Lo más probable es que se lo hayas escuchado a alguno de tus amigos que estudian Medicina cuando terminan los años correspondientes a su grado. ‘Pronto me toca hacer el MIR’. Quizá los hayas visto ojerosos pasando más de diez horas al día en la biblioteca. Es lógico: no hablan de un examen cualquiera, sino de una oposición cruel, con todo lo que implica: estudiar hasta dejarse la vista y competir contra miles de candidatos en busca de la misma plaza en un hospital de prestigio.
Te contamos qué significan las siglas MIR y en qué consiste.
MIR es el nombre que se da a las siglas: Médico Interno Residente; algo así como la categoría base desde la que los médicos habilitados para trabajar pueden empezar a ejercer su profesión y obtener una especialidad, desde estomatología a pediatría.
Es más conocido por ser también el nombre que se le da al examen de pesadilla que tienen que pasar todos los estudiantes de medicina, españoles o extranjeros, que aprueban la carrera. Se convoca desde 1978 cada año. Les permite obtener una plaza para seguir formándose en el ámbito sanitario y poder ejercer como médicos ‘reales’. Una vez aprobado el examen, en función de la puntuación que obtenga, el candidato podrá optar a una especialidad u otra, y sobre todo, hacerlo para diferentes tipos de plazas disponibles. En los últimos años, la convocatoria del BOE que abre la veda se publica en septiembre. El examen, en enero o febrero.
En realidad, un MIR es un médico que ha optado por realizar un examen a nivel nacional en España (cada país tiene sus propias pruebas y sistemas de acceso) antes de dar el siguiente paso en su carrera: formarse trabajando y, después de cinco años, obtener su especialidad en el Sistema Nacional de Salud con el beneplácito del Ministerio de Sanidad.
Como en cualquier oposición, una nota alta te da un arco de posibilidades mayor que una nota raspada. Los más aptos según este sistema de puntuación podrán elegir especialidad, y sobre todo, el hospital en el que ‘residir’ durante ese tiempo. El prestigio del centro suele ser determinante en la decisión de los estudiantes que han obtenido mejor nota en el examen.
Es un examen tipo test, modalidad bien conocida por ser un quebradero de cabeza en cualquiera que todavía siga estudiando. Parecería fácil, pero nada lo es una vez estás frente al papel. Las preguntas mal respondidas restan un tercio de punto. Las acertadas cuentan un punto completo. Es el Ministerio de Sanidad el que, todos los años, elige las sedes donde se hará la prueba, a la misma hora para toda España, y establece los baremos.
Consta de 175 preguntas y dura unas cuatro horas, sin descansos. Es verdad que, con el paso de los años, el sistema tradicional de test ha ido cambiando: de un tiempo a esta parte, 30 preguntas son con imágenes para las cuestiones específicas sobre casos clínicos.
Otro dato interesante: en realidad no cuentan las 175 preguntas. Existen diez preguntas de reserva que se utilizan para complementar la nota y ayudar al pobre cordero al que se le ha olvidad para qué servía exactamente ese fórceps, y también para curarse en salud con las preguntas mal formuladas. Son muy normales las impugnaciones de examen por cuestiones que no estaban del todo bien redactadas.
Después del examen, se utilizará la nota del expediente académico y la del examen, que cuenta un 90%, para otorgar la nota final.
Y como te hemos contado, es una oposición ciertamente dura: cada año se convocan un número determinado de plazas, que por supuesto no se corresponden con el número de aspirantes. Hay años que ha llegado a haber 27000 aspirantes para un número de plazas mucho más pequeño. Pasan la prueba los que tengan una puntuación mayor o igual al 35% de la media de los diez mejores exámenes.
Cuando termina el MIR y el estudiante tiene su nota en la mano es momento de elegir hospital en función de su puntuación en la lista de aprobados que publica el Ministerio. Ahora ha pasado a ser lo que el sistema sanitario llama ‘médico especialista en formación’. La mala noticia para algunos es que tendrán que salir fuera de su ciudad y elegir otro destino. Para otros muchos es una oportunidad de conocer la vida fuera de su ciudad natal.
El contrato que obtienen los aprobados del MIR es laboral, porque pueden empezar a trabajar con un sueldo estipulado en función del hospital y la comunidad autónoma de destino, pero también formativo. Muchos no se sienten capacitados. En puridad: aún no son especialistas, esto llegará después de pasar esos cuatro o cinco años de especialidad en el hospital. Tienen, por supuesto, un tutor para instruirles en la práctica clínica diaria con los pacientes, no solo en cuestiones médicas, sino también en las que tienen que ver con el trato humano.