"¿Por qué de pronto estamos fingiendo todos que no existen las zorras?"
La pregunta que abre este artículo no se nos ha ocurrido a nosotros, sale directamente de la cuenta de Twitter de Soto Ivars, y da paso a una reflexión sobre lo ocurrido recientemente en las redes sociales: cada vez son más las mujeres que se animan a hablar y a mostrar públicamente las prácticas de aproximación, al parecer muy habituales, de ciertos personajes conocidos.
Más adelante animaba a sus seguidores a hacer examen de conciencia obligándonos a reflexionar sobre cómo son nuestros DMs. En una cosa tiene razón: nuestros DMs (Direct Mesagges) son privados. Sin embargo, cada vez es más común hacerlos públicos para exponer a una persona que ha tenido un comportamiento que desaprobamos. Y cuando el fin justifica los medios ya sabemos lo que pasa.
Si los hombres sobre los que ha caído el foco de atención últimamente en las redes han quedado descubiertos como hombres con un gran interés por acostarse con mujeres, Soto Ivars ha sentido la necesidad de preguntarse por qué estamos todos haciendo como que las mujeres que tienen mucho interés en acostarse con hombres no existen.
Las zorras, las llama él. Una denominación que, aunque completamente machista y fuera de lugar, es efectiva. Puesto que todos los que hemos leído esa pregunta sabíamos a qué se refería, qué estereotipo de mujer estaba echando de menos este escritor.
Las echa de menos justo cuando ve esa actitud de "zorreo" en hombres duramente criticados. Hombres a los que, según su último artículo para El Confidencial, se les ha destrozado la vida. Quiere comparar a la zorra mujer con el zorro hombre, aunque esta vez el zorro no es astuto, sino mezquino. Por fin nos viene bien que el masculino y el femenino de una misma palabra tengan el mismo significado. Quiere hacernos ver que estamos criticando a hombres muy zorras cuando también hay mujeres zorras, sin darse cuenta de que las mujeres zorras ni existen ni han existido nunca. Fueron creadas por hombres que necesitaban denominar de alguna forma despectiva a esas mujeres libres que hacían lo que querían con quien querían.
Hombres que todavía creen en la existencia de las zorras y que consideran que apuntar con el dedo a otro hombre es destruir su carrera. Hombres que tendrán que inventar a las post-zorras para referirse a aquellas mujeres que deberán cargar con la culpa de haber señalado el abuso de poder de un hombre, porque no fue su comportamiento, si no tú, post-zorra, por contarlo, la que te cargaste a aquel famoso.