No es el fin del mundo: conocer a los padres de tu pareja y caerles bien es posible

La clave está en la confianza de tu pareja y en vestir "como si fueras a ver a tu abuela". Te lo contamos en Yasss.
Llega el temido momento: la persona con la que sales quiere que conozcas a sus padres. Te asegura que son personas equilibradas a las que les apetece muchísimo conocerte, que todo va a salir bien. Pero tú sabes que, si la lías, puedes tener un problema serio en esa relación que te hace tantísima ilusión. Preparas el encuentro como un examen de selectividad, estudiando el temario, preguntando todos los antecedentes familiares a tu pareja, comprando pastelitos en tu panadería favorita.

MÁS
No tienes por qué preocuparte: lo más probable es que salga bien, pero si sale mal, tampoco es el fin del mundo. Si tienes miedos, compártelos con tu pareja, para que esté ahí durante el encuentro y pueda apoyarte. Quizás, en vez de ir directamente a un cumpleaños con otras quince personas que no conoces, podéis tomar un café o merendar con sus padres, hasta que te sientas más cómoda.
¿Qué hacer?
Muchos padres prefieren una persona modosa, quietecita y prudente, incluso aunque te desmadres con tres cervezas y haya que arrastrarte a casa todas las noches, cuando cierran los bares. Por eso, lo mejor es vestir de una forma sencilla o acorde al plan, con tu propia ropa. Si vas a ir a un bar, por ejemplo, estarás bien con unos vaqueros, un look con el que estés cómoda y puedas ser tu misma.

En la conversación, no temas hacer preguntas. Hay quien compara conocer a los padres de tu pareja con una entrevista de trabajo, una especie de prueba que hay que pasar. Y aunque no se aprueba o suspende, sino que hay mucha gama de grises, quizás entenderlo así ayuda a preparar el terreno para que te sientas más segura.
Pregúntale a tu pareja por sus padres: cómo son, qué les gusta, que no… y trata de establecer puntos en común. No hablamos de ser un pelota o un adulador, más bien de saber qué temas de conversación se pueden sacar y cuáles no. Si no tienes esa información en tu mano, puedes preguntarles por sus trabajos, sus intereses o cómo se conocieron, por ejemplo. Planteando esas preguntas no solo mostrarás interés (a todos nos gusta que nos escuchen), sino que harás la conversación mucho más entretenida y relajante.
Gracias y por favor
Dar las gracias es un signo de cortesía que siempre se tiene en cuenta. Al final de vuestro encuentro, agradece que hayan querido encontrarse contigo: seguro que a tu pareja también le hace ilusión.
Lo cierto es que no hay ‘claves’ para triunfar en estos eventos: todo depende de muchos factores que la mayoría de las veces se nos escapan, entre ellos, cómo son los padres de tu pareja. A Natalia (25 años), que lleva en una relación con su novio desde hace casi media década, le salió bien: “Conocí a sus padres a los cuatro meses de empezar a liarnos, él se lleva muy bien con ellos y le hacía ilusión”, cuenta a Yasss. “La verdad es que salió todo muy bien. Fui a su cumpleaños, a su casa, con sus tíos y primos, y todos habían oído hablar de mí. Al principio fue un poco incómodo, rollo ‘yo no sé nada de vosotros’, pero me hicieron sentir muy pronto como en casa”, añade.

¿Cuál es el secreto? En su caso “suerte”: “Ellos son estupendos y les caí muy bien, no hice nada para aparentar”, reconoce. ¿Su vestuario? “Me vestí como me vestiría para ir a ver a mi abuela, no como si fuese a salir de fiesta”, ríe la chica. ¿Y algún consejo para una persona que esté a punto de vivir esa situación? “Yo le diría que trate de relajarse, al final siempre es peor en nuestra cabeza que en la realidad. Si unos padres quieren a su hijo, se alegrarán de que esté con alguien que le trate bien”, concluye.
Cuando todo sale mal
Sin embargo, su amiga Laura (24 años) no tuvo la misma suerte con los progenitores de su primer novio. Y el problema, asegura, no fue ella, si no los padres del chico. “Me hicieron sentir super incómoda. Yo tenía 15 años, era la primera vez que tenía pareja, y los conocí casi al principio de nuestra relación”, cuenta. “Al principio fue genial, se enrollaban muchísimo, a él le compraban hasta los condones”, reconoce.

“Lo que al principio me gustaba empezó a incomodarme. Eran muy invasivos, del tipo, dejarnos el lubricante en la mesilla de noche. A mí me hacían sentir muy violenta y, cuando se lo decía a mi novio, se enfadaba conmigo”, asegura la chica. Eso desembocó en problemas y al cabo de unos meses, explica Laura, terminó por dejarlo. “No lo entendía. Es verdad que luego tuvimos muchas discusiones, pero la primera, la que llevó a todas las demás, es esta”, destaca. “No sé si diría que sus padres acabaron con nuestra relación, pero por lo menos ayudaron a que terminase”.