Roaching o cuando sales con alguien que se comporta como tu pareja y te enteras de que no quiere nada serio


El término 'roaching' deriva de 'cockroach', cucaracha
Las personas que sufren 'roaching' descubren que lo que veían como una relación estable en realidad ha sido todo el tiempo algo sin compromiso
Para el diccionario del salseo amoroso, la pareja y sus problemas hay que hacer carrera. El capitalismo emocional y los periodistas con demasiado tiempo libre cambian el lenguaje cada semana a placer y nos ponen a hincar los codos para que aprendamos las últimas tendencias en crushes y amores y tinders de nueva hornada. Mucho texto, sí.
‘Ghosting’, o dónde está el ectoplasma con el que salía hasta hace dos días y que parece haber huido a aguas internacionales. ‘Orbiting’, ese crush con el que ya cortaste, a quien le deseaste una pronta muerte devorado por delfines, sigue dando me gustas y likes a tus publicaciones en redes sociales durante meses. ‘Pocketing’, cuando te dice que su madre ha muerto en un accidente de tiovivo con tal de no presentártela.
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Entre las últimas incorporaciones a este síndrome del neologismo de saldo se ha sumado el ‘roaching’. No es un masaje erótico traído de un arrabal en Bangkok, no, sino la confirmación del infantilismo del otro, que sumerge nuestras relaciones amorosas en la ambigüedad y el cálculo de los riesgos.
La pregunta acaba siendo la misma de siempre: ¿Me he enamorado de otra cucaracha?
El 'roaching' está entre nosotros
Esta nueva técnica de manipulación emocional está muy relacionada con uno de los insectos más pavorosos: las cucarachas. ‘Roaching’ es una transformación de ‘cockroach’, en inglés.
Mientras que muchos de estos nuevos términos definen el comportamiento de la persona que los ejerce (‘pocketing’, meter al otro en un bolsillo metafórico y enterrarlo para que nadie sepa de su existencia), en el caso del cucaracheo el significado es de todo menos un apelativo cariñoso: comportarse como una cucaracha.
La situación que se da en el roaching, no por sabida, es menos dolorosa. Match en Tinder. Primera borrachera, primera quitada de mascarillas en contra de la opinión de las autoridades sanitarias, primer sexo de baja intensidad para no alertar a los compañeros de piso. Os veis durante meses. Os cogéis de la mano en los parques y acariciáis cachorros de perro mientras os miráis a los ojos, ya pensando en el ejemplar que adoptaréis cuando llegue el momento. El sexo es una fantasía. Qué manos, qué pelvis renacentista, cómo se anticipa este sujeto a lo que necesito. ¡Me escucha mientras hablo!
Incluso parece haber pasado el test Voight Kamp que se utilizaba en Blade Runner con los replicantes. ‘Suena como una relación, funciona como una relación y está durando lo que dura una relación, ergo, tengo una relación, esto va en serio’. El afecto, el vínculo y la intimidad despliegan todo el potencial… del simulacro.
Sufrir roaching
roachingEl momento en el que te das cuenta de que has sufrido roaching es igual que el instante en que miras a una cucaracha salir por un desagüe. Levanta las antenas, sonriente y cariñosa. Detrás de ella vienen las demás. Esa cucaracha es tu crush, con el que creías tener algo serio. De rondón te dice de pronto, como quien no quiere la cosa, que está viendo a otras personas.
El cucaracheador despliega entonces la catapulta argumentativa más típica del capitalismo emocional: la falta de compromiso esgrimida como factor de pureza y de control. Mantener las cosas en estado gaseoso. Si es hábil, y suelen serlo, casi conseguirá convencerte de que esa ambigüedad en vuestras citas pasadas, ese no pronunciarse sobre la fortaleza de vuestros lazos, era en realidad algo pactado por los dos.
‘Pensé que tenías claro que teníamos una relación abierta’. ‘Yo no me he cerrado a nada. Me importas, pero quiero seguir explorando’. ‘Somos mucho más que la monogamia que nos impone el sistema. Mira, ahora me voy a quitar los pantalones y vamos a explorar nuestra belleza interior’.
Lo más probable es que ni siquiera se dé una situación en la que esa cucaracha con forma de ingeniero agrónomo (vamos a llamar a las cosas por su nombre) te confiese su egoísmo. La mayoría de la gente detecta el roaching por discretas señales. Una foto fuera de lugar en Instagram; una cierta ambigüedad cuando habláis de vuestras citas, excusas repetidas que os impiden quedar, y que lo que significan en realidad es que esa persona está estudiando su calendario de vacunas con otro ser humano que no eres tú.
Llegado el drama, la confesión, el cuchillo de Hamlet en tu cuarta costilla, suele quedar la amargura. La cucaracha nunca pensó en ti como alguien con quien pagar el alquiler y adoptar un cachorro de husky. La criatura abyecta con la que has salido también ha calculado tu pregunta y tu sesgo en su cómputo de ingresos y gastos. Tú te interrogas, con el pie metido en su trampa. ‘¿Ha sido culpa mía por no haber hablado claramente de lo que buscaba?’
El poliamor mal entendido ha hecho tanto daño y ha dado tantas armas a las cucarachas emocionales que quizá solo quede refugiarse en los protocolos de contención básicos. Al pan, pan, y al vino, vino. Poner los términos de la relación encima de la mesa cuando vuestro cadáver todavía está caliente y hacer la pregunta que a todos nos cuesta tanto, mucho antes de la pudrición total: ‘Tú y yo, ¿qué somos ahora?’.