Cuidado con el calor: trabajar a más de 35º puede hacer que el estrés térmico afecte negativamente al cuerpo


El cambio climático puede incrementar la temperatura a la que ciertos trabajadores realizan sus tareas
Los sindicatos piden desde hace tiempo que el estrés térmico empiece a considerarse como enfermedad profesional
La idílica imagen del verano, para el que trabaja y para el que no, es una oficina con acondicionado, una piscina espejeante con los chillidos de los niños recorriendo la superficie, una cerveza en la mano y el pie contorsionándose para probar la temperatura del agua, todo al mismo tiempo. Es lo ideal. 21º de brisa y cerrar de ojos.
Eso sí, si te toca trabajar en la sartén que son ciertas zonas de España durante nuestros hermosos veranos de chicharras y asfalto chicloso, es mejor que te familiarices con un término habitualmente empleado en el diccionario de los riesgos laborales: estrés térmico, o golpe (mortal) de calor.
MÁS
Te contamos qué es y, sobre todo, cómo prevenirlo.
La definición de estrés térmico
Por lo general, estamos ya muy familiarizados con ciertos términos negativos dentro del entorno de trabajo. Mobbing, estrés laboral, ansiedad, síndrome del millennial quemado, depresión, carga familiar, conciliación. Pero no son todos. ¿Y en los trabajos puramente físicos?
En determinados entornos laborales donde no es posible enfriar el espacio de ninguna manera cuando llegan los rigores del verano conocen bien el término ‘estrés térmico’, que curiosamente también se utiliza para hablar de cómo sufren materiales como el vidrio. A partir de cierta temperatura, el vidrio se quiebra, y una vez rebasamos otra, los humanos empezamos a licuarnos por dentro.
Peligroso enemigo
El asunto es bastante serio. Las empresas (al menos, las que no se merecen un multón) gastan muchos miles de euros cada año en acondicionar los horarios y entornos de trabajo de sus trabajadores para no sufrir mayores percances. Si estás sindicado, será una de las primeras lecciones que aprenderás en cualquier cursillo de prevención de riesgos laborales: hay que cuidarse muchísimo del calor, ya que te puede hacer polvo y hasta matarte (literalmente). A partir de cierta temperatura, el organismo tiene mucha más facilidad para el pantallazo azul tan propio de la informática. KO.
No cuesta demasiado imaginar en qué sitios puede darse con más facilidad este golpe y uppercut de calor: cocinas de restaurantes, panaderías, invernaderos, fábricas, fundiciones…. En nuestra burbuja de los 21º, ni nos imaginamos la cantidad de curros donde los trabajadores no tienen posibilidad de bajar la temperatura a la que faenan ni siquiera un poco. A esto hay que sumar la situación especial que vive ahora mismo el planeta por el cambio climático y cómo la temperatura en aumento de la Tierra puede ponérselo difícil a los trabajadores de ciertos sectores.
Causas del estrés térmico
El estrés térmico ataca cuando nuestro cuerpo no es capaz de adaptar su temperatura a la del lugar en el que está. Las condiciones son variadas, una a una o en ejército: sitios con pésima ventilación, espacios mal refrigerados, llevar ropa de trabajo que transpire mal, una fuente de calor externa que suma su temperatura a la del lugar, no hidratarse lo suficiente.
A partir de cierto momento, nuestro cuerpo dice basta ‘basta’. A esto se le llama: carga de calor, la que los trabajadores van acumulando poco a poco al realizar sus tareas. Ni siquiera los mecanismos del cuerpo para combatirlo (sudar) son suficientes. El estrés térmico pone al cuerpo al límite: lo deshidrata por la secreción excesiva de sudor, dispara la frecuencia cardíaca y el organismo ya no puede autorregular su temperatura de ninguna forma. La pájara viene, y nos tumba.
Los síntomas pueden empezar de forma leve y crecer exponencialmente: mareo, desorientación, somnolencia, sed extrema, calambres musculares, náuseas. Es importante estar atentos para apartar a la persona de sus labores y solicitar atención médica, porque de otro modo puede llegar lo grave: pérdida de conciencia, convulsiones, e incluso la muerte.
De lo que se deriva, por supuesto, el aspecto más crónico del enemigo: el estrés térmico puede intensificar además enfermedades previas del trabajador, como la diabetes o las afecciones cardíacas.
Si te hablábamos antes de sindicatos, otra de las cosas que te enseñarán es que lo que antes se llamaba ‘darte una pájara’ tiene que ser considerado sí o sí como enfermedad profesional.
Cómo combatirlo
Si eres uno de los afortunados en la lotería de la muerte por calor, atiende a estos últimos consejos. Para combatir el estrés térmico es básico hidratarnos y ventilar el organismo: dejar de trabajar inmediatamente, quitarnos la ropa de trabajo, refrescarnos la frente y las muñecas, ponernos en un lugar fresco y en sombra.
Lo mismo ocurre, por supuesto, si no lo sufrimos aún pero tenemos que trabajar en un sitio proclive a albergar esta bicha: pedir a la dirección que proporcione agua fresca de manera habitual, asegurarnos de que la ropa de trabajo que se nos ha dado es idónea (y transpira bien), usar ventiladores para bajar la temperatura un poco o bien parar las máquinas si el entorno de trabajo se pone más o menos al nivel de las calderas de Pedro Botero.
Las empresas tienen que asegurarse de que el entorno de trabajo no es una amenaza para sus empleados, y si no lo hacen, es hora de denunciar.