Lucía sufrió violencia de género a los 15 años: "Pegarme se volvió algo rutinario para mi novio"

Aunque la mayoría de las víctimas de violencia de género tienen entre 30 y 50 años, no podemos olvidar a aquellas que son menores de edad, ya que en los últimos años ha aumentado su prevalencia. Estos datos demuestran la necesidad de educar a los adolescentes en igualdad de género, tanto en los institutos como en el hogar. Hablar abiertamente sobre el respeto en la pareja y el consentimiento puede prevenir conductas abusivas en un futuro, especialmente si “predicamos con el ejemplo” convirtiéndonos en modelos de conducta igualitarios.
Lucía sufrió violencia de género con tan solo 15 años. Denunció y actualmente recibe terapia psicológica para gestionar las secuelas del maltrato. Su experiencia pone voz a lo que muchas mujeres sufren en silencio:
“Por motivos de privacidad no quiero dar mi nombre real, así que vamos a imaginar que me llamo Lucía. Ahora tengo 20 años, pero lo que voy a contar empezó hace mucho, cuando yo tenía 15. Por aquel entonces iba al instituto y mi vida era supernormal. Sacaba buenas notas, salía con mis amigos y tenía buena relación con mis padres.

Algunos fines de semana íbamos a casa de un amigo a ver pelis o a jugar al futbolín, porque tenía un garaje con cosas de ese tipo. Ese amigo salía con otra gente más mayor y un día juntó ambos grupos. Uno de los chicos mayores me gustó. Él acababa de cumplir 23 años y parecía maduro y carismático. Hoy en día habría salido huyendo, pero en aquella época yo tenía 15 años y era una cría.
Mi amigo le dio mi número de teléfono y me habló, y empezamos a mandarnos mensajes. Él me preguntaba cosas bastante íntimas y yo le seguía el rollo y contestaba haciéndome la mayor porque quería que pensase que era más madura de lo que en realidad era. Apenas nos conocíamos y en persona ni siquiera hablábamos, pero por el móvil me preguntaba si me masturbaba, si había estado con algún chico, si había tenido relaciones sexuales alguna vez... Cosas así, muy bruscas. En parte me sentía violentada, pero también me sentía mayor y le seguí el juego.
Cogimos confianza y empezamos a hablar en persona y después a quedar a solas, y un día él me dijo que quería que fuésemos pareja pero que yo no podía decírselo a nadie. No quería ocultarlo, pero me acabó convenciendo. Decía que si la gente se enteraba nos intentarían separar, que su exnovia estaba loca y podía hacerme daño, que mis padres no lo aprobarían…
Un maltratador no te da una paliza el primer día, primero crea una relación de dependencia, y este chico supo engatusarme muy bien. Decía que se sentía solo, que no tenía amigos, que yo era su único apoyo en la vida, y así consiguió que yo quedase con él y dejase de lado a mis amigos. Después llegaron las discusiones porque él tenía miedo de que yo le dejase. Siempre le daba a la vuelta a las cosas. Decía que yo era demasiado para él, que le iba a abandonar y que me iba a ir con otro. Si me maquillaba, él se enfadaba. Si me ponía ropa nueva, discutíamos. Si llegaba tarde o no contestaba a sus mensajes instantáneamente, bronca.
Un día una amiga me preguntó que qué estaba pasando, que por qué ya apenas salía y sólo hablábamos en el instituto. No pude más y le conté que estaba saliendo con este chico. Él se enteró y me pegó. Fue la primera vez que me ponía la mano encima de manera “bestia”. Ya me había agarrado del brazo o dado algún empujón, pero esta vez fue peor. Después me pidió perdón y me hizo sentir que la culpa era mía por haber desvelado nuestro secreto. Le creí.
Esa pelea dio pie a muchas más y pegarme se volvió algo rutinario. Me tiraba del pelo, me arañaba la espalda, me daba puñetazos en la tripa, etc. Como nunca me dejaba marcas en la cara, nadie se daba cuenta de nada. Alguna vez tuve moratones en el cuello, pero la gente se pensaba que eran chupetones.
De todos modos, lo peor de todo para mí fue la violencia sexual que sufrí.
Un día empecé a tener picores y molestias. Busqué en Google y me compré una pomada porque me daba miedo decírselo a mis padres, pero seguía igual. Al final tuve que ir al médico y contárselo a mi madre. No le dije nada de los golpes ni del maltrato porque yo no era capaz de ver que eso era violencia. Solo conté que tenía molestias vaginales. El médico me recetó cosas, pero yo seguía igual. Empecé a buscar más y más en internet y me preocupé, así que al final confesé que había practicado sexo sin condón. Mis padres me echaron la bronca y el médico me hizo varias pruebas de ETS. Tenía tricomoniasis. Además de la ETS, pidieron una exploración ginecológica. La ginecóloga vio las marcas en mis muslos y en ese momento todo se supo.
Todo el proceso judicial duró muchísimo y para mí fue terrible. Tanto que han pasado casi cinco años y sigo yendo al psicólogo y al psiquiatra. Con esto quiero decir que a veces las secuelas del maltrato duran años, por eso hay que contarlo cuanto antes a un médico, un psicólogo, un amigo o un familiar, quien sea. Doy las gracias cada día por haber tenido esa ETS y haber ido al médico, porque si no quién sabe cuánto habría tardado en salir de esa relación.”
¿Qué se puede hacer?
Algunos consejos que pueden serte útiles si tú o alguna persona cercana sufre maltrato físico, psicológico o sexual son:
• Vigilar las señales. Algunas señales de malos tratos son el aislamiento, la ansiedad o la irritabilidad.
• No culpabilizar a la víctima. Evita comentarios como “pero por qué no denunciaste antes” o “yo al primer golpe le habría mandado a la mierda”. La responsabilidad siempre es del agresor, no de la víctima por no escapar antes.
• Conocer la importancia de denunciar. Hay que tener en cuenta que a veces las víctimas de violencia de género no quieren denunciar para no volver a ver al agresor o “para no darle más motivos para que se enfade”. El apoyo social vence este miedo.
• Buscar un centro de atención a la mujer e informarse. Allí te darán pautas para actuar: el protocolo de actuación si hay lesiones físicas, los pasos para denunciar, etc. Además, hay muchas asociaciones que cuentan con psicólogos especializados en violencia de género que hacen un trabajo fantástico.
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