Cuando el deseo toma diferentes caminos: ¿cuál es la diferencia entre fantasía sexual, fetichismo y parafilia?

Seis jóvenes comparten sus fetiches y parafilias para romper con los tabúes sexuales
Fantasía sexual y fetiche suelen confundirse, a pesar de ser muy diferentes
Algunos expertos explican que el fetiche puede ser una etapa de transición hacia algún tipo de parafilia, el lado más peligroso del deseo sexual
Nuestro catálogo de preferencias sexuales es largo como todas las citas Tinder que han salido mal a lo largo de la historia. Puede parecerse, si queremos utilizar una deplorable metáfora, a ese catálogo de helados de la marca Frigo de los años 90. A algunas personas les gustará un sexo de tipo vampírico, de morder, chupar y llevarse un traguito del otro a la boca (Draculín). Otras se excitarán con el frigopie, hasta el punto de ponerse de rodillas para lamer esa suave superficie de fresa. Un buen porcentaje se conformará con imaginar que se toma su helado favorito en un lugar especial, por ejemplo, atadxs a una cama y con los ojos vendados. ¿A que con estas imágenes ya te estás imaginando de qué queremos hablarte en las siguientes líneas?
Si alguna vez te has preguntado cuál es la diferencia entre fantasía sexual y fetichismo, ahora lo vas a descubrir. Tanto si eres de sexo normativo como si eres misófilx (excitación sexual con la ropa sucia), necroauditivista (querer oír palabras de alguien que ha muerto) o vives cualquier otro fetiche con placer, este es tu artículo.
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Una fantasía para dominarlxs a todxs
Los humanos somos criaturas que imaginan para vivir otras vidas, y eso incluye, por supuesto, desear todo lo que no podemos tener o somos incapaces de obtener de forma inmediata. En la escala de preferencias sexuales, la fantasía es el comodín de la llamada, una característica natural en todo ser con deseo que se proyecta en otros lugares, con otras personas. Desear, imaginar y aplicar una narrativa para el goce. Ser por unos instantes o unas horas el otro que llevamos dentro.

En las fantasías, anhelamos encuentros sexuales atravesados por una narrativa específica: hacer un trío, intercambios de parejas después de timbrar al vecino con la excusa de pedirle un pellizco de sal, el sexo en lugares públicos (una residencia de ancianos, el probador de El Corte Inglés), dejar que nos observen mientras follamos, o convertirnos en auténticxs voyeurs, ser dominadxs, empezar a practicar pegging con un arnés. La lista puede ser tan larga y creativa como lo sea nuestra imaginación y la herencia simbólica con la que carguemos desde la infancia.
Las fantasías sexuales coexisten con nuestras vidas rutinarias, y no tienen por qué afectar a nuestra vida sexual, si mantenemos una relación de pareja. Tenerlas (lubricarlas, imaginarlas) es algo perfectamente normal, y sano.
El fetichismo
Subimos un grado más en la escala entre querer y poder. El fetiche sexual siempre tiene algo de vampírico, en la medida en que es imprescindible para que haya excitación sexual y se pueda llegar al clímax. En este caso, suele ser imperativo que, para que exista A (excitación y orgasmo), esté presente B. Es una fijación sexual sobre la que orbita todo lo demás.

Ni siquiera tiene por qué ser corporal, como el clásico fervor lúbrico por los pies; con sus chupeteos, mordiscos gozosos o simples caricias. Hay también muchos fetichismos posibles en torno a objetos: los tacones, el cuero, las máscaras, los trajes de osito sonriente, las sandías a 1,50 el kilo. De hecho, en la mayoría de manuales de psicología clínica el fetichismo se define como un tipo de parafilia. Quien tiene un fetiche, tiene un teso... una necesidad psicológica de realizar un acto específico o tener un objeto en la cama para poder bordear el orgasmo y terminar. La psicóloga Mariana Kerzs, en Infobae, llama la atención sobre la “letra pequeña” de este tipo de necesidades sexuales.

"En casos extremos genera mucha angustia y ansiedad porque afecta la vida social, amorosa y laboral de una persona, en tanto no logra excitarse si no es en presencia de ese objeto en particular […] Muchas parejas se ven afectadas porque alguno de los dos necesita exclusivamente de su fetiche para poder excitarse, y, aunque inicialmente puede ser una práctica que genere curiosidad en quien no es fetichista, con el tiempo comienza a impactar negativamente en la autoestima".
Las parafilias
¿Imaginas a un crío metiendo los dedos en un enchufe, aunque su madre le haya repetido a gritos que los enchufes no son lugares donde introducir nada? Pues aplícalo al sexo. La parafilia es la hermana malvada de toda preferencia sexual normativa, un grado extremo que, ahora sí, puede conllevar riesgos para la salud si no se realiza con un cierto control. La RAE no ayuda; nos da una definición tan magra como “desviación sexual”, sin una mísera explicación.

Encontramos cientos de parafilias a la medida de las personas perversas entre perversas, un catálogo de los horrores con algunas tan conocidas como la zoofilia o el bestialismo (mantener relaciones sexuales con animales), el dudoso placer de tener sexo con un cadáver (necrofilia) o el canibalismo sexual, y eso solo por nombrar unas pocas.