No es ninguna broma: las pesadillas podrían estar mejorando la salud


Varias investigaciones aseguran que nuestro cerebro nos prepara para los eventos que nos dan miedo con las pesadillas, un espacio controlado.
No hay que confundir los malos sueños con las pesadillas: las últimas suelen despertarte y te alteran muchísimo.
Te levantas con la nuca empapada, las pulsaciones a mil por hora y unas ganas de llorar impresionantes. Asustado, tembloroso y con los nervios hasta el techo. Miras el reloj: es muy tarde para estar despierto, pero también muy pronto para salir de la cama, desayunar y empezar el día. Incapaz de volver a dormirte y todavía con el corazón en un puño, empiezas a recrearte en la pesadilla tan terrible que has tenido, en sus imágenes desagradables, en lo que puede significar. Ves en el cabecero de tu cama el atrapasueños que compraste en aquel puestecito de la playa, ese objeto que te había prometido alejar los malos sueños de tu vida, y te dan ganas de arrancarlo y tirarlo a la basura.
Tuve una pesadilla horrible desperté llorando ahogada en pena
— daniela🌳🏳️🌈 (@danialmond) 20 de mayo de 2020
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Una pesadilla puede romperte la noche y afectar a tu salud mental, pero eso ya lo sabes. Lo que venimos a contarte hoy, como un coach que te obliga a ver el lado bueno de las cosas, es que las pesadillas también pueden tener un efecto positivo en tu día a día: hay quien las estudia como si fuesen pruebas que nos preparan y nos hacen más fuertes. Te lo contamos en Yasss.
Los sueños, una simulación
Según algunos investigadores, las pesadillas podrían prepararnos para ser más fuertes en nuestro día a día. Una especie de ejercicio controlado en el que nos sometemos a nuestros miedos para que, en caso de tener que confrontarlos despiertos, podamos hacerlo con conocimiento de causa.

Uno de los estudios más importantes en este campo corrió a cargo de la profesora de la parisina Universidad de la Sorbona Isabelle Arnulf, que contactó con 719 estudiantes el día en que tenían que presentarse al examen de acceso para Medicina. De entre todos ellos, 539 aseguraron haber soñado al menos una vez en el último medio año con la prueba de acceso, y no precisamente con su éxito. En los testimonios había de todo: desde el clásico ‘quedarse dormido y no llegar’ hasta el sentarse frente al examen y darse cuenta de que habían olvidado todo el temario.
El estudio, ‘Will students pass a competitive exam that they failed in their dreams?’, partía de una premisa muy curiosa: los que habían tenido las pesadillas más horripilantes eran los estudiantes que mejores notas habían obtenido en la prueba de acceso. ¿Casualidad o correlación?
¿Nos preparamos para lo peor?
Ya sabemos que los sueños tienen más que ver con las experiencias, la ansiedad y los miedos del día a día que con las premoniciones, y que son bastante más simbólicos de lo que nos apetece creer. Normalmente son una respuesta puntual al estrés, pero, si se extienden en el tiempo, pueden suponer un problema para la salud. Se producen durante la fase REM del sueño, que se caracteriza por el movimiento rápido de los ojos bajo los párpados y por estimular las regiones del cerebro que se utilizan para el aprendizaje.

En esta línea trabajan muchos neurocientíficos e investigadores, como Lampros Perogamvros, de la Universidad de Ginebra. Su estudio se basa en las hipótesis de otros autores, que aseguran que las pesadillas son un ejercicio al que nos somete nuestra mente para que trabajemos nuestras emociones negativas en un entorno de bajo riesgo, pero pone límites. En concreto, Perogamvros cree que de las pesadillas no podemos sacar nada, porque estamos muertos de miedo, pero de los malos sueños, sí.
Las dos son cosas totalmente distintas, aunque tendemos a confundirlas. Perogamvros asume que llamamos pesadillas a muchas cosas que no son más que sueños angustiosos, pero no tienen el componente emocional negativo. En las pesadillas, sentimos todo tan fuerte y con tal intensidad que no podemos tener una respuesta efectiva: no solo tienes miedo, también angustia y desesperación, y eso marca tu noche y tu día a día, llegando a afectar a tus relaciones y rutinas.
Muchas veces, las pesadillas te despiertan de golpe en medio del ‘conflicto’, y no hay manera de superarlo o plantear una solución. De esa experiencia no solo no puedes sacar nada, sino que seguramente te mantendrá en tensión el resto del día, afectándote fuera del sueño. Por el contrario, los investigadores apuntan a que un mal sueño te alterará, pero seguramente no te haga despertar. Ahí hay espacio para maniobrar y plantear, en tensión y con un nivel de miedo leve o moderado, soluciones al problema que te está fastidiando la noche.