Misofonía, el trastorno que convierte los sonidos cotidianos en una pesadilla


Se trata de un trastorno más habitual de lo que creemos: puede afectar hasta al 20% de la población.
A las personas con misofonía les molestan los ruidos cotidianos, pero no hay que confundir este trastorno con la hiperacusia, que hace que quien lo sufra escuche todo mucho más alto de lo normal.
Estás en una comida familiar, un cumpleaños muy grande, y no ves el momento de pirarte. No porque tu tío sea particularmente plasta o porque te lleves especialmente mal con tu prima, si no porque el mero hecho de escucharles masticar te da ganas de arrancarte las orejas de cuajo. ¿Te suena? Es una afección bastante más habitual de lo que pensamos y se llama misofonía.
A las personas con misofonía no solo les afecta escuchar comer a otras personas (no tienen por qué ser particularmente ruidosas), sino que hay muchísimos sonidos del día a día, como el click de un bolígrafo o el sonido al pulsar el teclado de un ordenador, que pueden generar niveles altísimos de ansiedad, ira o pánico. En Yasss te contamos todo sobre esta afección.
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NO PUEDO ESCUCHAR MASTICAR A OTRA PERSONA DIOS QUE COSA MOLESTA
— mikita (@MicaHalpin) 18 de abril de 2017
El terrible sonido
La misofonía no es otra cosa que el desencadenante de emociones irracionales ante determinados ruidos repetitivos que producen otras personas, aunque se escuchen muy bajito. Normalmente se responde con molestia, pero hay un amplio rango de emociones que pueden desembocar hasta la ira. ¿Te alteran, sin que puedas controlarlo, los sonidos cotidianos de otras personas, como masticar, sonarse o toser? ¿Nadie a tu alrededor los siente? No tiene por qué ser una reacción intensa o desmedida, pero te cambia el estado de ánimo sin que puedas hacer nada.
¿A cuántas personas afecta esta enfermedad? Un estudio de 2014 aseguraba que al 20% de la población. El ‘odio al sonido’ también se conoce, cuando la hipersensibilidad solo se produce con sonidos por debajo de una conversación normal (alrededor de los 50 decibelios) como Síndrome de Sensibilidad Selectiva al Sonido (SSS).

Aunque el término fue acuñado por los neurocientíficos estadounidenses Pawel y Margaret Jastreboff hace ahora 20 años, no fue hasta 2013 cuando se clasificó como un desorden psiquiátrico. Pese a ello, todavía no se toma muy en serio a quien lo sufre: cuando alguien manifiesta que le molesta el sonido que hace otra persona, por ejemplo, al tragar, se le suele decir que es muy susceptible, y se le hace sentir que la culpa de que sientan esa molestia no es de otra persona más que suya.
No hay que confundir este problema con otro trastorno, la hiperacusia. En el caso del primero, el afectado no tolera sonidos desagradables, mientras que el segundo trastorno hace que la persona escuche todo mucho más alto de lo normal, causando un intenso dolor.

¿Qué pasa entonces?
Julia (24 años) dice tener este problema desde hace casi diez años, aunque nunca ha pedido un diagnóstico: “Desde la adolescencia me molesta comer con gente, sobre todo con mis padres, aunque creo que es porque vivo con ellos. Es un problema que no te deja hacer otra cosa: si estoy en una mesa comiendo con gente y escucho a alguien mascar, ya no me puedo fijar en otra cosa”, cuenta la chica.
La respuesta de su cuerpo, explica, no suele pasar de ahí, aunque reconoce haber ido a más en algunas ocasiones: “A veces, me frustra tanto que esas cosas tan pequeñas me molesten que me enfado conmigo misma, como que me invade la ira, pero no suelo pasar de ahí”, reconoce. “Una vez, al principio, tuve un ataque de pánico, pero porque pensaba que me estaba volviendo loca”. Es muy habitual que la hiperacusia acabe desembocando en otros trastornos asociados, como cambios de humor, ansiedad, aumento del ritmo cardiaco o una excesiva sudoración.

¿Cómo gestiona ella el problema? Julia ha aprendido a identificar la ansiedad y a ponerle remedio en el momento, pero reconoce que, a veces, la situación le supera. “Cuando tengo un día malo, de estos que no te apetece moverte, evito todos los sitios en los que me puede pasar esto. Nada de ir a cenar ni de montar en tren, porque la gente suele comer ahí”, añade. La misofonía, en definitiva, puede condicionar tu vida.
Sin tratamiento, por ahora
Muchos psicólogos encuentran paralelismos entre los pacientes con SSS y los que sufren Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), pero la verdad es que por ahora no hay un tratamiento específico para esta enfermedad. Algunas asociaciones profesionales proponen el uso de terapias cognitivas o cognitivo-conductuales, para tratar de averiguar cómo se siente la persona y cómo reacciona ante los estímulos.

A otros afectados les someten a hipnosis terapéutica o a tratamientos específicos contra la ansiedad y el pánico, como los que ayudan a Julia. Pero la verdad es que por ahora no hay un tratamiento que pueda acabar con el trastorno, ni tampoco una investigación determinante que explique su origen. Hasta no hace mucho se decía que provenía de una experiencia traumática, aunque un estudio reciente de la Universidad de Newcastle aseguraba que el cerebro de las personas que sufren misofonía ‘funciona’ más rápido de lo normal, afectando a la manera en que se procesan las señales del exterior.