Las relaciones tóxicas son más habituales de lo que parece pero se pueden identificar


Las relaciones abusivas no se reducen al ámbito de la pareja
Pueden afectar a la pareja y dejar secuelas psicológicas
Hemos aprendido que, “quien bien te quiere, te hará llorar”. Vaya basura: el amor no justifica todo, y una relación de pareja no tiene por qué ser dolorosa. Jamás. Pero cada vez vemos más relaciones abusivas en nuestro entorno y en todos los ámbitos: de pareja, amistades, familiares… Son relaciones que enganchan, duelen y de las que suele ser complicado salir.
Lo veíamos recientemente en 'Skam España': la simpática e inteligente Nora empieza a salir con el guapo y popular Miquel, que poco a poco la aislaba de sus amigas y anulaba su identidad. A lo largo de las semanas, la chica ha sido profundamente infeliz y nadie sabía cómo ayudarla: salir de la relación exigía de su voluntad, como mostraba la ficción (quizás la que mejor ha descrito hasta ahora una relación tóxica en la televisión española).
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En el caso de las parejas, en las relaciones tóxicas suelen darse conductas que cuestionan el respeto, la comunicación, la confianza o la aceptación. Si es así, hay que ponerle límites. En Yasss hemos hablado con algunos psicólogos para que nos den soluciones.
¿Qué está pasando?
Si las personas de una pareja son muy diferentes, podemos caer en la tentación de tratar de imponernos sobre la otra persona, para hacerle ver que le iría mejor si fuera de otra manera. Son situaciones insostenibles que generan sufrimiento, ya que la otra persona no puede mostrar cómo es. Además, “uno tampoco será feliz con alguien a quien no admira o que sueña que un día sea diferente”, contaba la psicóloga especialista en dependencia emocional Silvia Congost al diario La Vanguardia.
"Si de verdad quieres cambiar no soy la persona para ayudarte. Tienes que buscar ayuda de verdad, un psicologo o algo asi pero yo no."
— ari (@judecxrdan) 5 de marzo de 2020
Las mujeres no son responsables de hacer cambiar a los hombres. No podemos cambiarles. Si lo hacen, tiene que ser por ellos mismos #skamespaña pic.twitter.com/bVNNOZz5tN
La terapeuta, que ha trabajado mucho en el ámbito de las relaciones románticas sanas, pone el foco en la dependencia y la manipulación, muy frecuentes en una relación tóxica. Una de las partes de la pareja tenderá a manipular a la otra, que se termina sometiendo. La empatía, explica Congost, también puede ser un arma de doble rasero: el entender a la pareja y ponerse en su lugar constantemente (si la respuesta de la otra persona no es equivalente), puede hacer que justifiques cosas que te hacen daño.
Algunas señales
Estas señales no indican que estés (o no) en una relación tóxica, pero pueden ayudarte a identificarlas. Por ejemplo, las personas en una relación tóxica comienzan a estar desmotivadas y desganadas con la relación y con su rutina, no se sienten queridas o se esfuerzan constantemente en demostrar su valía respecto a su pareja. Esto suele acompañarse con un sentimiento de soledad. También afecta a la vida sexual, que deja de ser activa o satisfactoria.
¿Sientes que tu vida gira alrededor de la otra persona o de vuestra relación? ¿Crees que tu pareja te descalifica o que su forma de ser te entristece y empequeñece? Entonces, es hora de poner medidas.
Qué hacer
Si has identificado uno de estos comentarios en tu pareja, deberías tratar de hablarlo con él o ella, pero siempre en positivo. “Mira, me siento así y creo que es por esto…”. Ya sabes, tener vocación y voluntad para comenzar a modificar patrones en la relación. Es una conversación dura, pero si crees que puede salvar a la pareja, merece la pena tenerla.
El problema es que, muchas veces, la otra persona no aceptará esta crítica, y lo omitirá o tratará de darle la vuelta para que parezca que lo has imaginado tú. Esto, explican los psicólogos, puede producir muchos más daños en la autoestima. En muchos casos, cambiar estos compartimientos dependerá de ir o no a terapia, y en ocasiones no habrá alternativa a cortar la relación, por mucho que os queráis.
El caso de Lidia
Hace un par de años, Lidia (19 años) consiguió que el chico que le gustaba se fijase en ella. “Después de pasarme todo el verano subiendo fotos a Instagram, respondiendo a sus historias y escribiendo tweets cuando estaba conectado, por fin me hizo caso”, cuenta entre risas. En septiembre quedaron por primera vez. Después vinieron muchas más.

“Era un compañero del instituto y a mi me gustaba mucho, pero casi no habíamos coincidido”, explica la chica. “Yo le veía guapísimo y muy listo, además de muy divertido. Empezamos a salir y estuvimos un par de meses genial, yo estaba supercontenta. Pero en Navidad, la cosa se puso rara. Yo había dejado de lado a mis amigas cuando empezamos y quise disculparme, volver a verlas. Eso a él le sentó fatal”.
“Quería hacerme sentir mal por salir con otra gente, decía que le estaba dejando de lado”, añade. “No era verdad, porque nos veíamos cuatro o cinco días de la semana. Poco a poco, yo empecé a estresarme. No sabía qué hacer, sentía que hacía daño a todo el mundo y él, que no tenía otra gente con la que salir, empezó a hacerme chantaje emocional. Si no hacía lo que él quería se ponía triste o se enfadaba conmigo”, recuerda Lidia.
Todo terminó a las pocas semanas, cuando la chica tuvo una crisis de ansiedad tan fuerte que sus padres le llevaron al psicólogo. “Me diagnosticaron un cuadro de ansiedad, y mi psicóloga me ayudó a entender que esta relación era parte de mi estrés y mi infelicidad”, cuenta. “Me dolió mucho, porque le quería, pero tuve que dejarle, y me alegro de haberlo hecho. Al principio me costó mucho, pero esa relación me trajo muchos problemas de autoestima y ahora estoy mucho mejor”.