Lo mejor del mundo o una pesadilla: compartir piso con tu mejor amiga sin acabar con vuestra relación


Compartir piso con tu mejor amiga es todo un reto. Tenéis mucho que ganar, pero también mucho que perder; la comunicación es fundamental para no acabar a gritos en el pasillo.
Cuando compartes piso, la línea entre vivir la mejor experiencia de tu vida y tu peor pesadilla es finísima. Da igual que sea con desconocidos o con tus amigas de toda la vida; si no sentáis unas bases y decidís de antemano qué estáis dispuestos a hacer, la convivencia puede ser un auténtico infierno.

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Sí, eso también va por ti, que te mudas con tu mejor amiga. Si no habéis convivido juntas, quizás vuestra relación acabe como una boyband, cada una por su lado y poniendo buena cara cuando os encontráis en público. Ojo, también puede salir genial y convertirse en la mejor experiencia de vuestras vidas, pero necesitaréis crear un código de convivencia para que no acabéis tirándoos de los pelos.
Una pregunta básica, ¿habéis compartido piso antes de este momento? Hay personas más conflictivas, que no saben convivir, y es mejor evitarlas antes de firmar el alquiler de un año con ellas. Si después de pensar en esto crees que os va a ir bien, no tiene por qué haber más problema. Lo importante es pensarlo en frío, alejadas del primer impulso, y después aclarar vuestras expectativas y normas sobre la convivencia. Quedad un día para hablarlo y, si no sabéis cómo enfocarlo, en Yasss te damos las claves. Aquí van cinco beneficios de vivir con tu mejor amiga, y algunas conversaciones que deberíais tener antes de firmar ningún contrato.
La complicidad del día a día
Que a todos nos gusta vivir con gente parecida a nosotros no lo duda a nadie: es normal que nos apetezca vivir con nuestros amigos más cercanos. A fin de cuentas, de esa forma tendremos su apoyo y su compañía siempre a mano, cuando más lo necesitemos y cuando más necesite ella la nuestra. Ahora, a nadie le gusta quitar todos los días los pelos del desagüe de la ducha ni andar limpiando los platos de la cocina porque no queda absolutamente ninguna superficie en la que comer, y si tu amiga o tú sois un desastre, eso va a ocurrir más pronto que tarde.

La comunicación es fundamental
Si hay confianza, lo mejor es que todo quede claro desde el principio. Si algo te molesta, siempre será más fácil explicitárselo a alguien con quien tienes confianza que a una persona que no sabes cómo va a reaccionar. Para no tener que solucionar demasiado, la prevención es fundamental: quedad un día y aclarad cuáles son vuestras líneas rojas. Si negociáis qué puntos podéis transigir y cuáles no son negociables, luego será más difícil que discutías por los roces del día a día.

¿Alguna ha compartido previamente piso? Si ha sido así, compartid experiencias y exponed que es lo que más os ha gustado y qué es lo que menos. Casi todos tenemos manías y obsesiones con la casa, y compartirlos puede salvarnos de más de una bronca. Lo que hay que tener muy claro es que no por ser tu mejor amiga debes ‘dejar pasar’ cosas que te molestan, porque al final se acumulan y resienten la relación. Lo mejor es hablar de tú a tú y cuanto antes sobre los problemas de convivencia.
Los horarios
Si las dos sois estudiantes, seguramente tengáis horarios parecidos. Esto es más importante de lo que parece, porque en época de exámenes no existirá el problema de que una quiera montar una fiesta la noche previa al test final de la otra. Al final, no tener que discutir porque una hace ruido hasta las cinco de la mañana cuando la otra se despierta a las ocho, se agradece.

Lo mismo ocurre con las citas y las visitas. ¿Alguna tenéis pareja? ¿Cuántas veces vas a invitarla a dormir, desayunar y cenar? Esos gastos son pequeños, pero poco a poco se acumulan y suben las facturas del piso. Si una persona lleva constantemente a sus citas a casa y, al final, el precio de la ducha que se pegan la pagáis entre las dos, es normal que la segunda acabe cansada de poner dinero de su bolsillo. ¿Y si el grupo de amigos de una empieza a acomodarse y acaba invitándose a dormir, cómo le sentaría a la otra? Hay personas más introvertidas, sociables o extrovertidas que otras, y todo ello influye a la hora de compartir techo.
La hora de comer
¿Haréis la compra juntas o separadas? Hay quien disfruta cocinando para más de una persona y quien odia tocar una sartén, pero no le molesta fregar los platos. Si sois ese tipo de amigas, tenéis la mitad del camino hecho: comer juntas genera hábitos y rutinas en común, lo que a la larga repercute en el punto anterior, la compatibilidad de horarios.

La otra pregunta que debéis haceros es si compartís dieta. Es importante que, si una come ‘peor’ que la otra, la segunda no se sacrifique por la primera. Al convivir con otros, todo se altera, y lo ideal es adquirir rutinas a mejor. Si después de hablarlo no coincidís, lo mejor es que cada una se haga su compra y comida y os ahorréis problemas.
Os conocéis mejor que nadie
Seguro que sois capaces de averiguar qué piensa la otra sin que hable, ¿verdad? Eso es un privilegio a la hora de compartir piso, porque podréis anticiparos a los deseos y necesidades de la otra. Y cuando una persona está contenta, la otra también lo estará. Un estudio de Daniel Eisenberg para la Universidad de Michigan mostró que los sentimientos, cuando se comparte espacio, también se contagian. Tener a tu compañera de piso y mejor amiga feliz es algo que seguro repercute en tu estado de ánimo.
Sea como sea, en la confianza y la comunicación está la clave para funcionar como compañeras de piso, así que, siendo amigas, ya tenéis mucho trecho ganado. El resto es ser constante y equitativo en el piso: si lo habláis de antemano, es difícil que tengáis problemas.
