TDAH en adolescentes: la importancia de conocer los síntomas y saber identificar esta patología


Según dados de la Fundación CADAH, el TDAH en adultos y adolescentes se da hasta en un 40% de los niños que fueron diagnosticados con el síndrome en su infancia
Impulsividad y deseo de cometer actos peligrosos pueden formar parte de los síntomas
Atenas. Ágora. Ext. Día. Sócrates acuña bajo su testa privilegiada una frase cargada de veneno sobre la juventud y no se da ni cuenta de que está siendo un poco ok boomer. ‘Los jóvenes hoy en día son unos tiranos. Contradicen a sus padres, devoran su comida, y le faltan al respeto a sus maestros’.
Con más o menos fortuna que el filósofo, todo el mundo da por hecho que la adolescencia es una etapa tempestuosa de la vida; un mar proceloso de soledad, iras, amistad, sexo en calidad de tentativa, cambios de humor algo elásticos. Un enredo, vaya. En ese periodo andamos todos dando tumbos en busca de una identidad ideológica y sexual, en fin, lo que haga falta para encontrar nuestro lugar en el mundo y el futuro por venir. Este período, como cualquier otra fase de la vida, puede tener dificultades añadidas si le sumamos un síndrome como el TDAH, o como se le llama en términos médicos, Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.
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Te contamos cómo identificarlo.
¿Qué es el TDAH?
Spoiler alert: los artículos divulgativos en Internet están muy bien para orientarse, pero si la cosa es seria, no hay como ponerse en manos de los profesionales de la salud, mucho más capacitados para dar un diagnóstico correcto.
La definición de TDAH que dan las diversas fuentes es esta: una patología del neurodesarrollo que aparece en la infancia e interfiere en diferentes procesos (atención, socialización, rendimiento óptimo) de la persona que lo desarrolla.
Ya los primeros síntomas pueden confundir a las personas que conviven con un niño o niña con TDAH. Al fin y al cabo, se supone que los niños hacen cosas como fantasear, olvidarse a menudo de algo, hablar por los codos o moverse más que las anguilas. ¿Así que hay padres que no tienen ni idea de que su hijo puede sufrir un trastorno que no es para nada culpa suya y lo achacan todo a una edad difícil? Haberlos, haylos.
El TDAH puede recrudecerse en la adolescencia si no se trata, y una vez más, la categoría ‘adolescencia’ y los síntomas se mezclan a veces en una madeja en la que no resulta fácil distinguir qué es propio de una criatura con el estirón recién dado, que no hace caso a nada de lo que se le dice, y qué corresponde a un problema médico del que el propio afectado no tiene culpa alguna.
Los síntomas suelen ser una especie de continuación de lo visto en la niñez, a saber: problemas para prestar atención a sus padres, recordatorios constantes de las tareas que tienen que hacer, desorganización extrema, impaciencia ante cualquier situación, incapacidad para cortarse o impulsividad para cometer ciertos actos, incluso cosas que ni siquiera desean.
Según dados de la Fundación CADAH, el TDAH en adultos y adolescentes se da hasta en un 40% de los niños que fueron diagnosticados con el síndrome en su infancia. Esta misma fundación establece una separación entre los procesos imprescindibles de la adolescencia (ser independientes de nuestros padres, hallar nuestra identidad, aprender a tener relaciones con ambos sexos, descubrir nuestra sexualidad y nuestra orientación y aceptarlas y escoger o delinear nuestro futuro profesional) y el grado de TDAH, que en ciertos perfiles se mitiga o desaparece y en otros va a más.
Casos más graves
En el caso de los adolescentes con un TDAH persistente, que algunos psicólogos incluyen dentro de la categoría de familias disfuncionales, ciertos síntomas de lo visto en la niñez se vuelven más agresivos. Por ejemplo, pueden sentirse inclinados a comportarse de forma peligrosa o dañina para ellos o para otros sin valorar las consecuencias (el clásico yo soy el/la más valiente y me juego el tipo). La impaciencia aumenta, también las dificultades para relacionarse de forma normal con otros (pocos amigos). Se vuelven todavía más desorganizados y están más irritables que la media. Esto no es plato de gusto para el adolescente: la inadaptación y la culpa que puede sentir por comportarse así son una bomba de relojería para la autoestima, y en muchos casos, si no se trata, la cosa acaba en entornos familiares insostenibles o el fracaso en los estudios.
La propia fundación CADAH habla de cómo es necesario un abordaje multidisciplinar, ya que los adolescentes con TDAH no aprenden de sus errores ni asimilan las correcciones de la misma manera que lo hace un adolescente neuronormativo. Un buen diagnóstico es clave para empezar a tratar el problema con un profesional. El grado de TDAH con el que se va a trabajar, la evaluación del ambiente familiar o el hecho de que puedan existir otros problemas anteriores de conducta o ansiedad son factores que el profesional valorará para empezar el tratamiento.