Ya se pueden comer insectos en España... ¡uy, qué suerte, ponme cuarto y mitad!

Mariposas de golosina: sí. Mariposas reales en mi ensalada: no, gracias.

El pasado 1 de enero entró en vigor en nuestro país una nueva ley para que se puedan comercializar los insectos como alimentos. Los que entienden de estas cosas dicen que la ONU echó cálculos y se dio cuenta de que, al ritmo que nos multiplicamos los humanos, para 2050 íbamos a tener problemas reales para llenar nuestras bocas, así que empezó a promover una campañita para que los países fueran aprobando leyes que permitieran comer bichitos porque esto ya lo sabían Timón y Pumba: no hay nada más viscoso pero sabroso que un insecto.

Mira que he sido yo toda mi vida de criticar a los que no creen en el progreso y frenan el avance de la humanidad con sus moralinas, pero... no sé si es que me hago vieja, y por lo tanto, conservadora, o es que realmente no le encuentro yo la gracia a esto de servir gusarapos en mi mesa.
¡Años me ha costado a mí conseguir comer dos raciones de verdura diarias! ¡AÑOS! ¿Y ahora tengo que buscarle hueco también a los insectos? Pues qué quieres que te diga. Igual esta es la excusa que me faltaba a mí para volverme jamónserranovegetariana (siempre he pensado que con un poco de esfuerzo por mi parte podría prescindir de la carne en mi alimentación, exceptuando el jamón serrano, por supuesto).

En países como Bélgica, Reino Unido, Holanda o Finlandia ya se han empezado a vender productos con insectos. En este último, por ejemplo, se vende ¡¡pan de grillos!! Es que solo de pensarlo me muero, de verdad. ¿Qué necesidad tengo yo de comer grillos? ¿Te comerías a Malú? ¿No, verdad? ¡Pues no te comas a los grillos, que también cantan muy bien! Let the grillos sing.

Con un poco de suerte, se hará una buena campaña de marketing que haga que todos los influencers posen con su revuelto de escarabajos y yo podré apelar al "a mí es que no me gusta lo mainstream" para seguir viviendo mi vida sin que los bichos toquen mi boca.
¡Vamos, hombre! Toda la vida tirando las manzanas que traían gusano y ahora resulta que eran las mejores, porque su contenido proteico era mayor. ¡Yo paso!