Repartir bien las baldas de la nevera evitará roces en la convivencia con los compañeros de piso

Da igual que tengas uno, dos o seis compañeros de piso: la guerra por ganar espacio en la nevera siempre va a estar activa
La nevera. Ese electrodoméstico que pasa de estar tan integrado en nuestra vida que es casi invisible a ser un arma de destrucción masiva con un protagonismo forzado en muchos pisos de estudiantes. Y es que no solo es por un tema de convivencia, es supervivencia, porque los humanos tenemos que comer, y por eso hacerles un sitio a tus alimentos en el lugar que les corresponde dentro del frigorífico es una lucha armada.
¿De qué hablamos? Sí, de la repartición de la repartición de baldas de la nevera. El primer paso es optar por negociar con tus compañeros de piso, pero a menudo te vas a percatar de que en esta lucha no siempre basta con el diálogo y muchas veces hay que pasar a diseñar una estrategia para, como en el Risk, ir conquistando territorios hasta forjar tu propio imperio.
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Y por si no era lo suficientemente complicado, en tiempos del coronavirus y con el confinamiento a la orden del día, la cosa se complica. Seguro que tú también has visto, ya sea en directo o gracias a los memes y personajazos que circulan por las redes, a esas hordas de compradores compulsivos que van estos días al súper dispuestos a arrasar con todo lo que pillen. Si eres o vives con uno de estos, sentimos comunicarte que la guerra será aún más cruda.
Pero no todo está perdido, por eso queremos poner una nota de optimismo y comentarte algunos trucos para que dividir las baldas del frigo no sea ningún drama y puedas compartir piso en Madrid, Barcelona, Sevilla o un pueblo de Coruña sin demasiadas complicaciones.

Por supuesto, la aplicación de unas u otras medidas también dependerá de la calidad de la convivencia, de lo bien que os llevéis como compañeros de piso y de lo responsable que sea cada uno. Y es que, si algo hemos aprendido durante tantos años compartiendo casa es que cada uno tenemos lo nuestro y, conforme maduramos, más complicado es encontrar un compañero de piso a nuestra medida. Lo que viene siendo el crecimiento de manías, pero ese es otro tema.
Empecemos por lo fácil, con medidas menos restrictivas. El espacio en las neveras siempre es limitado, pero si hay buen rollo se puede incluso compartir la cesta de la compra. Pero ¡ojo!, para que esto funcione el consumo de comida tiene que ser más o menos equilibrado: tenéis que compartir horarios para coincidir a la hora de comer y cenar, también gustos, comer cantidades parecidas, cierto talento para cocinar…
Sí, esto es más difícil que acertar una quiniela, pero hay gente a la que le funciona, aunque luego llega un ligue que empieza a pasar más tiempo en tu piso y, por lo tanto, a comerse tu comida y… ¡BOOM! Catástrofe. Pero suena bonito.
Volvemos a un clásico: repartir espacios en la nevera. Esto es lo más habitual, que cada uno tenga su propia balda para guardar sus cosas, pero también se ha demostrado que puede acarrear muchos problemas -si no fuese así no estaríamos escribiendo este artículo-.
Por eso, nuestra recomendación es que marquéis las fronteras con un buen contrato en el que se especifiquen todas las normas de convivencia en la refrigeración de alimentos. Para que esto funcione hay que tener varias cosas en cuenta para aplicar variantes:
- Se puede repartir de forma igualitaria (mismo espacio para todos), que es lo más sencillo
- Se puede hacer un reparto equitativo, dependiendo de las necesidades de cada uno
Por ejemplo, si alguno de los habitantes del piso no come en casa porque tiene comedor en el trabajo o se alimenta de bocadillos, la lógica diría que necesita menos espacio en la nevera y podría cederle sitio a ese otro compañero que peta su balda con tuppers de su madre. Podrían llegar a un acuerdo y cambiar una parte de la balda a cambio de unas deliciosas croquetas, o algo así.
Otro de los dilemas que más problemas acarrea: ¿dónde guardamos la bebida? Hay pisos en los que el consumo de cerveza o refrescos podría casi compararse con el de un bar. Y, claro, esto hay que planificarlo porque las latas o litronas tienen que estar frías y listas para consumir y, además, ocupan un preciado espacio.
No dudamos que hay personas dispuestas a sacrificar espacio de su balda para guardar unas 'yonki latas', pero el ser humano también necesita comer. Para esto, lo mejor es que haya un consenso. Si sobra una balda, ya tendría dueño: el líquido, o si no tocará repartir los huecos de los cajones y la puerta, para casos de necesidad.

Y aquí llega otra de las mayores batallas contra las que hay que lidiar en un piso compartido: los compañeros roba-comida. Si esto nunca te ha preocupado está claro: el compañero ladrón eres tú. Todo empieza por un 'te he cogido un flan porque lo he visto ahí y no he podido resistirme', o un 'te he robado un huevo, pero te lo devuelvo en cuanto compre', para pasar a la irremediable desaparición de alimentos sin que nadie confiese la autoría. Esto ya es un problema mayor, y habrá que recurrir a los post-it amenazantes, las cámaras ocultas y los detectives privados. Puede ser el principio del fin del piso, pero siempre ganará la justicia.

Otro de los requisitos que hay que cumplir para que la convivencia y el reparto de la nevera no desencadene la III Guerra Mundial es mantener unas normas de higiene. Puede que alguna vez se te estropee un producto en tu balda, pero tendrás que intentar que no se vuelva a repetir, porque contaminar las neveras comunitarias está feo, y la próxima vez te puede pasar a ti. Si se mancha algo, se limpia, y si ves que un tupper de un compañero empieza a hablar, le avisas para que lo escolarice, pero jamás le dejas ahí, esperando a que cree su propia comunidad sin pagar alquiler.
El reparto de las baldas ha quedado más o menos claro, pero espera que la cosa no acaba aquí. Si tu nevera tiene cajones, aún te queda otra batalla. Lo más fácil para estos casos: recurrir a los cartelitos para etiquetar tu comida. Lo mismo para el cajón de las verduras, el de la carne y el pescado y los huecos de la puerta. Te explicamos rápidamente dónde debería ir cada alimento.

En la puerta se pierde mucho calor, por eso no es el mejor lugar para la leche, mejor elegir un hueco con una temperatura más estable. Colocar aquí ciertas bebidas, salsas o mermeladas está bien. En las baldas, lo mejor es colocar los alimentos por alturas, según el frío que necesiten. Por eso, en el cajón más bajo va la carne, en el siguiente la fruta y las verduras, en el medio los embutidos y platos preparados, y en la parte alta los lácteos y los huevos.
¡Que comiencen los juegos del hambre!