Alimentación y salud mental, amigos íntimos: cuidar la dieta nos hará sentir mejor


La dieta parece tener un efecto directo sobre el estado anímico: la mediterránea, por ejemplo, parece reducir el riesgo de padecer depresión.
Las dietas ricas en ultraprocesados y azúcares refinados afectan negativamente a nuestro cuerpo, cerebro inclusive.
Ya lo dijo Mariano Rajoy: un vaso es un vaso y un plato es un plato. En otras palabras (las que a nosotras nos da la gana usar): la psicología es una cosa y la nutrición otra completamente distinta. Entonces, ¿a qué viene esta historia de que la alimentación tiene un efecto en nuestra salud mental?
Pues ojito, porque no está tan lejos de la realidad. Ya sabemos que nuestro cerebro está funcionando todo el rato y que trabaja tanto y tan bien que, si no le damos combustible, nos deja tirados, como un coche sin gasolina. E igual que sabemos eso, somos conscientes de que no todos los alimentos nos dan lo mismo: lo que comemos afecta directamente a las funciones y estructura de nuestro cerebro y, por tanto, a nuestro estado de ánimo.
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Dicho esto, menos citar a nuestro expresidente y más escuchar a nuestras abuelas, que llevan avisándonos mucho tiempo: ‘somos lo que comemos’, no hay más. La alimentación tiene un efecto en nuestro estado de ánimo, y viceversa. ¿Quién no ha sentido ansiedad y ha acabado con todo en la despensa, o en un arrebato de tristeza ha perdido el apetito?
Por eso, en Yasss hoy te hablamos un poquito más del tema e intentamos aclarar qué alimentos nos ponen más contentos y cuáles nos destrozan poquito a poquito. Que no sea porque no avisamos.
Los buenos, los malos
Alimentos de alta calidad, comida de verdad, productos frescos… ¿te suena? La tendencia ‘fit’ que triunfa en redes sociales tiene mucha razón, turras realfooder aparte. Es cierto que hay alimentos ‘de alta calidad’ cuyas vitaminas, proteínas y antioxidantes nutren nuestro cerebro y le ayudan a funcionar mejor.
Cuando un alimento ‘de baja calidad’ llega al cerebro (por muy bien que nos sepan las patatas fritas a un euro de cierta cadena de comida rápida) este no termina de cogerle el gusto, y puede afectar en su desarrollo: es el caso de las dietas ricas en azúcares refinados, por ejemplo. De hecho, varios estudios relacionan la alteración de la función cerebral y el empeoramiento de los estados de ánimo (llegando a la depresión) con este tipo de dietas.

El profesor de psiquiatría y psicología médica de la Universidad de Valencia Vicent Balazá lo explicaba así en El País: “Las enfermedades psiquiátricas, como la depresión o la esquizofrenia, no son muy diferentes de la diabetes si nos fijamos en los cambios que se producen en el organismo a un nivel molecular”, asumía. “Las personas con diabetes y con depresión se encuentran en un estado de inflamación sistémica, leve pero crónica”.
Balazá también apuntaba a que las intervenciones en la dieta de personas con enfermedades psiquiátricas se habían probado eficientes y, de hecho, los médicos trabajaban con la certeza de que la mente y el cuerpo intervienen la una sobre la otra constantemente. Por eso, investigadores de todo el mundo trabajan para encontrar las relaciones entre el cerebro y la alimentación, así como las consecuencias que la dieta tiene en nuestro comportamiento y estado anímico.
¿Qué pasa con España?
Hay miles de estudios sobre este tema, algunos centrados en nuestro país. Y es que nuestra dieta, repleta de productos frescos locales y aceite de oliva, parece reducir el riesgo de padecer depresión en un 25 o 35%, si lo comparamos con otras ‘dietas occidentales típicas’. ¿Y a qué se debe esto? Los estudios apuntan a que la verdura, la fruta, los cereales y las carnes y pescados frescos que se consumen tradicionalmente en España, desprovistos de azúcares y productos refinados, podrían ser la respuesta.

A esta conclusión llegó un estudio de la University College London (UCL), que estudió la dieta de más de 30.000 personas de España, Australia, Estados Unidos, Reino Unido y Francia. La conclusión fue clara: los alimentos procesados y con azúcares refinados inflaman no solo el intestino, si no todo el cuerpo, lo que favorece el malestar del paciente. La líder de la investigación, la doctora Camille Lasalle, concluyó asegurando que “una dieta pro inflamatoria puede inducir a la inflamación sistémica y esto puede hacer aumentar directamente el riesgo de depresión de una manera significativa”.
Estas inflamaciones tienen un efecto sobre la salud mental, ya que pueden afectar al cerebro y, por consiguiente, a los neurotransmisores que regulan nuestro estado de ánimo. Por este y otras decenas de investigaciones recientes, muchos especialistas animan a incluir la dieta como parte de la terapia y el tratamiento psiquiátrico. Todo sin desmerecer otros factores, como el trauma emocional o el estrés, por supuesto.