Bill Murray, los romanos y los roedores meteorólogos: ¿conoces el verdadero origen del Día de la marmota?


En algunos pueblos de Estados Unidos y Canadá, el 2 de febrero se pone a una marmota bajo el cielo para que pronostique si el invierno se alargará o no. A esta tradición, importada de Europa, se la conoce como el Día de la marmota.
En ‘Atrapado en el tiempo’, Bill Murray interpreta a un meteorólogo absolutamente inaguantable que, cada dos de febrero, entra en directo desde un pequeño pueblo con un habitante muy especial: una marmota que, con su comportamiento, determina cuánto tiempo queda para que se acabe el invierno. A esa tradición local se la conoce como Día de la marmota. Pero, ese año, cae una nevada tan gorda que todos deben hacer noche en el pueblo. A la mañana siguiente, los protagonistas vuelven a vivir el mismo día.
El dos de febrero se repite sucesivamente a lo largo de la película. Phill Connors, el personaje de Murray, pasa por todos los estados imposibles: negación, ira, entrega al hedonismo y hasta intentos de suicidio. Al final, comienza a replantear sus intereses y prioridades vitales. Y aunque Phil es el protagonista de esta cinta, considerada por muchos académicos una de las mejores de la historia, en realidad su nombre es un homenaje a la tradición de la Marmota, celebrada en Estados Unidos y Canadá cada dos de febrero.
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¿Dónde se celebra el Día de la marmota?
Phil es el nombre del personaje de Bill Murray, pero también el que recibe la marmota de Punxsutawney, el pueblo al que el prota de ‘Atrapado en el tiempo’ debe ir anualmente. En esa localidad, que ganó fama en todo el mundo a raíz de la película, pero que lleva celebrando esta cita desde el año 1887, todos los amaneceres del 2 de febrero sacan a una marmota llamada Phil de su madriguera. La tradición dice que, si la marmota ve su sombra, habrá seis semanas más de invierno; si no, significa que la primavera llegará pronto.
YouTube está lleno de vídeos en los que puedes comprobar cómo se celebra esta curiosa y multitudinaria tradición. Gracias a la cinta, muchos curiosos se acercan cada año al pueblo para ver con sus propios ojos cómo veinte señores blancos, embutidos en una levita y con guantes negros, rodean a una marmota para leer la predicción desde un pergamino. El acto homenajea la tradición de Punxutawney, y este año, debido a las restricciones derivadas de la crisis sanitaria, se retransmitirá online en su web.
Punxsutawney no es el único pueblo que celebra esta tradición, y por tanto Phil no es la única marmota meteoróloga. A lo largo de Estados Unidos y Canadá, decenas de regiones esperan al día dos de febrero para sacar a estos animales de su madriguera y ponerlos bajo el sol. Una tradición que se remonta varios miles de años.

¿Cuál es su origen?
El origen del Día de la marmota es religioso y está vinculado al Día de la Candelaria, una fecha festiva en la tradición cristiana en la que, según la tradición, los sacerdotes bendecían velas y las repartían entre sus feligreses. Como ocurre hoy en día con la marmota, los participantes consideraban que, si el cielo estaba despejado ese día, el invierno sería más largo de lo que esperaban.
Esta tradición fue importada por los romanos a los alemanes, que consideraron que, si el sol quería salir el día de la Candelaria, significaría que un erizo podría ver su sombra. Así que cogieron a un animal y lo plantaron bajo el cielo, a ver si este amanecía nublado o con luz. Si se da el segundo caso, significaba que el invierno se alargaría durante un mes y medio más.
De ahí, la tradición fue exportada al otro lado del océano por los alemanes que migraron a Pensilvania. Allí fue donde la marmota, un animal bastante común en la zona, sustituyó al erizo como pronosticador meteorológico.
Los defensores acérrimos de esta tradición aseguran que los resultados de las marmotas videntes tienen entre un 75 y un 90% de fiabilidad. Otros estudios, más formales, establecieron la precisión alrededor del 40%, que tampoco está nada mal. Ya sabes: si la marmota ve su sombra, no guardes ni el gorro ni los guantes.
