Confianza y lealtad: la importancia de guardar un secreto entre amigas

Hay que distinguir entre los secretos y la vida privada
A veces, los secretos te colocan en posturas muy incómodas
Hay una norma no escrita que regula todos los grupos de amigos y obliga a que, en cada pandilla, haya alguien que airea las intimidades de todos sin pudor y otro que nunca suelta prenda, que guarda todo lo que le ocurre del ojo ajeno. Eso está ahí, impregnándolo todo, en las barras de los bares (ahora chats de Skype), en los pisos compartidos, en los grupos de WhatsApp. Echando un vistazo a tus propias relaciones, verás que la intimidad no siempre se comparte de forma simétrica: a veces eres tú quien da más información, y en ocasiones eres quien la recibe.
Pero la cuestión aquí no es cuánto dices, si no, una vez compartida, qué hace la otra persona con esa información. Es decir, ¿se puede ser un buen amigo y un bocazas integral? ¿Dónde está el límite entre el cotilleo y la traición? En estos días de cuarentena, en los que daríamos a nuestro hijo primogénito por un buen chisme, en Yasss te contamos por qué es importante saber guardar un secreto a tus amigas. Allá va.
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Secretos vs vida privada
Ya lo contábamos hace unas semanas: un estudio reciente de la Universidad de Columbia aseguraba que guardar secretos tiene un coste altísimo en nuestra salud mental, en nuestra conducta e interacciones personales y casi también en nuestra piel (¡produce muchísimo estrés!). Así que, considerando la importancia de liberarte de carga emocional, lo mejor es no guardar muchos secretos a la gente de nuestro entorno más cercano. Ahora bien, esto no quiere decir que compartas todo lo que pasa en tu vida con tu mejor amigo.
Un secreto no es lo mismo que nuestra vida privada: lo primero es una información que viene de fuera, lo segundo es algo mucho más personal, y no tenemos por qué hacer partícipe a quien no queramos. También hay distintas categorías dentro de los secretos. Por supuesto, no es lo mismo que tu amiga cuente que te liaste con tu ex una noche, ridiculizándote, a la tesitura en la que la colocas si le cuentes que has matado a un perrito.

Cada circunstancia es excepcional y hay que estudiarla con todos los parámetros: los que le han llevado a contar tu secreto y los que han provocado en ti esa reacción. ¿Es por la traición o por lo que puedan pensar los demás de ti? Aunque el daño esté hecho, quizás preguntarte esto te coloque en un sitio desde donde sea más fácil gestionar la situación.
Las razones que escondes
Guardar información que nos afecta a gente cercana ya es un tema lo bastante peliagudo como para encima preocuparnos de que esa información se difunda. Según lo explica la psicóloga del centro Área Humana, Natalia Franco, en su web, cada persona tiene tres niveles de existencia: el más externo o el personaje, que es la imagen con la que nos presentamos a otros, el yo cotidiano, que es la versión que presentamos a aquellos con los que convivimos, y el último nivel, más escondido, donde aguarda todo aquello que no queremos que trascienda.

“Sin embargo, el ser humano casi siempre necesita un testigo a quien confiar aquello que no debe saberse”, explica. “Aquí empieza la dificultad y el peligro”: el amigo, la pareja o el familiar en el que confiamos para liberar parte de la carga emocional, para reducir el estrés. Pero, si confiamos en ellos para que no juzguen lo que consideramos negativo, ¿por qué no queremos que los conozca otra gente?
En ese sentido, la psicóloga establece los motivos más habituales para guardar secretos, que no son otros que la inseguridad o la “expresión de la fragilidad”, la confidencia (“los motivos que nos ‘obligan’ a compartirlo”) o la falta de seguridad en la información que tenemos. Desde luego, aquí también entra en juego nuestra tendencia sobre la intimidad, nuestro perfil y nuestros miedos, y todos ellos deberían ser tomados en cuenta cuando preguntamos “¿te puedo contar una cosa?”.
¿Y qué si lo cuentan?
Una vez dicho esto, y como no siempre se puede calcular el efecto que tendrá en la persona que nos ha contado el secreto que nosotros lo larguemos, quizás lo mejor es no contar a nadie lo que te dicen en privado. Ahora bien, es cierto que, cuando hay terceras personas involucradas, se te coloca en una situación muy complicada. Imagina que el secreto afecta a otra de tus amigas, pero te piden que no digas nada. Una infidelidad, un despido, un robo… ¿qué harías? Ahí, la decisión depende de tu moral, y no de la confianza que haya depositado en ti la persona que te lo ha contado.
Vamos a ser sinceros: en el fondo, cuando explicamos algo que puede comprometernos, somos conscientes del riesgo de que nos delaten. Está ahí y cargamos con ello. Ahora bien, cuando la información empieza a correr nos ponemos en lo peor (todo el mundo se va a enterar, es el fin de mi vida, qué vergüenza volver a la calle), cuando, según los estudios, casi nunca es para tanto. Cuando una confidencia se empieza a divulgar en círculos pequeños se convierte en rumor, y aunque se da a conocer a más personas, pierde veracidad. Piénsalo: ¿Acaso tú confías tanto en lo que ves como en lo que te llega de rebote?

Dicho esto, contar o no un secreto depende de la respuesta que des a una serie de preguntas, como un libro de ‘elige tu propia aventura’. Por ejemplo, ¿esconder el secreto te afecta de alguna forma, o afecta a alguien? Si la respuesta es que sí, siempre puedes contarlo y atenerte a las consecuencias. Pero si tu amiga te ha contado algo personal, algo privado, cuídate de no decir nada. Piensa: ¿Cuál es el objetivo que persigues al contarlo? ¿Qué consecuencias va a acarrear? Y, sobre todo, ¿qué quiero conseguir faltando al compromiso al que he llegado con mi amiga? La mayoría de las veces, plantear estas tres cuestiones te disuadirán de soltarte de la lengua con la tercera cerveza.