerlo. Yo sabía que mi familia era bastante chapada a la antigua, pero creía que me aceptarían aunque no lo entendiesen.
Me dijeron que no. Esa fue la primera reacción. "Tú estás confundido", "será por la gente con la que te juntas", "esto te lo han enseñado en Internet", etc. Yo tenía un nudo en el estómago porque no me esperaba esto. Siempre había tenido claro que me gustaban los chicos, no era algo que me hubiesen metido en la cabeza malas compañías.
Cuando les dije que yo era así desde siempre llegó el drama. Mi madre lloró y mi padre me gritó. Me quitaron el móvil y cambiaron el ordenador de sitio. Sólo podía usarlo en el salón y bajo la supervisión de mis padres. Si salía tenía que decirles con quién iba, a dónde y cuándo volvería. Era un control constante.
Pasaron las semanas y yo seguía siendo gay para desgracia de mis padres. Mis amigos me aceptaban y por suerte mi tutora del instituto fue un apoyo tremendo, pero en casa sufría un montón. Al ver que yo no cambiaba, mis padres me llevaron a terapia
"Ya verás como lo vas a agradecer, esta mujer tiene muy buenas opiniones, ha ayudado a muchos chicos como tú a aclarar sus ideas…", me decían. Yo ya tenía mis ideas claras, los que necesitaban cambiar el chip eran ellos.
Pensé que a lo mejor la psicóloga podía ayudar a mis padres a entrar en razón, pero no fue así. Durante tres años fui a terapia dos veces a la semana durante dos horas. Allí me explicaba que mi homosexualidad estaba provocada por traumas que tuve de niño. Casi siempre decía que era porque me había relacionado demasiado con mi madre y por eso tenía muy desarrollado el lado femenino, pero alguna vez dejó caer que a lo mejor un hombre había abusado sexualmente de mí, confundiéndome. Yo flipaba porque había sido un niño normal y feliz.

Me ponía vídeos de personas homosexuales que se habían curado y que seguían el camino de Dios (la religión siempre estaba presente en la terapia). También me contaba historias de chicos gais que lo pasaban mal y acababan en la droga para que asociase la homosexualidad al sufrimiento.
Fue la peor época de mi vida. Salía llorando de terapia y mis padres jamás hicieron nada. Seguían pagando para que esa mujer me torturase con sus palabras. Por eso cuando tuve 18 años lo dejé radicalmente.
No quería que mis padres me pagasen los estudios, así que me puse a trabajar en una tienda de ropa y me mudé con dos amigos. Con mi padre directamente ni me hablo y con mi madre de vez en cuando porque me llama ella. Les guardo mucho rencor.
Actualmente estoy intentando denunciar a esta psicóloga en el Colegio Oficial de Psicólogos porque no quiero que arruine la vida a más personas. De esta experiencia aprendí que mis padres antepusieron su homofobia a la felicidad de su propio hijo y eso es algo que yo jamás podré perdonar. Tengo 21 años y he sufrido depresión, y tengo muy claro que esto no sería así si mis padres me hubiesen apoyado en vez de intentar cambiarme.
Lo positivo es que hoy por hoy tengo claro quién soy y lo que quiero, y nada ni nadie podrá hacer que me avergüence de ello."
Si estás sufriendo homofobia, ponte en contacto con la asociación LGTB de tu ciudad. En caso de que hayas conocido a algún psicólogo que trata la homosexualidad es recomendable denunciarlo al COP, ya que es un atentado contra la ética profesional y en muchos casos estos 'profesionales' no son en realidad psicólogos o no tienen la habilitación para poder ejercer.