Camino de Santiago con amigos: naturaleza y tradición para un viaje diferente en la 'nueva normalidad'


Muchas rutas llevan a Santiago de compostela, aunque que sigue el camino francés es la más popular.
Coger buen sitio en los albergues, tras una buena planificación, ayuda mucho a descansar y disfrutar
La imagen clásica del verano es la de una postal mainstream: agua, bañistas, chiringuitos, descanso, exceso gastronómico y flotadores de cocodrilos. Hay otros planes que, no por más escondidos, dejan de ser un clásico imbatible, además de buenos para el bolsillo. Una baratura, sí señor.
No te descubrimos nada si te contamos que unos 300.000 peregrinos recorren el Camino de Santiago cada temporada. En 2017 se batió un récord. Como plan para hacer con tus amigos también es imbatible por su versatilidad: deglutes cultura, te mueves en lugar de aposentarte en una hamaca, doblas y desdoblas tu zona de confort regresando a ese placer infantil del saco de dormir y, de paso, te zampas unas buenas delicias gastronómicas. ¿Hacerlo con colegas? Mejor que mejor.
Ver, oír, y tocar el Camino de Santiago
Se hace camino al andar, dice casi todo el mundo, y es cierto. Ya elijas la ruta del camino francés (802 km en 25 etapas), la más popular y transitada de todas, el camino portugués, el vasco o la ruta de la plata, te vas a encontrar con tantos paisajes instagrameables que te van a explotar las retinas, sin desmerecer, por supuesto, el chute de arte románico y arquitectura que festonea toda la ruta.
El Camino te da un paisaje elástico de descubrimiento: desde los pueblos pequeños de los Pirineos, los bosques de eucaliptos gallegos o el litoral cantábrico, al marco vacío de una postal mesetaria. Los ojos se dan un banquete. Se acostumbran a caminar, ver, oír y tocar, siempre con la guía en la mano para enterarse de todo. Estar acompañado lo hace incluso mejor. Es como ir al cine a ver una película maravillosa con alguien. Al salir, lo único que quieres hacer es hablar de ella.

Además, lo bueno de culebrear con los amigos por los caminos con la mochila a cuestas es que no te hará falta mendigar a otros peregrinos que te hagan fotos que dejen constancia de que pasaste por allí y no fuiste un fantasma que hiciste la ruta mirándote las botas de montaña y las tiritas del dedo gordo.
Los demás
Una de las mejores cosas del Camino es cómo la gente deja aparcadas sus creencias y su celo sobre los otros, y está dispuesta a abrirse a otras amistades. En el Camino la gente es de todo el mundo y de ninguna parte, porque las fronteras tienden a disolverse y uno quiere tirar hacia lo común: la risa, la charla, el bocadillo a mediodía, el agua para reponer fuerzas, el bullicio del albergue y las habitaciones. Incluso a las 6 de la mañana, a cara de perro y sin nada en el estómago, la ruta se hace más fácil cuando entiendes que tu peregrinaje es compartido con los otros mochileros. Se trata de conectar con el espíritu jacobeo, el de los antiguos peregrinos: ayudar y ser ayudado.

A lo largo de las etapas del Camino la gente se junta, se amiga, se crushea, se enamora, comparte y come de la misma mesa, y cualquier deseo legítimo para salir de la soledad (‘me gustaría conocer gente nueva’) se ve aquí recompensado. Raro será que, por tu cuenta o con tu cuadrilla, no acabes con una nueva familia temporal. Los idilios de amistad o de amor terminan cuando se llega a la Catedral de Santiago.
Los albergues
Y como todo lugar de tránsito, gastronomía y disfrute, el Camino también tiene su Tripadvisor particular para los albergues, el centro del descanso. Esos templos de horarios estrictos y hospitaleros con aire de santos. A las siete de la mañana, todo el mundo en pie.
Conviene ser un poco aguililla en el negocio de coger cama. No siempre podréis dormir en los albergues mejor valorados, bien porque no queréis gastaros tanto dinero, bien porque habéis sido lentos en la ruta de ese día y el mejor albergue de la etapa ya se ha llenado. Los hay privados, públicos con tarifa plana y otros con la humildad por delante: se da la voluntad.

Esta parte sí hay que planificarla un poco. Aquí el más rápido en levantarse y salir hacia la etapa el día es el que suele coger el mejor sitio para el merecido descanso, como en esas familias numerosas donde los hijos de manos más rápidas son los que se llevan el mejor trozo comida. Si estás haciendo la ruta con tus amigos, tendréis que poneros de acuerdo en la hora de amanecida. Gestión de grupo, o caos, y dormir todos en un granero
Un entrenamiento para el cuerpo y el espíritu
El camino tiene etapas duras, como esos días que te toca caminar 25 o 30 km y ya tienes una familia de ampollas con hijos en el pie derecho. Otras relajadas, cuando darás gracias por lo fácil que ha sido. Como test físico y espiritual es un caramelo: todo el mundo llega a conocerse bastante mejor de lo que cree después de pasar un mes en movimiento, acoplándose y desacoplándose del fluir del río de los viajeros.

Los lazos con nuestros amigos funcionan con el mismo principio: el camino exige fortalecerlos, crear estrategias comunes, compartir el dolor, el cansancio al llegar al final de la etapa y encontrar el mejor albergue, la intimidad, apreciar la compañía (y hartarse, que también). Acabarás con un racimo de anécdotas.
¡Buen camino!