La cuarentena y sus noches moviditas: el confinamiento está haciendo que la gente sueñe más


No eres el único: casi todos sueñan más esta cuarentena
Puede estar relacionado con el estrés o con la falta de estímulos a lo largo del día
“Ayer soñé con un chico al que, ahora que lo pienso, quizás no he superado del todo. El caso es que me decía que quería estar conmigo, pero no era él del todo: tenía la cara de Mario, un niño del que estaba enamorada cuando tenía 7 años. Todo se volvía rarísimo”, nos contaba esta semana una amiga, entre la risa y la angustia, en una llamada de Skype. Como tantos otros, ella no suele acordarse de sus sueños a la mañana siguiente, pero desde que estamos en cuarentena su mundo onírico se ha vuelto muy vívido, colorido y recurrente.
Desde una de las esquinas inferiores de la pantalla, otra chica trató de tranquilizarla: “Estamos todas igual, yo llevo dos semanas soñando con mi ex. Es como si el encierro hubiese dejado a todas nuestras proyecciones amorosas en la habitación y ahora no pudiésemos ventilar”, explicaba. “¡No podremos dar aire y soñar con otras cosas hasta que no levanten el aislamiento!”.
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Día 5 de cuarentena. Si no me mata el COVID-19, me matan mis sueños.
— Padilla (@padilla_cpm) 22 de marzo de 2020
Lo cierto es que somos muchos los que ‘soñamos más’ esta cuarentena, y con argumentos más bizarros, inquietantes o simbólicos que habitualmente. El sueño de muchas personas se ha visto afectado por el confinamiento, en parte por el estrés, pero también podría estar relacionado con lo aburridos que son nuestros días en aislamiento.
Sueños en cuarentena: a favor
Estemos tranquilos: es normal soñar más durante el encierro, ya sea con tu ex, con la bacteria correteando por tu terraza o con una guerra nuclear. De hecho, le está pasando a mucha gente. Lo contaba en una entrevista con Esquire el experto en Medicina del Sueño Oscar Larrosa, quien aseguraba que esto no es más que el síntoma “de un cambio brusco de ritmo de vida y de una situación de mayor o menor estrés con cierta alteración del estado de ánimo”.

¿Te suena haber sufrido algún cambio reciente en tu día a día? Es normal que las limitaciones de un confinamiento, que afectan a nuestros horarios, actividades y desarrollo habitual, tengan un efecto en el sueño. Hasta ahí, todo en orden. El tema es que no es lo mismo soñar mucho y tener pesadillas: ni tiene el mismo peso en nuestro descanso ni significan lo mismo.
Las pesadillas son mucho más preocupantes porque tienen un efecto directo e inmediato en nuestra salud: nos despertamos nerviosos e incluso con miedo, taquicárdicos. Cuesta volver a dormirse, y aunque no es raro tener alguna pesadilla esporádica, si afectan a nuestro día a día o empiezan a darse con mayor frecuencia hay que contactar con un psicólogo.
¿Algún consejo?
Para mejorar la calidad del sueño y no entrar en bucles angustiosos, los psicólogos recomiendan mantener horarios regulares, tanto a la hora de despertarse e irse a la cama como para las comidas, así como evitar la cafeína y el alcohol después de las cinco de la tarde. También conviene reducir la exposición a ambientes muy luminosos y a las pantallas de nuestros dispositivos tecnológicos antes de dormir. Su luz intensa puede mandar señales confusas a nuestro cerebro, impidiéndonos conciliar el sueño.

Y, por supuesto, hacer ejercicio leve, preferiblemente a primera hora de la mañana, para que nos active. Si suben las visitas a los vídeos de Patry Jordan, que sea para ayudarnos a dormir.
¿De dónde sale tanto sueño?
Lo más importante es acercarnos a nuestros sueños sin miedo y sin juzgar, porque todavía queda mucho por estudiar en ese campo. Lo contaba el psicólogo clínico Juan Antonio Membrive en Twitter, donde hace unos días escribió un hilo en el que trataba de esclarecer los motivos que nos llevaban a ‘soñar más’ durante la cuarentena.
Membrive explicaba que, al estar confinados, las experiencias que tenemos son mucho más limitadas, lo que tiene un efecto en directo sobre la atención/memoria y sobre el ánimo/atención. La primera hipótesis apuntaba precisamente ahí: dado que nuestras experiencias diurnas son tan pobres y limitadas durante este periodo, el sueño sobresale frente a lo que ocurre el resto del día, inconscientemente. Según el psicólogo, lo insulso de nuestra rutina podría ser precisamente el motivo por el que recordamos nuestros sueños con tanta facilidad.
Su segunda hipótesis, que podría complementar a la primera, está relacionada con la autofocalización y el estado de ánimo. Según lo ve Membrive, en la situación actual es habitual generar un proceso de ‘autofocalización’, es decir, centrarnos en nuestras reacciones y sensaciones mucho más de lo que estamos acostumbrados. Esto puede llevar no solo a un aumento de la viveza y el malestar, si no también a que empeoremos el ánimo, aumentando la probabilidad de tener sueños o pesadillas esa noche, y a revisitarlas nada más despertar o a lo largo del día, al estar tan centrados en nuestros procesos internos.