Cansancio, desmayos y palidez: detectar y tratar la anemia en la adolescencia es fácil


La anemia es una enfermedad muy habitual en adolescentes, que por las menstruaciones y el crecimiento, pierden mucho hierro.
Estar de mal humor en la adolescencia no solo es normal, si no casi recomendable. No duermes, tienes las hormonas no se sabe muy bien dónde y aún dependes de muchas personas para hacer miles de cosas. El problema viene cuando este estado de ánimo va acompañado de cansancio, mareos, palidez o altas frecuencias cardíacas: aunque no lo creas, podría ser el síntoma de que estás enferma.

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Esas son solo algunas de las señales que podrían indicar que sufres anemia, un problema bastante común (sobre todo en las mujeres) que tiene solución. En Yasss te contamos todo sobre esta enfermedad.
¿Qué es?
La anemia es una enfermedad relacionada con la producción en la sangre. Si nos ponemos técnicas, se da cuando la cantidad de glóbulos rojos que pululan por tu cuerpo es más baja de lo que debería. ¿Y cuál es el problema con esto? Pues que estos bichines carmesís contienen hemoglobina, una proteína que carga con el oxígeno y lo transporta por todo el cuerpo. Por eso, si no tienes suficientes glóbulos, puede que algunos órganos no reciban el aporte de oxígeno que necesitan y, en consecuencia, no funcionen muy allá.
A su vez, la anemia se divide en distintas categorías, dependiendo de qué la produzca. Si el problema no es la cantidad de glóbulos rojos, sino que estos se descomponen muy rápido, se trata de una anemia hemolítica. Puede ser que el problema esté en tu sistema inmunitario, que acaba con sus propios glóbulos rojos, o que lo que te la esté jugando sea tu carga genética: hay más de una enfermedad hereditaria con el mismo efecto.

Una de las anemias más habituales es la que se da por pérdida de sangre, sea esta del tipo que sea: reglas muy fuertes, sangrados en el tubo gastrointestinal, heridas… muchos problemas de salud pueden desencadenar hemorragias que te lleven a perder más glóbulos rojos de los recomendados.
Por último, puede darse el caso de que tu cuerpo no fabrique los glóbulos a la velocidad a la que los necesita. Es lo que ocurre cuando te diagnostican anemia aplásica, producida por una enfermedad o infección, anemia ferropénica (el nombre técnico de ‘la falta de hierro’ que tantas veces te habrán achacado) o la anemia por falta de vitamina B12, bien porque esta no está incluida en la dieta o bien porque el cuerpo no la absorbe bien.
Síntomas y diagnóstico
Hay muchas señales que nos pueden llevar a pensar que sufrimos anemia. Algunos de los síntomas ya los hemos mencionado antes: palidez, mal humor o estados anímicos depresivos, cansancio, mareos o sensación de desmayo, frecuencias cardíacas aceleradas o ictericia, que no es otra cosa que tener la piel y el blanco de los ojos de algún tono amarillento.

Si crees que puedes sufrir anemia, ve al médico para que te haga más pruebas. Mucha gente pasa y, en vez de ir a la consulta, baja directamente a la farmacia a pedir suplementos de hierro, lo que puede ser contraproducente si sufrimos cualquier otro tipo de anemia que no sea la ferropénica. Tu doctor te hará preguntas sobre tu dieta y síntomas, te pedirá tu historial familiar, te hará un análisis de sangre para medir tus glóbulos rojos y quizás te someta a una exploración física. Solo así podrá determinar tu enfermedad y ponerle fin.
El tratamiento no es difícil
Dependiendo del tipo de anemia, la solución será más o menos sencilla. Si se trata de la ferropénica, que es una de las más comunes, el médico te recetará suplementos de hierro para que los tomes varias veces al día. Y aunque no saben muy allá (es un poco como lamerte una herida que sangra), seguro que en cuestión de días te encuentras mucho mejor. En cualquier caso, nada de confiarse: aunque notes que ya no estás tan cansada, deberás finalizar el tratamiento para no recaer después. ¡Nada de dejarlo al cabo de dos semanas!
Es la causa más habitual de anemia en adolescentes, provocada muchas veces por el crecimiento y las pérdidas de hierro que traen muchas menstruaciones. Por eso, además, de los suplementos, habrá que acompañarlo de una dieta rica en hierro. Algunos alimentos que pueden ayudarte son las carnes magras, las pasas, las acelgas, los huevos, los frijoles y los tomates y muchos frutos secos.
Si la anemia está provocada por otras causas, seguramente tu médico te deriva a un hematólogo, que estudiará tu caso para poder ofrecerte un tratamiento más efectivo.