Prepararse y dejar atrás la inseguridad, básicos para superar la primera entrevista de trabajo


Hay que ofrecer una idea ajustada de nuestro perfil. Los reclutadores son máquinas para detectar quién miente o ha inventado parte de su currículum
Saber cómo colocar el cuerpo, ser educados y específicos con nuestras respuestas son normas básicas para empezar con buen pie
‘Hay que mantener la espalda recta y no desviar la atención’. ‘Tienes que mostrar seguridad, pero sin parecer arrogante’. ‘Ropa formal, lo más neutra posible’. ‘No te mires los pies’.
Seguramente hayas escuchado miles de consejos sobre cómo afrontar este momento que a todos nos llega: tu primera entrevista de trabajo; ese temblor psicótico de piernas que viene con la pregunta trampa, justo antes de parecer gangosos, tartamudos o un ser de naturaleza gaseosa. Si es tu primera entrevista, habrás corrido como loco a las redes en busca de una suerte de santo grial que te guíe.
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En Yasss te damos algunos consejos para salvar los muebles frente al entrevistador y dejar de parecer una rata acorralada.
Espiar, robar, aprender
El conocimiento es poder. Demos por buena la hipótesis de que has hecho tus deberes investigando antes en Google sobre el tipo de perfil que buscan. Si lo sabes todo sobre la empresa, tu lenguaje durante la entrevista se cargará de autoridad, porque de un modo implícito estarás al nivel de tu entrevistador y podrás anticiparte a su juego. Dicho de un modo más sencillo: le estarás diciendo ‘me interesa el pestañeo de tus ojos y hasta tu intolerancia a la lactosa, cuéntame más’.
Toda entrevista de trabajo se basa en una estrategia de seducción mutua, donde el que ejerce el poder quiere saber si el cordero sacrificial (tú) cumple ciertas cualidades y requisitos y puede ser considerado un ser inteligente y con la capacidad motora intacta. Cuanto más sepas de ellos, más les interesarás, y más capaz serás de mostrarte como alguien que puede ‘aportar valor’, a decir de ese neolenguaje tan discutible de la cultura empresarial.
Las entrevistas no solo son para evaluar tus aptitudes para un puesto, sino también para determinar cómo encajas en un entorno laboral donde te tienes que relacionar con otros, y acatar órdenes sin perder tu autonomía.
Cara a cara
Puesto que el entrevistador es un ser humano y no una inteligencia extraterrestre que ha falsificado un cuerpo, será bueno que le preguntemos por su nombre y nos dirijamos a él de esa forma durante el encuentro. Si te tutea, actúa en consecuencia. Si no, mantente sobre el océano respetuoso del usted.
No eres un caniche, así que no ladres con monosílabos, procura no interrumpir mientras tu archienemigo esté hablando y llévate unas cuantas preguntas preparadas. Ninguna entrevista es unidireccional. Guarda tus reveses, como en el tenis.
Lenguaje corporal
Por desgracia, en una entrevista de trabajo es muy fácil mandar mensajes equivocados con nuestro cuerpo y parecer una pelotita histérica. Sonríe sin parecer el Joker, practica tu apretón de manos y busca una postura en la silla que te dé ventaja. Espalda recta, pies en el suelo, manos fuera de los bolsillos, para que puedan ayudarte a comunicar tu discurso. Puedes cruzar las piernas, pero no estés cambiando de postura continuamente.
Hay muchos trucos para mantener la atención en la cara del entrevistador y no correr a meternos debajo de la mesa en posición fetal. Mirarle el puente de la nariz, por ejemplo. La sensación que tendrá nuestra némesis es idéntica a la de mirarle a los ojos. Si te lo quieres imaginar desnudo y golpeando una cacerola para ganar confianza, allá tú. Con encontrar el punto de su cara que debes mirar será suficiente.
Malaventurados los falsos...
Lo más importante aquí es, literalente, no ser un fake. Fingir conocimientos que no tenemos, falsificar la información del currículum o inventarnos una experiencia laboral determinada (‘sí, trabajé con delfines en el acuario de mi ciudad, ellos me enseñaron mucho sobre el ser humano’) harán que caigamos en el barro de la guerra. Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo, dice tu madre, y con razón; y, de hecho, una relativa falsa humildad es una de las cualidades del buen candidato. Practícala como técnica arcana.
Reconocer que no estás familiarizado con determinado asunto, y mostrarte positivo, resiliente y dispuesto a aprender puede ser un torpedo a la línea de flotación del recruiter, y desde luego mucho mejor que parecer uno de esos candidatos de goma cuyo único deseo es adular los oídos del que entrevista aunque para ello tengan que vender a su abuela en el mercado negro.
Preguntas trampa
Hay cinco cepos de caza clásicos en los procesos de selección, cinco preguntas-guillotina, cinco ‘next’ de manual, aunque desde luego no son los únicas. ‘Hábleme de usted’, ‘¿Qué aporta usted a esta compañía?’ y ‘¿Cuáles son sus cualidades y defectos?’ son tres muy frecuentes.
Te daremos un clásico consejo narrativo para hacer historias: ‘Muéstralo, no lo expliques’. Tanto si contestamos al entrevistador contándole quiénes somos y cuál es nuestro periplo vital y laboral hasta la fecha, como si le estamos hablando de una de nuestras virtudes (‘trabajo bien en equipo, todos me pedían que les trajera un café de la máquina’), es mucho mejor mostrarnos específicos, visuales, concretos. Esta especificidad tiene que ver con el grado de detalle con el que ilustramos nuestra respuesta. En resumen: dar ejemplos de absolutamente TODO: proyectos en los que hayamos trabajado, momentos laborales donde una de nuestras habilidades haya servido para solventar el problema o llevar un objetivo a término. Hay que ilustrar ‘narrativamente’, concretando que es gerundio, ese argumento definitivo que estamos ofreciendo.
Nunca, nunca, nunca hay que nombrar un defecto propio que pueda afectar al puesto para el que estamos postulando. Ahí, esta vez sí, hay que dar una respuesta satisfactoria pero ambigua, ese defectillo que afectará de forma muy lateral el puesto que buscamos.