El 'pegging', la moda que intercambia los roles en la cama y arrasa entre los millennials


Existen ciertos tabúes sobre este tipo de prácticas que impiden a los hombres heterosexuales disfrutar al máximo de su placer
El 'pegging' ayuda a romper las reglas del coito normativo, basado en la penetración del hombre
Cuanto más explores, más divertida será tu experiencia con tu pareja o tu crush y mejor comprenderás los límites de tu propia sexualidad
Hay infinitas maneras de disfrutar del sexo, tantas como almas afines al polvo normativo, el más extendido entre los millennials. En el lado contrario del espectro, están esas parejas que toman desvíos para encontrar nuevas formas de aumentar el placer (nunca son suficientes).
Tanto si te gusta hacerlo boca abajo, imitando a una lechuza en época de celo, en decúbito supino, vestido/a con un traje de furro o dentro de los parámetros más normativos (misionero, señal de la cruz y poco más), no hay duda: cuanto más explores, más divertida será tu experiencia con tu pareja o tu crush y mejor comprenderás los límites de tu propia sexualidad.
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Una de las prácticas sexuales que más interés está suscitando últimamente entre las parejas heterosexuales está el 'pegging', del que ahora te hablamos. Pura inversión de roles llevada a su máxima creatividad.
Bases del 'pegging'
Si el sexo normativo entre parejas cisheterosexuales dicta con su bota de hierro que debería haber una penetración entre hombre y mujer, el 'pegging' mueve el tablero de juego y coloca a los chicos en un rol diferente; uno con el que muchos han fantaseado en secreto, pero que no se atreven a confesar a su pareja por miedo a ver comprometida su masculinidad.
Esta práctica se basa en la inversión de roles en la cama. Es la chica la que penetra y el chico el que se deja penetrar (para poder gozar, de paso, todo lo que implica ese cambio: ser dominado, perder el control y llevarse un orgasmo memorable.
Para que exista ‘pegging’ de pleno derecho tiene que haber una pareja heterosexual que quiera practicarlo; una donde los roles están claramente diferenciados. De pronto, un grito gutural de queja inunda la sala. Male tears. “Pero es que… es que… ¿Qué pasa con mi masculinidad? ¿En qué bazar me la venderán otra vez?”
Tranquilo, muchacho. Tu masculinidad está intacta; es solo que en, lugar de pasártelo bien, eliges pasarlo regular. Sin paños calientes: serán muchos hombres los que decidirán no practicarlo por motivos legítimos o extrañas fobias, pero seguro que muchos otros se decidirán a explorar esa terra incógnita (para el varón heterosexual): su zona anal y su punto G, en el que todas las fuentes coinciden: el orgasmo es asombroso. El que lo probó, lo sabe.
Consejos para practicar 'pegging'
- En principio, para practicar ‘pegging’ solo hacen dos utensilios que rompen la dinámica del coito heteronormativo más tradicional: un arnés al que acoplar un consolador, que se puede adquirir en cualquier sex shop o portal de productos eróticos. También lubricante compatible con el material del dildo, claro, para no entrar por las bravas.
- Cuanto mejor y más cómodo sea el arnés y más suave sea el dildo, mejor será la experiencia para él. Dominación del ‘macho’, ahora adorable oveja mansa, pero con cariño y sutileza.
- Serán necesarios además los juegos previos en los que ambas partes vayan entrando en el estado psicológico adecuado. La estimulación del ano del chico antes de la penetración es fundamental para que los aullidos sean de placer y no de dolor. Un buen lubricante compatible con el material del consolador es muy recomendable.
- Lo bueno de esta esta práctica es que pone a disposición de los que la practican toda una serie de juguetes sexuales pensados para el placer de ambos. Es posible también escoger un arnés y determinado tipo de dildos dobles que estimulen tanto el ano del chico como el punto G de la chica, creando así una combinación ‘orgásmica’, nunca mejor dicho, para los dos.
- Para los miembros de la pareja, esta inversión de roles puede ser creativa y excitante, al intercambiar también esa dominación psicológica que se ejerce en la penetración, donde los hombres imponen el ritmo y la fuerza. Es ella ahora quien puede solazarse y pasárselo de maravilla llevando el compás y la batuta y viendo a su chico disfrutar de una manera muy distinta. Esta práctica, a decir de sus devotos, crea también un marco de empatía entre los dos y permite tanto al chico como a la chica descubrir su sexualidad y ampliar el límite de su placer (sobre todo en el caso de ellos, que acaban de descubrir el milagro del sexo prostático)