Helados para superar una ruptura, ¿realmente mejoran el estado de ánimo?


Las comedias románticas se empeñan en mostrar los helados como la salida más práctica a una ruptura amorosa. Pero, ¿realmente tienen algún efecto en nuestro estado de ánimo?
Pocas cosas señalan tanto una ruptura como una manta y un bote de helado vacío en la mesa del salón. Lo hemos visto en cientos de películas: desde ‘El diario de Bridget Jones: Sobreviviré’, en la que la inglesa trata de curar su corazón roto de la mano de sus inseparables amigos Ben & Jerry’s, en ‘Las chicas Gilmore’, con Rory asumiendo sus fracasos pegada a una cucharada sopera, o en ‘Scary Movie 3’, donde Anna Faris y Regina Hall se aferran, de forma mucho más dramática, a una tarrina del tamaño de una maceta grande.

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Pero, ¿acaso ayuda el helado a superar rupturas? La respuesta más lógica parece ser no, pero existen una serie de razones por las que los corazones rotos se arrastran hasta el cajón más bajo del congelador como zombies. La psicóloga especializada en alimentación Jen Bateman explicaba, en una entrevista con el Huffington Post, que podría tratarse de una cuestión de nostalgia. “Ciertos antojos se relacionan con experiencias que viviste comiendo estos alimentos”, explicaba. “Las personas a las que les han ofrecido helado como distracción o las que tienen buenos recuerdos comiendo helados en el pasado, tienen más probabilidades de sentir antojos cuando se encuentran en esas situaciones”.
¿Es la grasa, es el azúcar o está todo en la cabeza?
Las comedias románticas nos han dicho que las mujeres deben superar una ruptura con helado y dulces, y los hombres con todo el alcohol que puedan tomar en la barra de un bar. Más allá del sesgo de género, parece que los alimentos grasos no nos ayudan a sentirnos mejor. Al menos, así lo muestra un estudio publicado en la revista ‘Health Psichology’, del que se hizo eco el Daily Mail, en el que varios psicólogos estadounidenses trataron de averiguar si los helados, gominolas o pizzas realmente ayudaban a los que se sienten afligidos.

Para ello, seleccionaron a 100 universitarios y les hicieron escoger los alimentos que más les apetecían, una lista que llenaron casi al completo con comida basura. Más tarde, les metieron en una sala para ver películas dramáticas, rebajando su estado de ánimo, y después les dividieron en dos grupos: a unos les dieron productos de los que habían incluido en la lista, y otros recibieron alimentos mucho peor considerados para los estudiantes. ¿El resultado? Todos ellos se sentían mejor, independientemente de lo que hubiesen ingerido.
La segunda prueba fue todavía más interesante. Los investigadores dividieron al grupo en dos; al primer subgrupo les dieron alimentos de los que habían enumerado en la lista, mientras que el segundo no recibió absolutamente nada. En esta ocasión, todos los estudiantes mejoraron su estado de ánimo, por lo que la conclusión fue que la comida basura no tiene, ni de lejos, el efecto que solemos atribuirle.
Entonces, ¿por qué nos sentimos mejor?
Ahora bien, que este estudio muestre que no la comida basura no mejora directamente nuestro estado de ánimo, no quiere decir que después de ingerirla no nos sintamos mejor. En el caso del helado, contiene dos sustancias que el cerebro tiende a identificar como premios: por un lado, grasa, y, por el otro, azúcar. Pero parece que este producto, por sí mismo, tampoco produce demasiada satisfacción.

Un estudio de 2012, realizado por Kyle S Burger y Eric Stice y publicado en la Revista americana de nutrición clínica, sugiere que este alimento no nos hace particularmente felices. Los investigadores hicieron que los sujetos de su estudio bebiesen batidos de chocolate a base de helado y, mientras lo hacían, analizaron las reacciones de sus cerebros. La conclusión fue que “el consumo frecuente de helados, independientemente de la grasa corporal, está relacionado con una reducción en la intensidad de la reacción del sistema de recompensa en el cerebro de los humanos, similar a la variación de tolerancia que se observa en la drogodependencia”. Para estos investigadores, la clave está en cómo se adapta el organismo a los productos que consumimos habitualmente, como el alcohol, el café o los dulces.
Con el helado ocurre lo mismo. Como mostraba Bridget Jones, una vez se pasan los efectos iniciales del chute de azúcar, las siguientes cucharadas no son tan reconfortantes. Con otros tipos de comida, ya sea esta basura o más sana, como frutas o verduras, tampoco parece que vayamos a obtener el subidón necesario para recuperarnos de una ruptura. Si necesitamos estar ocupados, lo mejor es hacer actividades (desde el deporte a la pintura, todo vale), y dejar a un lado la comida, para evitarnos más problemas de los necesarios.
