Detección precoz y un champú adecuado, el combo perfecto para desterrar la caspa para siempre


La caspa puede ser seca o grasa, y dependiendo de cada caso necesitará un tratamiento u otro. A veces, basta con usar un champú adecuado, pero otras será necesario un tratamiento más agresivo.
Suele provocarla una enfermedad, pero a veces también aparece por el clima o un tratamiento cosmético no adecuado.
Quien la sufre sabe lo que es en realidad la caspa. No son simplemente unas láminas blancas poco estéticas que se descuelgan del cuerpo cabelludo y enganchan en el pelo hasta que, gravedad mediante, caen sobre los hombros: son un problema que puede destrozar tu autoestima. Si vistes de negro, la caspa se acumula alrededor de tu cuello como pequeños copos de nieve y, aunque no es síntoma de una enfermedad más grave, suele generar rechazo.
Se estima que la caspa afecta a, más o menos, la mitad de la población adulta de todo el mundo. La mayoría de las veces se puede tratar con cosméticos específicos y visitas al dermatólogo, pero, en ocasiones provoca la caída del pelo. Hay distintos tipos de caspa y en Yasss te hablamos de ellos.
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¿Por qué surge?
La caspa es el hermano pequeño del matón de tu colegio: por sí misma no es peligrosa, pero hay que tener mucho cuidado cuando aparece, por lo que pueda pasar. A grandes rasgos, hay dos tipos, ambas relacionadas con otras patologías: la seca, esa caspa blanca, fina y pequeña, o la grasa, más amarillenta, gruesa y aceitosa, que puede estar acompañada de inflamación.
La caspa seca está asociada con problemas dermatológicos como la psoriasis o la dermatitis atópica, mientras que la grasa puede darse por muchos motivos: desde la dermatitis seborreica hasta trastornos hiperandrogénicos, como el ovario poliquístico, pasando por la predisposición genética. En el caso de la caspa seca, uno de los desencadenantes más habituales es una levadura, que vive en los folículos pilosos pero que, cuando se multiplica, provoca inflamación y descamaciones. Al final, sea del tipo que sea, la caspa no es más que un grupo de células muertas que se han caído del cuero cabelludo y que pululan desde entonces entre los mechones de nuestro pelo.

No solo las enfermedades producen caspa: a veces, nosotros tenemos mucho que ver. Los cosméticos que usamos, por ejemplo, pueden afectar mucho a nuestro pelo: si usamos un champú inadecuado para nuestro cuero cabelludo quizás terminemos con un exceso de grasa e irritaciones, con sus consecuentes escamitas blanquecinas. Incluso en clima tiene qué decir aquí: el frío y los cambios de temperatura muy bruscos pueden llevar la caspa seca a nuestra cabeza, mientras que los climas más secos y cercanos al mar ayudan a acabar con ella. Eso sin olvidar la cantinela de siempre: los dermatólogos recuerdan que la dieta lo marca todo, y un consumo abusivo de alcohol, alimentos de baja calidad y una vida sedentaria también pueden traer la caspa a nuestra vida.
¿Qué podemos hacer?
Lo más fácil es ir al supermercado, hacernos con el primer champú anticaspa que pillemos y frotarnos las manos: solo necesitamos cinco segundos para solucionarlo. El problema es que cada trastorno tiene su propio tratamiento, y si elegimos rápidamente y sin analizar el problema la solución, podemos acabar enfocándolo mal e irritando aún más el cuero cabelludo.

No queda otra que echarle paciencia e ir a un dermatólogo, que nos ayude a entender por qué (¡por qué a nosotros!) tenemos caspa y a prevenir otros problemas cutáneos que puedan nacer de este. El tratamiento dependerá del tipo y cantidad de caspa: a veces podremos tratarlo con el champú más barato del super y, en otras ocasiones, no quedará otra que pedir varios productos en la farmacia. La dermatitis seborreica, por ejemplo, se trata con sustancias antifúngicas, para disminuir el crecimiento del hongo Malazzesia. Geles exfoliantes para acelerar la descamación, lociones sin aclarado que solo se usan cuando hay brotes, fototerapias o corticoides… los tratamientos son tan diversos como los problemas que causan la caspa.
Lo más importante es acudir cuanto antes al médico, para que el problema no vaya a peor. Muchas veces consideramos la caspa un problema estético, no dermatológico, y lo dejamos pasar creyendo que lo peor que puede pasar es que siga ahí. No es así, y podemos adelantarnos a otras patologías si hacemos saltar una alarma (bajita, tampoco hace falta ponerse nerviosos) cuando vemos las primeras señales.