Tengo Asperger y mi vida no es para nada como te la imaginas

El Síndrome de Asperger fue investigado por primera vez en 1944 por el psiquiatra y pediatra Hans Asperger, a quién le debe su nombre. Por aquel entonces no se conocía tan bien el cerebro humano como hoy en día y, curiosamente, el doctor Hans Asperger no fue quién le puso su actual nombre, puesto que prefirió denominar al trastorno "psicopatía autista".
Otro término que clásicamente se ha asociado al Síndrome de Asperger es el de "sabio autista", acuñado por Bernard Rimland. Este psicólogo consideraba que la mayoría de los pacientes con algún Trastorno del Espectro Autista tenía capacidades especiales como por ejemplo superdotación para el cálculo o una memoria prodigiosa. Aunque el trabajo de Bernard Rimland aportó visibilidad al autismo y al Asperger, jamás se demostró esta asociación.

Así que ni psicópatas ni genios. Esa es la clave. Las personas con Asperger son tan normales como tú y cómo yo (si es que lo normal existe…). Y si no te lo crees, Jaime te lo va a contar en primera persona:
"Mi nombre es Jaime, actualmente tengo 22 años y me diagnosticaron Asperger cuando tenía 6 o 7 años.
Me llevaron a un especialista por primera vez cuando pasé a primaria. Esto me lo han contado mis padres, yo apenas me acuerdo. Un profesor del colegio se dio cuenta de que yo no me relacionaba de forma normal con otros niños y que mi conducta era diferente.
Mientras que los niños de mi clase jugaban entre ellos, yo no. No tenía amigos y tampoco ponía de mi parte. Cuando me invitaban a fiestas sólo iba porque mi madre me obligaba. Yo me quedaba en un rincón haciendo mis cosas y los demás socializaban. También me costaba mucho mirar a la gente a los ojos, no porque fuese tímido, sino porque los demás me daban igual. Yo estaba y sigo estando bien conmigo mismo, no necesitaba a otra gente. Esto suena bien cuando lo dice un adulto, pero en un niño de 6 años es raro.

Un día en clase el profesor se dio cuenta de que yo tenía una especie de tic, pero no era un tic. Me gustaba chasquear los dedos, tuve una época en la que lo hacía constantemente. Lo consultó con el orientador del colegio y llamaron a mis padres para aconsejarles que fuese a un psicólogo infantil.
Me hicieron muchísimas pruebas durante varios meses y el diagnóstico fue Asperger. Ahora me he informado mucho sobre las diferencias entre el autismo y el Asperger, y sobre todo es el tema del lenguaje. La gente con autismo tiene más problemas para comunicarse hablando (algunos incluso no llegan a hablar), pero yo siempre tuve un lenguaje normal, así que mi diagnóstico fue bastante claro.
"No soy superdotado"
Aunque muchos se piensan lo contrario cuando digo que tengo Asperger, no soy superdotado. Lo siento, más quisiera yo. Mucha gente espera que los que tenemos algún grado de autismo complementamos los déficits de nuestro trastorno con habilidades increíbles. Mis padres también lo pensaban y creo que se decepcionaron un poquito cuando en cuarto de la ESO les pedí ir a un profesor particular de matemáticas.
Las personas con Asperger somos normales, pero es verdad que a veces tenemos dificultades para movernos en lo social, o que nuestra conducta puede ser un poco llamativa en algunas cosas. Yo creo que tenemos rarezas como todo el mundo.
Por ejemplo, tuve una etapa en la que me obsesioné con el color verde. Tenía 9 años o así y me compraba sólo gominolas verdes, mis sábanas eran verdes y quería comer verduras verdes todo el rato. Lo bueno es que mis padres me entendían, porque hay otros que ante estas cosas se enfadan y no las pasan por alto. A mí me compraban espaguetis de espinacas y en carnaval me disfrazaron de Hulk.

Lo que más difícil me ha resultado siempre ha sido el tema de demostrar mi cariño, porque es algo que no me sale hacer. Yo a mis padres les llamaba por su nombre, Lucía y Rodolfo. El resto de niños llamaban a sus padres "mamá y papá" (y a mí me parecía rarísimo). De todos modos, que yo sea más distante no significa que no les quiera. Me cuesta expresarlo, pero cada vez les digo que les quiero más a menudo. Lo hago porque sé que les gusta oírlo y aunque no me nace de dentro, ellos necesitan saberlo.
Que conste que yo siento cosas, que muchos se piensan que los que tenemos Asperger somos robots o algo. Cuando estoy con mis padres o con mis amigos me siento feliz, y cuando a ellos les pasan cosas buenas yo me alegro. Cada vez busco más el contacto, aunque a veces necesito estar a solas. De todos modos, esto me parece bueno; si todos estuviésemos más tiempo en solitario conociéndonos mejor, seríamos más felices.

Mi vida es normal. Voy a la universidad, vivo en una residencia de estudiantes, tengo amigos y quedo con chicas. A veces apruebo y otras suspendo. Lloro y río. Las diferencias entre las personas las define nuestra personalidad y cómo crecemos, no un diagnóstico. Por eso creo que tenemos que normalizar el Asperger y decirlo con orgullo. En mis redes sociales lo tengo puesto en la bio, no escondo quién soy.
Mi sueño es que en un futuro los padres no lloren cuando les dicen que su hijo tiene un Trastorno del Espectro Autista. Que no me miren con miedo cuando cuento que soy Asperger. Que haya políticos, actores, rectores en la universidad e influencers con síndromes como el mío para poder tener referentes accesibles. No sé… Un mundo en el que todos tengamos cabida, independientemente de nuestras capacidades y diferencias."