El lenguaje inclusivo entra en la RAE: por qué es importante reflejar la diversidad en la lengua

El género gramatical de las palabras en español ha tenido una relación tensa con el sistema sexo-género de las personas
Mucha gente no se ve representada por palabras masculinas ni femeninas, ¿cómo se visibilizan?
La RAE ha incluido el pronombre "elle" en su Observatorio de Palabras para atender al lenguaje inclusivo, un paso que podría llevar a estudiar la aceptación del lenguaje inclusivo para quienes no se identifiquen con "el" o "ella"
¿Es niño o niña? Si los fetos pueden escuchar desde el interior del vientre de su madre, esta es probablemente la pregunta que más escucharían. En un momento en el que el género como sistema de pensamiento está en cuestión, y en el que las identidades no binarias cada día tienen más presencia y representación en los medios de comunicación y en las artes narrativas como la literatura o el cine, la primera marca de binarismo a la que se nos somete empieza a chirriarnos. La vocal que separa a niño y niña constituye los cimientos de una enorme carga de género que, en la mayoría de los casos, permanece intacta toda la vida. ¿Nos define realmente una u otra letra?
Desde hace un par de décadas, el género gramatical de las palabras en español ha tenido una relación tensa con el sistema sexo-género de las personas, puesto que en nuestra lengua (al contrario que en otras como el inglés) prácticamente todos los sustantivos y adjetivos son masculinos o femeninos, y la marca de diferenciación suele ser esa última vocal. El lenguaje, que configura nuestro modo de relación con la realidad, no escapa al patriarcado. Por eso, el género gramatical masculino siempre ha tenido un mayor uso y reconocimiento, hasta el punto de que su uso se considera genérico; es decir, engloba a todos los géneros.
MÁS

Nuestro idioma, como elemento configurador de una sociedad que es bastante machista, invisibiliza la diversidad a través de una sencilla operación: el masculino siempre gana. Solo así se explica que, hablando desde un punto de vista académico, en una reunión de treinta mujeres y un hombre sea correcto decir "nosotros". Frente a esta incoherencia sexista, varias alternativas han ido surgiendo con mayor o menor suerte a lo largo de los últimos años. A nivel institucional, el desdoblamiento es la opción más extendida. De los alumnos y alumnas a los ministros y ministras, visibilizar los dos géneros gramaticales parece una decisión justa. Sin embargo, incluir el femenino como adhesión al masculino sin cuestionar el papel de ambos en el lenguaje es una oportunidad perdida para reflexionar sobre cómo nos configura el idioma que hablamos.
Parole, parole
Las palabras son unidades de sentido sin forma, color o materia, pero todos sabemos que pueden provocar efectos muy poderosos. El tono, el momento o la forma en la que se dicen o escriben las convierten en tabla de salvación o en arma afilada. Nuestra relación con las palabras es determinante, pues a través de ellas explicamos el mundo y nos explicamos a nosotros mismos. Por eso, las luchas sociales van casi siempre aparejadas a debates dialécticos y al cambio de significado de algunos vocablos.
Romper la relación género gramatical-identidad de género es un desafío de base al sistema cisheteropatriarcal. Por ejemplo, usar el femenino genérico (todas, nosotras, juntas) independientemente del género de los hablantes o interlocutores, provoca normalmente un momento de extrañamiento, hace que pongamos atención sobre cómo decimos las cosas además de sobre las cosas que decimos. Quienes se oponen a la transgresión en la lengua suelen argumentar que este ejercicio es antinatural. Asumen que el masculino para todo no es producto de una herencia cultural concreta, sino que invisibilizar a las mujeres y a los géneros no binarios es describir las cosas como son.

Pero no hay ninguna palabra o ningún uso de la lengua más natural que otro. Todas las palabras son invenciones abstractas que llegan a un estándar para que nos podamos entender con los demás. Una historia profundamente machista y patriarcal ha moldeado el lenguaje a través de los siglos, incluidas las normas de ese propio lenguaje que ahora dictan qué está bien o mal dicho. Es más, en nuestra habla hay presentes muchas transgresiones del lenguaje de objetivo político. Si hoy nos suena bien y la RAE recoge 'presidenta', es porque esa palabra ha sido objeto de una conquista. En principio, 'presidenta' debería sonarnos tan mal como 'diferenta' o 'amanta', pero su uso continuado la ha convertido en una palabra más. Concretamente, una palabra poderosa que manifiesta que las mujeres pueden presidir.
Géneros neutros: @, x, e
El debate ahora mismo es cómo representar en nuestro lenguaje a los géneros no binarios. Siguiendo la asociación entre géneros gramaticales y humanos, mucha gente no se ve representada por palabras masculinas ni femeninas. Visibilizar las identidades de género fluidas o disidentes en el lenguaje ha llevado a varios intentos de actualización del mismo. Al principio se usó la arroba, en unos años en los que este signo ortográfico se asociaba a la tecnología y el progreso. Sin embargo, la idea de que la @ es la combinación de una o y una a (además del hecho de que su propia naturaleza como signo de puntuación y no de letra) complicaba las palabras y no acometía su función neutralizadora de género. Hoy su uso está ampliamente mal visto.

Una opción que durante años sí ha sido y sigue siendo la usada por muchas personas y organizaciones es la equis en lugar de la vocal que marca el género. Si aes y oes tienen como objetivo fijar el género de la palabra y de la realidad que designa, la equis representa la indeterminación, la ausencia de fronteras. En una equis cabe todo: cualquier vocal, cualquier identidad. A nivel práctico, su uso es solo factible en el lenguaje escrito, puesto que oralmente no hay modo de pronunciar la x como vocal (ni es su cometido político ser sustituida por una sola opción). Además, las tecnologías de lectura de textos para personas invidentes no procesan este uso de las equis.
Por eso, las identidades de género no binarias han acabado por acudir a la propia lengua para resolver la cuestión. En el uso estandarizado del español, la e es la más neutra de las vocales. Aunque los sustantivos son siempre masculinos o femeninos, muchos adjetivos acaban en e y sirven para cualquier género gramatical (triste, diferente, breve). Partiendo de aquí, se propone una evolución del lenguaje hacia la desaparición de marcas patriarcales en su uso, a través de esta letra que se puede pronunciar y escribir sin problemas y que ha estado con nosotres desde el principio.

Por supuesto, enfrentarse a una base del lenguaje tan profunda como los géneros gramaticales significa un esfuerzo consciente por parte de los hablantes. Pero lo que no nombramos no existe, y del esfuerzo colectivo de todes dependerá que muchas personas que tenemos a nuestro alrededor sean o no visibles. Porque existir, siempre han existido.