Tener miedo a ir al lugar de trabajo se llama ergofobia y son muchos los que la padecen


La ergofobia es un trastorno clínicamente diagnosticado que se manifiesta en un rechazo irracional a nuestro propio trabajo
La definición que da la RAE de la palabra fobia no ofrece muchas dudas. En términos psiquiátricos: ‘Miedo angustioso e incontrolable ante ciertos actos, ideas, objetos o situaciones, que se sabe absurdo y se aproxima a la obsesión’.
Un safari rápido por la Wikipedia nos arroja a un paisaje de rarezas y pánicos difíciles de imaginar para el que no los ha sufrido. Algunas parecen sacadas de un almacén de horrores cómicos. Coimetrofobia: miedo a los cementerios. Efebifobia: pánico a la gente joven. Omphalofobia: miedo a los ombligos. De acuerdo, mejor dejarse la ropa puesta con esa cita de Tinder cuando subáis a tu piso. Nefofobia: miedo a las nubes; ah, esta tan propia del confinamiento y esos cielos en los que hemos visto blandas catedrales blancas (si no hemos corrido a meternos debajo de la cama entre gritos).
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De la que hoy nos interesa hablarte es algo más prosaica, sin tanto aliento poético. La ergofobia. El pánico al lugar del trabajo. Cosa seria.
Cuando tu entorno laboral es una amenaza
Dejemos las bromas fuera, so pena de que alguien con cierta fobia a las chanzas nos envíe una cabeza de caballo a la cama. Puede que sea gracioso literaturizar el miedo a los furbys o a las riñoneras, dignos pánicos modernos, pero en el caso de la ergofobia estamos hablando de un trastorno clínicamente diagnosticada que se manifiesta en este rechazo irracional a nuestro propio trabajo. Un tipo de ansiedad específico que tiene consecuencias muy duras duras para el que la padece.
Los sujetos aquejados de ergofobia suelen definir este pánico como el miedo a acudir al puesto de trabajo, que se manifiesta en ‘inacciones específicas’, por ejemplo, una parálisis, dolorosa ante la idea de realizar ciertas tareas. De modo que no solo se manifiesta como un miedo genérico al puesto de trabajo, del que el afectado es consciente. También puede derivar en un pánico incontrolable a emprender la mínima acción dentro de una oficina o al trabajo manual, en otro tipo de entorno (una fábrica, por ejemplo). El resultado: muchos de los que la padecen pierden su trabajo.
Obviamente, la ergofobia acarrea la mayoría de los síntomas típicos los trastornos de ansiedad. Suele golpear a los enfermos en sus relaciones con otros compañeros de trabajo. Es, por así decirlo, una hija sana del Capitalismo. La frecuencia cardiaca se dispara, aumenta el sudor o aparecen las náuseas. La visión de túnel y los pensamientos en bucle hacen acto de presencia y al afectado suele inundarle una negatividad amenazante que pone su cuerpo en un estado de alerta, sin contar con la perdida de concentración, que suele acompañar a los pensamientos circulares. El ergofóbico suele culparse por no estar a la altura de su puesto (incluso por errores insignificantes o fallos que no ha cometido) y elaborar un discurso que, a pesar de ser consciente de su irrealidad, le lleva a una parálisis dolorosa. ‘Me van a echar’. ‘No voy a llegar a tiempo’. ‘Mi jefe me odia’.

J.H. perdió su trabajo en una consultoría porque empezó a padecerla. “Solo me fue mejor cuando empecé a ir a la terapia y le puede explicar a mi psicóloga lo que me pasaba, aunque fue ella la que puso las palabras que yo necesitaba para entender. Una de las cosas que peor llevaba era el hecho de no poder contestar cuando mi jefe me preguntaba. Se me ponía todo el cuerpo rígido como un palo’.
Tratamiento
Por qué se sufre la ergofobia, cómo se origina, no está del todo claro. Médicos y psicólogos suelen atribuir sus causas a un miedo al fracaso gestado en experiencias traumáticas como el Bullyng o a estados que se originan a raíz de cierta ansiedad social: el miedo a hacer el ridículo, a hablar en público o a enfrentarse a los procesos propios de la búsqueda de empleo, como las entrevistas, tener que ‘vencer’ a otros candidatos. También se la suele relacionar con estados depresivos previos que mutan sin previo aviso hacia esta fobia específica, y sin olvidar los factores hereditarios.

Como cualquier trastorno de salud mental, existen grados entre lo que es algo pasajero y un cuadro clínico. No es lo mismo sufrir un ataque de temor esporádico que una parálisis continua, con consecuencias graves en nuestra vida. Dado ese caso, lo más urgente es buscar ayuda profesional en la psicoterapia o consultar a un psiquiatra que pueda realizar un diagnóstico más acertado, elaborar un tratamiento y prescribir ansiolíticos.
Ponerse en manos de profesionales siempre es el primer paso para la curación.