Ansiedad, tristeza, estrés... ¿Cómo sé si tengo que ir al psicólogo?


Ir al psicólogo debería ser tarea de obligado cumplimiento desde la infancia
Cuidar nuestra salud mental nos ayuda a conocernos más y a estar en paz con nosotros mismos
“Mens sana in corpore sano” es una famosa cita latina que ya no hace falta explicar. Todas y todos conocemos su significado. Hacemos deporte para mantener nuestro cuerpo en forma, para que no se nos agarroten las articulaciones, mantener la línea y tener más resistencia para poder hacer todas las actividades que se nos pongan por delante. Sin embargo, la salud mental no la cuidamos tanto y no le damos la misma importancia que a la salud física. Y en muchos casos, una están muy relacionadas.
Hasta no hace mucho tiempo los psicólogos, psiquiatras y las clínicas de psicología estaban muy estigmatizadas. El que iba al psicólogo era tratado de “loco” y solía ser marginado por la sociedad. En España, hasta hace poco las personas que daban señales de alguna enfermedad mental no eran tratadas por un psicólogo como pasa ahora, sino que las encerraban en clínicas psiquíatras y, quizás, ya no salían más. Esto era un grave error, ya que muchas enfermedades psicológicas se pueden curar y casi todas pueden ser controladas con un tratamiento adecuado.

El abanico de las enfermedades psicológicas es muy amplio y no todas son iguales ni se identifican con las mismas señales. Se dividen, en líneas generales, en dos tipos: las neuróticas y las psicóticas.
Las enfermedades mentales neuróticas se consideran aquellas dolencias de las que la persona es consciente. Es decir, la persona siente las señales de que puede estar en una depresión, de que tiene cambios de humor o que algo en su mente no va bien. Normalmente, al darnos cuenta de que podemos padecer enfermedad, la recuperación seguramente será más efectiva, ya que cuando se decide ir al psicólogo es con una intencionalidad clara.

Las psicóticas, por su parte, son aquellas de las que la persona no es consiente. La esquizofrenia suele ser una enfermedad psicótica, pero otras que parecen como de menor grado como la depresión, también pueden serlo. Si la persona no se da cuenta de sus cambios de humor o de comportamiento, no se percata de que su mente le está empezando a mandar señales de que padece una enfermedad psicológica y no sabrá cuándo tiene que ir al psicólogo para tratarse. Este tipo de enfermedades suelen ser descubiertas por el entorno de la persona y será muy decisivo su papel en el tratamiento y la detección.

La segregación en exceso de hormonas o viceversa puede provocar cambios de humor e incluso, depresiones y trastornos. Esta alteración de los niveles de control de las hormonas, a veces, nos hace estar más decaídos, eufóricos o ansiosos. Cuando notemos señales de este tipo deberemos acudir a nuestro médico de cabecera y contarle los síntomas que sentimos. Ellos nos derivarán al psicólogo y nos pautarán los análisis necesarios para saber cuáles son las hormonas que pueden estar alteradas, y así, dar con la medicación que nos hace falta para poder controlarlas y que este trastorno hormonal aminore.

Algunas enfermedades mentales son síntomas de otras enfermedades psicológicas de mayor grado, por ejemplo, enfermedades como la depresión en algunos casos pueden ser señales indicativas de otra enfermedad psicológica de envergadura superior. De igual manera, sucede con los trastornos, puede que una persona tenga un tipo de trastorno con el que puede vivir perfectamente gracias a sus terapias psicológicas y tratamientos, si los precisa, y puede ser que el trastorno sea una consecuencia de otra patología psicológica que se debe tratar de diferente forma.

Realmente, lo más recomendable sería que todos los seres humanos, desde que somos niños, visitáramos al un psicólogo mínimo una vez al mes en sesiones de dos o tres horas. En muchas ocasiones, las enfermedades mentales se crean por callarse cosas, que con la familia o los seres más queridos no nos atrevemos a compartir y, sin embargo, nos sentimos más cómodos compartiéndolo con un total desconocido. Los psicólogos nos escuchan y nos hacen las preguntas necesarias para saber qué es lo que nos pasa o qué es lo que nos puede llegar a poder a pasar si detectamos las señales antes de que la cosa fuera a más.

Ir al psicólogo con regularidad nos ayudaría a todos a conocernos más a nosotros mismos, saber dónde están nuestros límites y encontrar nuestros objetivos. Hablar y contarle nuestras cosas más intimas nos previene de poder sufrir otros trastornos o depresiones en el futuro. Si sufrimos una experiencia impactante, que nos marque, se la podemos contar a nuestro psicólogo y desde el principio la estaríamos tratando.
Reconocer las señales de las enfermedades psicológicas no se hace de un día para otro, tardamos un tiempo en darnos cuenta – si es que lo hacemos – de que algo está cambiando o no está bien. Ese tiempo, puede correr en nuestra contra, la enfermedad estará en un estado más avanzado y el tratamiento, por lo tanto, será algo más largo.

Últimamente en nuestra vida todo ocurre muy deprisa y vamos muy rápido. Somos mucha gente, pero existe una sensación de soledad colectiva. Tenemos muchas cargas, ansiamos muchas cosas – especialmente materiales – y vivimos a un ritmo bastante acelerado, que para la mente no es lo más idóneo. Por ello, debemos intentar cuidarnos la mente, dedicarnos tiempo, pensar, meditar, hablarnos, dejar la mente en blanco un ratito cada día, e ir al psicólogo semanalmente, así como salimos a correr o vamos al gym.