Una de cada diez mujeres sufre frigidez, un trastorno que puede provocar miedos en la vida de quien lo sufre


Se habla mucho de frigidez como un trastorno eminentemente femenino que se traduce en la falta de deseo sexual. Se estima que una de cada diez mujeres lo padecen.
Los expertos coinciden en que la concepción y el término son machistas y lo sustituyen por anafrodisia en el diagnóstico profesional.
Este trastorno puede provocar muchos miedos y cambios en la vida de quien lo sufre. En Yasss te contamos en qué consiste.
¿Alguna vez has oído hablar de la frigidez? O, más bien, ¿alguna vez te han llamado frígida? Sabrás que no tiene una connotación cariñosa y cercana, sino todo lo contrario: se usa como un insulto para afear a las mujeres una frialdad y distancia que no se espera de ellas. De hecho, la RAE define este término tanto como “ausencia de deseo o de goce sexual”, como “frialdad”. Muchas sexólogas concuerdan en que esta palabra, que a priori habla de la falta de deseo sexual, es machista y no pone el foco donde debe: en los motivos que llevan a muchas mujeres a ver paliado su deseo sexual, que no son pocos.
Lo explica la sexóloga Carolina Armero, quien se hace eco de las palabras de la profesora Leyva, especialista en Sexología Clínica: “Frígida quiere decir fría, helada, y estas mujeres saben dar afecto y disfrutar otras vivencias que no tienen relación con el sexo”, explica. Por tanto, parece que la definición de frigidez no es la más adecuada. Además, al tener una connotación tan machista, suele sustituirse el término por anafrodisia en el diagnóstico profesional.
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En algunas plataformas médicas, la anafrodisia se define como la disfunción sexual más habitual entre mujeres; de hecho, se estima que una de cada diez puede padecerla. Se manifiesta por la apatía o la inapetencia a practicar sexo, así como una desmotivacion general hacia el acercamiento sexual, dificultades para llegar al orgasmo o incluso dolores mientras se mantienen relaciones. Sin embargo, solo se puede hablar de disfunción cuando el comportamiento se vuelve crónico o cuando, durante la propia relación sexual, la paciente no tiene respuesta en la zona vaginal.
Pero, ¿se trata de un problema físico o psíquico? En Yasss te contamos más sobre esta patología tan habitual como desconocida.
¿Cómo se identifia la anafrodisia?
Muchas personas tienen problemas con el sexo en algún momento de su vida, y en ocasiones se pueden extender mucho en el tiempo. Al final, en el sexo intervienen muchos factores: fisiología, salud mental, experiencias, creencias… y todo ello puede afectar al deseo, a la excitación o a la satisfacción sexual. Los expertos coinciden en que es común que la libido de una mujer cambie a lo largo de su vida, incluso a lo largo del mismo mes: ahora sabemos, por ejemplo, la incidencia del ciclo menstrual o el verano en el deseo sexual.
La llamada de atención sobre este trastorno, explican los especialistas, suele darse cuando a la falta de deseo se le suma la angustia. Es entonces cuando el malestar se hace más palpable, con sus consecuentes implicaciones psicológicas o emocionales. Autoestima, depresión, estrés, ansiedad, abusos o traumas de todo tipo pueden desencadenar la falta de deseo, así como la dificultad para comunicar o conectar con los deseos sexuales o la negación del propio placer.
¿Te suena la anafrodisia? es uno de los trastornos que impiden disfrutar de la vida sexual: https://t.co/VyRzZOGnwA
— MUY Interesante (@muyinteresante) 3 de marzo de 2016
Quienes sufren este trastorno rechazarán la posibilidad de mantener relaciones sexuales o, si las tienen, no las disfrutarán. Al bloquearse el deseo sexual, pueden llegar a tomar decisiones drásticas para no tener que alcanzar ciertos grados de intimidad, sea esta sexual o no. Estas conductas pueden ser muy obvias o llamativas, pero también pasar desapercibidas, como mantenerse al margen de todas las conversaciones o no participar de actividades en grupo.
¿Cuáles son los síntomas?
Según la Doctora en Psicología Emma Ribas, las personas con este trastorno suelen “tener una percepción distorsionada sobre sí mismos”. Son habituales, asegura, la dismorfia coporal, la búsqueda de la soledad, la obsesión por el perfeccionismo o dos percepciones muy opuestas: tanto el sentimiento de inferioridad como los delirios de grandeza.
Además, mantiene un estado de alerta por el sexo, por lo que todo lo relacionado con el tema puede producir vergüenza y dar lugar a juicios y actitudes duras, intransigentes o agresivas sobre la conducta sexual, asegura Ribas. Esto también se puede traducir en una preocupación excesiva hacia las enfermedades de transmisión sexual, o en una actitud destinada “a alejar a quien se le acerque”, explica la psicóloga.

En cualquier caso, puede tratarse para mejorar la vida sexual de la paciente: conviene pedir cita con un ginecólogo o terapeuta sexual para acotar si se trata de una patología causada por factores emocionales o por otros físicos, y recibir tratamiento por parte de uno o los dos profesionales. Además, de esta forma no se cae en el autodiagnóstico: no todas las personas que no mantienen relaciones lo hacen por anafrodisia.