Misión imposible: hacerse cosquillas a uno mismo es algo inalcanzable

Las cosquillas son una sensación placentera, súbita e inesperada, que se produce en ciertas partes del cuerpo especialmente al ser tocadas con suavidad de manera imprevista por otra persona
Seguro que más de una vez te lo has planteado: ¿por qué tenemos cosquillas en el cuerpo? ¿Por qué hay personas que son más sensibles a ellas y otras no tanto? ¿Por qué nos reímos cuando alguien nos hace cosquillas, pero necesitamos que alguien nos las haga? Y sobre todo… ¿Por qué no podemos hacernos cosquillas nosotros mismos?
En muchos sentidos las cosquillas siguen siendo un auténtico misterio. Desde su propio significado, al proceso por el cual se producen, pasando por el efecto que nos provocan al recibirlas y que no podemos evitar. Todos estos aspectos suponen un reto y un punto de interés para neurocientíficos de todo el mundo.
MÁS

Las cosquillas son una sensación placentera e inesperada, que se produce especialmente en ciertas partes del cuerpo al ser tocadas con suavidad de manera imprevista por otra persona. Sabemos que cuando éstas se producen, se activa la corteza sensorial, una parte de nuestro cerebro, que es la que se encarga de procesar las sensaciones como la del tacto.
Vamos a hacer un experimento muy fácil: siéntate, relájate, quítate los zapatos y los calcetines y acaríciate la planta del pie con una pluma o algún objeto que tengas a mano, suave. Luego, pídele a un amigo o amiga, que te haga lo mismo. Si eres como la mayoría de la gente, que apostamos a que sí, cuando lo hagas tú no sentirás nada, sin embargo, cuando te lo haga otra persona no podrás evitar dar saltos y automáticamente aparecerá en ti la risa.
Pero esto solo sucede cuando alguien nos toca por sorpresa en ciertos lugares, como la barriga, los pies o las axilas. Entonces un nerviosismo estimulante se activa en nuestro cuerpo y nos recorre el cuerpo, empezamos a dar saltos y se nos escapan carcajadas, sin poder controlarlas. Es decir: para sentir cosquillas es imprescindible que alguien nos toque y las provoque, nosotros no podemos hacernos cosquillas a nosotros mismos.

Si llevas años intentando hacerte cosquillas a ti mismo, déjalo, de verdad. En serio. No solo porque es deprimente y puedes dar un poco de miedo si alguien te ve, sino porque es imposible que lo consigas.
Un estudio de la University College de Londres ha podido demostrar que una parte del cerebro puede predecir las sensaciones cuando nosotros mismos las causamos, pero esto no siempre ocurre cuando lo hace alguien ajeno. Este es el quid de la cuestión. Así lo explica en su informe la neurocientífica Sarah-Jayne Blakemore a 'Scientific American': "Cuando alguien intenta hacerse cosquillas a sí mismo el cerebelo predice la sensación, y es cuando cancela así la respuesta de otras áreas del cuerpo a las cosquillas. Por lo tanto, no existe reacción a esta sensación".
Después de analizar los resultados del informe, Blakenmore se dio cuenta de que el cerebelo predice los movimientos del cuerpo y envía una segunda señal para que no reaccionemos de manera adversa a los efectos de este movimiento. Así, cuando nos hacemos cosquillas a nosotros mismos, no sentimos las mismas sensaciones que cuando alguien más lo hace, porque ya sabemos lo que vamos a hacer, y nunca mejor dicho, no tiene gracia.

Es decir, el cerebelo que, es la parte del cerebro que controla el control motor del cuerpo, sabe perfectamente dónde está tu mano, y también sabe que vas a intentar hacerte cosquillas con ella. La predicción de esta sensación hace que se anule por completo la acción que queremos conseguir, este es el motivo por el que tú no puedes hacerte cosquillas. Porque ya no es ninguna sorpresa o algo incontrolable. Tu cerebro sabe que no es una amenaza, y entonces no reacciona. Ahora ya sí está más claro.
Y es que ser capaces de diferenciar entre nuestros movimientos y las acciones de otra persona, o elemento externo, es una parte básica de nuestra conciencia sobre nosotros mismos y de nuestros actos. Esto, aunque a priori parece algo simple, se trata de un aspecto de la conciencia humana, que ni los más sofisticados robots pueden replicar.

Por divertido o agradable que sería que pudiéramos hacernos cosquillas a nosotros mismos, la razón por la que no podemos hacerlo y por la que no podremos hacerlo nunca es porque el cerebro ha sufrido adaptaciones destinadas a optimizar el modo en que entendemos el mundo que nos rodea y nos relacionamos con él. Es de vital importancia, hasta para la propia supervivencia humana, que seamos capaces de distinguir si una experiencia es consecuencia de nuestros propios actos o de alguna fuerza externa.
Puestos a imaginar, imagínate que nuestro cerebro pensara que todo lo podemos controlar nosotros mismos… lo único que conseguiríamos es ser blanco fácil para los depredadores. Si no, ponte en esta situación: vas por el bosque y oyes un chasquido tras de ti, si tu cerebro pensara que es provocado por una rama que has pisado y en realidad fuera un animal salvaje, éste acabaría contigo antes de que te dieras cuenta. ¡Por eso es importante que nuestro cerebro nos alerte de estímulos provocados por otros, y las cosquillas, amigo, es uno de ellos!