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Máster online o presencial: el valor de cada uno en el mercado laboral puede ser determinante

  • Hay mitos asociados a la formación online que no se corresponden con la realidad. Las universidades tienen criterios de calidad similares para los posgrados online y los presenciales

  • Los másters online, por lo general, son más baratos, algo a tener en cuenta a la hora de decidir

Parece que tu formación de Grado se acaba. Adiós a las clases, hola al futuro, a la toma de decisiones. Abandonar la formación o continuar calentando silla. Es un debate falso, por desgracia. Como es evidente, la rueda dentada gira en una sola dirección. O como puede suponerse por las cifras, casi todo el mundo saca la misma canica de la bolsa.

Salvo honrosas excepciones, los universitarios se decantan por continuar su formación con un máster, rito de paso crucificador en el mercado laboral, y puede también que impuesto revolucionario encubierto. Sin máster, sin especialización, estarás marcad_ y te será más difícil trabajar.

A partir de aquí, la primera decisión: qué tipo de formación escoger (máster oficial, habilitante o no habilitante, MBA…) y cómo hacerlo: ¿presencial u online?

Nuevos tiempos

Los sistemas viejos no evolucionan mucho cuando se basan en creencias obsoletas. Es posible que hace 10 o 15 años plantear este tipo de debate sobre las ventajas de la educación online fuera inútil, una especie de quimera falta de ventajas competitivas. De hecho, muchos docentes siguen valorando la educación presencial por encima de la virtual, y están esos otros, raras avis, que hablan de una calidad similar siempre que existan los medios adecuados.

Esta última década, privadas de recursos imprescindibles, depauperadas en sus balances, muchas universidades públicas y centros privados han tenido que transformar sus recursos para hacer florecer la enseñanza a distancia. Vida o muerte, o más bien, resurrección. Los motivos secretos, la oscura asunción entre bambalinas, los informes (públicos) nos llevan a otra tesis: sumarle a la tarta económica de la educación un nuevo trozo de pastel no es algo que la universidad, algunas de ellas devenidas en una suerte de think thank de emprendeduría encubierta, vaya a desaprovechar.

Una vez ha llegado el coronavirus, y aún con esas carencias y ruindades que han descorrido la cortina de la precariedad en la educación (muchas universidades en formato presencial no se han adaptado del todo bien a este cambio a marchas forzadas; es constatable cómo algunos docentes han escurrido el bulto y han bombardeado a los estudiantes con el triple de trabajo que sería propio de las clases presenciales), se ha demostrado que la viabilidad de la educación online es una realidad.

Ventajas y desventajas

¿Están los másters presenciales mejor valorados que los online? ¿Influye en el currículum tener uno u otro? ¿Esta decisión deja a unos fuera y a otros dentro de los juegos del hambre del mundo del trabajo?

No resolveremos la pregunta, porque nos lleva a la subjetividad, al rumor infundado. La decisión de hacer un posgrado presencial u online, como siempre, deberá basarse en criterios limpios, privados de habladurías, momentum y opiniones cuñadas. Una cosa es que la gente se aferre con su ceguera a las decisiones de siempre y otra que la realidad esté aquí para poner punto en boca.

A priori, no parece que una opción sea mejor que la otra, como afirma la experta María Teresa Parra en un artículo de El País. ‘La diferencia es que en un máster online las actividades y evaluaciones no se realizan de forma presencial. Es decir, interactuando de forma sincrónica el grupo de clase con los docentes. Los másteres online deben pasar por los mismos sistemas de control y de verificación que los títulos presenciales’.

La decisión pasa por lo de siempre: investigar, informarse, hurgar en foros, en rankings y métricas, donde sea que exista una información más o menos fiable.

El prestigio del centro donde queramos cursarlo es fundamental, y en esa categoría entran factores como la calidad de sus docentes (el nombre que tengan), la internacionalidad, el grado de participación de los alumnos, las cifras de inserción laboral una vez se termina. Tenemos que sumar también los criterios de calidad, más fiables a priori si el máster es un título oficial y ha pasado los criterios de evaluación de una agencia de calidad.

En el caso de los posgrados online, habrá que valorar otros parámetros en la elección además de los anteriores: la calidad de la plataforma para acceder a los contenidos teóricos, si tiene opción semipresencial o es 100% online, qué grado de seguimiento y tutorización tiene (cómo de fácil es comunicarse con el profesor para favorecer la retroalimentación) y nuestras propias habilidad para trabajar en remoto con las nuevas tecnologías.

Las Universidades tienen sistemas de evaluación de calidad para mantener su nivel de competencia en el terreno educativo, y es de suponer que la formación online goce del mismo grado de exigencia. En la práctica, cualquiera que quiera tomar la decisión deberá hacerlo en función de criterios que se adapten a su situación (un máster online da muchas facilidades para el que quiera compatibilizarlo con un trabajo), y como hemos dicho, criterios.

Hay que hacerle caso al sentido común: ninguna universidad de prestigio, con posgrados de calidad probada, va a arriesgarse a que su formación online sea sensiblemente peor.