De víctima a verdugo: cuando alguien se convierte en el abusón del grupo y no se da cuenta

¿Es habitual que la víctima se convierta en verdugo? ¿Es culpa suya repetir los mismos patrones de acoso o es culpa de la sociedad?
No se puede crear un único prototipo en torno al bullying: cada persona es un mundo y hay infinitas formas de reaccionar ante el acoso
¿Cómo debe actuar una víctima de bullying? A la hora de responder a esta pregunta es inevitable caer en estereotipos: inseguridad, bondad, timidez, aislamiento… Todos estos tópicos no solo son erróneos, sino dañinos. No hay una única forma de gestionar el acoso durante la infancia y la adolescencia, y las secuelas varían mucho de una persona a otra y sino solo hay que ver el caso de Miquel Montoro, el chico que sufrió bullying por 'ser de pueblo' y que ahora se ha convertido en una estrella rural de Youtube.
¿Es habitual que la víctima se convierta en verdugo? ¿Es culpa suya repetir los mismos patrones de acoso o es culpa de la sociedad? ¿Las personas que sufren bullying siempre se forman una coraza? Hoy responderemos a todas estas incógnitas para avanzar un paso más en la lucha contra el acoso.
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Las secuelas del bullying
En primer lugar, tenemos que clarificar que el bullying no solo son agresiones físicas. Hay muchas formas de humillar y vejar a una persona: aislarla, expandir rumores, retirarle la palabra, influenciar a la gente para que también le critiquen, reírse a sus espaldas o hacerle gaslighting (o, en otras palabras, convencerle de que toda esta situación de acoso es imaginación suya) o incluso ignorar la situación cuando eres un adulto. Antes de que el acoso llegue a las manos es habitual que se den otro tipo de agresiones psicológicas que son tan o más dañinas y que, por desgracia, pasan más desapercibidas.

Independientemente de lo que dure el bullying, la víctima puede sufrir numerosas consecuencias. Obviamente cuanto más incidamos en que el acoso es malo, más severas serán las secuelas, pero no podemos generalizar. Hay quienes han sufrido auténticas barbaridades en la infancia o adolescencia y que tienen su salud psicológica intacta, y otros han experimentado situaciones de acoso esporádicas y necesitan apoyo profesional. Esto no indica mayor o menor fuerza o resiliencia, ambos tipos de personas son igual de valientes y luchadoras.
Al pensar en una persona que ha sufrido acoso, todos nos imaginamos a un chico o chica tímido, con poca autoestima, bueno con los demás y que de vez en cuando tiende a aislarse. Sin embargo, no podemos crear un prototipo en torno al bullying. Cada persona es un mundo y hay infinitas formas de reaccionar ante el acoso:
- Problemas de autoestima. Cuando te machacan durante años, llegas a creer que no vales para nada.
- Desconfianza hacia los demás. Al igual que con las víctimas de violencia de género, los problemas de confianza son un síntoma común.
- Ansiedad social. El miedo a que te evalúen negativamente y se rían de ti o te humillen como en el pasado puede convertirse en un problema psicológico serio.
- Estrés postraumático. Se reexperimentan las situaciones de abuso, abundan las emociones negativas y cuesta ver las cosas de manera realista o positiva.
- Crear una coraza. Para evitar que te vuelvan a hacer daño, actúas con frialdad o con agresividad. Así ahuyentas a la gente y proyectas una imagen de aparente fortaleza.
- Depresión o ansiedad. Ambos trastornos son cada vez más comunes y, por desgracia, en victimas de acoso hay mayor riesgo de padecerlos.
Aunque estos son los síntomas más frecuentes, no podemos generalizar. Hay personas que no padecen ninguna secuela y otras que pueden reaccionar de forma totalmente imprevista. Lo importante es ofrecerles la ayuda que está en nuestra mano.
Cómo salir del bucle de agresividad
De todas las secuelas que acabamos de mencionar, tal vez la más importante es crearse una armadura o coraza psicológica e incluso llegar a reconocer que lo ha pasado tan mal, que le cuesta compartir sus emociones y prefiere dar la imagen de persona dura y fuerte.
Nos encontramos con una confusión de conceptos. Ser fuerte no significa gritar más alto que los demás, ser quien gana todas las discusiones, criticar a una persona que no te cae bien o callar nuestros sentimientos. Ser fuerte es llorar cuando lo necesitamos, exteriorizar nuestras preocupaciones en vez de rumiarlas una y otra vez, y pedir disculpas cuando nos equivocamos.

Cuando durante toda tu vida te han machacado por emocionarte o te han convencido de que eres débil, acabas creyendo que ser sensible es un defecto. Para nada. La sensibilidad es la mayor fortaleza que cualquier persona puede poseer.
Se puede salir del bucle de agresividad sin necesidad de convertirte en una persona pasiva. La clave es el punto medio, es decir, la asertividad. Para ello es necesario terapia psicológica y el apoyo de nuestro entorno: el odio no se combate con odio, sino con comprensión y apoyo.