¿Fue el vibrador un invento de los médicos para tratar la histeria? Descubre cómo nació este juguete erótico

El vibrador tal y como lo conocemos comenzó a comercializarse en la década de los 60. Pero, antes de eso, se vendía como un tratamiento médico para la alopecia, el catarro… o la histeria.
De los vibradores se ha dicho de todo: que ayudan al empoderamiento femenino, que favorecen la igualdad entre sexos (en la medida en la que animan a ahondar en la sexualidad femenina, que ha sido ignorada o aviolentada en muchas culturas) o que pueden ser la clave para unas mejores relaciones sexuales en pareja. Ahora, de lo que se vende ahora a lo que se proponía hace un siglo, hay un trecho. En Estados Unidos, donde comenzó a comercializarse este juguete hace poco más de 100 años, el vibrador se ha vendido como un objeto con usos muy distintos a los que conocemos hoy en día.
En los años 40, los agricultores que abrían una cuenta corriente en un banco estadounidense recibían un vibrador. ¿Para dar rienda suelta a sus fantasías? Más bien para librarse de todas las curas del mundo. Este juguete sexual era casi una pseudoterapia, que prometía librar del dolor de pies a quienes trabajaban todo el día en el campo, de las molestias en la espalda a las agotadas amas de casa o de la alopecia a los hombres calvos, estimulando el cuero cabelludo.
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Ahora, si el vibrador nació con la intención de convertirse en un juguete sexual, no queda rastro de ello. La escritora e historiadora Hallie Lieberman, especializada en sexo y género, apunta en su famoso libro ‘Buzz: The Stimulating History of the Sex Toy’ a que los vibradores se produjeron y distribuyeron de esa forma para sortear el conservadurismo de la época, aunque está claro que muchos cayeron en la trampa de la pseudoterapia.
¿Cómo llegó a convertirse en un juguete sexual?
Los consoladores son uno de los juguetes más históricos de las sex shops. Se han descubierto imágenes en vasos griegos del siglo VI y V antes de Cristo, y se sabe que muchas personas a lo largo de la Historia los han usado. A mediados de la década de los sesenta, una empresa estadounidense comenzó a manufacturarlos y distribuirlos; el resto es lo que ha llegado hasta nuestros días.
En lo que respecta al vibrador, su trayectoria es mucho más breve y reciente. Aparentemente, está relacionada con la histeria, una patología profundamente machista que se diagnosticaba, básicamente, a toda mujer acomodada del XIX que padecía insomnio, pérdida de apetito, irritabilidad o calambres, entre otros síntomas de lo más ambiguos. Esta enfermedad era nerviosa y crónica, y parte de la palabra griega hystéra, que significa útero. En cualquier caso, parece que el médico Galeno de Pérgamo ya declaraba en el siglo II d. C. que esta patología se producía por la privación del sexo a las mujeres más pasionales.

Esta teoría se mantuvo hasta la era victoriana; en la Gran Bretaña de la época, la histeria estaba considerada como el efecto de una insatisfacción sexual. ¿Y cuál era el mejor remedio? Un masajito pélvico llevado a cabo por el médico (no había penetración, aunque podemos discutir si había algo de sexo) hasta que la paciente alcanzase el orgasmo. O, en términos médicos, el ‘paroxismo histérico’. Sea como sea, a mediados del XIX diagnosticaban tanta histeria que la terminaron considerando una epidemia.
La hartura de la histeria
Algunos médicos estaban un poco hartos de dar masajes pélvicos a diestro y siniestro, con tanta dama histérica. Uno de ellos era Joseph Mortimer Granville, quien, cansado de tratar esta enfermedad, ideó un aparato con forma de falo a baterías, para que cada paciente pudiese alcanzar su ‘paroxismo histérico’ desde la comodidad de su hogar. En esa época se inventaron, presumiblemente a partir del prototipo de Granville, varios modelos de vibrador.
El aparatito fue un éxito de masas. Aunque se presumía un tratamiento médico, los anuncios de la época ya reconocen que “la vibración trae vida, fuerza y belleza”, o incluso que recoge “el secreto de la juventud”. Los expertos explican que este uso ‘médico’, sumado a la revolución electromecánica que tuvo lugar en el siglo XX, ayudó a que las empresas vendiesen millones de unidades de este objeto; si no podía “curar la histeria”, ya inventarían otra enfermedad potencialmente tratable.
Los vibradores se anunciaban en grandes periódicos como la solución a la gripe, la ceguera o el estrés, hasta que, en 1915, la revista de la Asociación Médica Americana aclaró que este negocio era “un engaño y una trampa”. Pero los vibradores seguían ahí, escondidos en los almacenes y las alacenas, acechando a su público, y a los expertos en publicidad no les quedó otra que reinventarse. Si no podían acercarse a los médicos, se acercarían a los consumidores; es así como los anuncios se volvieron cada vez más sexuales. Y, aunque los expertos no terminan de concretar en qué fecha cambiaron su uso estos juguetes, lo cierto es que esta herramienta se vende a gran escala como objeto de placer desde la década de los 60. El resto, es historia.
