Sangrar tras mantener relaciones sexuales puede ser un problema: hay que prestar atención a los síntomas


Se estima que un 10% de las mujeres sufren sangrado postcoital
Hay muchos motivos que pueden provocarlos, y no todos son enfermedades crónicas
¿Sangras después de tener relaciones sexuales? No es muy normal, pero puede ocurrir de vez en cuando. Se estima que hasta el 10% de las mujeres tienen sangrado postcoital alguna vez en la vida sin que sea este el preludio de un problema. Sin embargo, conviene andarse con ojo por si es síntoma de una enfermedad más grave.
Algunas personas experimentan hemorragias, y aunque sangrar durante el sexo se relaciona con la menstruación o una primera relación sexual (“uno se cuelga cuando sangra”, aseguraba uno de los personajes de ‘Girls’ después de enterarse de que Shoshanna no había tenido relaciones con nadie antes y negarse, por esa leyenda urbana bastante misógina, a acostarse con ella), hay muchísimas razones que pueden llevar a sangrar. En Yasss te hablamos de algunas de ellas.
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La famosa ruptura del himen
El himen es esa membrana que en ocasiones cubre la entrada de la vagina y que, durante siglos, ha servido como excusa para hablar de virginidad e impureza indiscriminadamente. Hasta hace no demasiado, se creía que era supernormal sangrar durante la primera relación sexual (entendida esta como penetración), ya que se consideraba que todas las mujeres tenían himen y que solo con su desgarramiento (y consecuente sangrado) se podía hablar de una relación sexual completa.

Gracias a dios, la anatomía y el sexo sin penetración se encargaron de negar esta teoría. No todas las personas con vagina tienen himen, y en algunos casos su ruptura se da por accidente en la infancia: montando en bici, por ejemplo. También hay personas con el himen más flexible, que no se desgarra en la primera relación sexual o al primer roce, e incluso otras personas a las que se les regenera el himen, una membrana que, en cualquier caso, se retrae con la edad.

Sin embargo, en muchos sitios se sigue interpretando que el himen es el símbolo de pureza por excelencia. La prueba del pañuelo, que consiste en introducir dos dedos en la vagina para comprobar si se sangra, dando por sentado que si lo hace no ha tenido relaciones sexuales nunca y viceversa, sigue vidente en muchos sitios.
Hay que andar con ojo
Aunque no tiene porqué indicar nada problemático, lo cierto es que sangrar después de mantener relaciones es un trastorno anómalo y conviene controlarlo. En muchas ocasiones, el sangrado se debe simplemente a una mala lubricación esporádica, por lo que es bastante habitual.

Lo más importante es llevar un seguimiento de este trastorno. Es decir, comprobar que sangramos después de mantener todas las relaciones sexuales, si este sangrado se produce antes o después o si se presentan síntomas que puedan asociarse a un sangrado irregular y no a otras enfermedades, como un sangrado menstrual abundante, ciclos irregulares o sangrado intermenstrual incluso cuando no se mantienen relaciones. Para ello, es fundamental llevar un calendario menstrual.
Cuando nos surgen este tipo de dudases fundamental pedir cita al médico de cabecera para que pueda derivarnos, si lo considera oportuno, al especialista. En la consulta, te podrá pedir algunos datos extra, como la frecuencia con que mantienes relaciones sexuales, los datos menstruales que hemos indicado antes o antecedentes médicos.
Relación del sangrado con algunas enfermedades
Si este sangrado es continuado, puede ser síntoma de otras enfermedades. Nunca se recomienda autodiagnosticarse, así que, si tienes tendencia a la hipocondría, lo mejor es que dejes de leer aquí.

El sangrado continuado después de las relaciones sexuales puede estar relacionado con la sequedad vaginal o una mala lubricación durante las relaciones sexuales, aunque también puede ser síntoma de una lesión en el revestimiento del útero durante la penetración, más habitual en el caso de quienes toman píldoras anticonceptivas. También puede ser un síntoma de la atrofia vaginal, un trastorno más habitual en las personas menopáusicas que se relaciona con el adelgazamiento de las paredes del útero y una reducción en el nivel de estrógenos.
También puede ser un síntoma de la displasia cervical, una lesión precancerosa que se presenta con mayor frecuencia en mujeres entre los 25 y los 35 años y que está íntimamente relacionada con el virus del papiloma humano. “El riesgo de padecerla se incrementa al tener múltiples parejas sexuales, empezar a mantener relaciones antes de los 18 años, dar a luz antes de los 16 o haber tenido una ITS”, explica el Dr Ernesto Lara, ginecobstetra especializado en el Centro Médico Nacional Siglo XXI del Instituto Mexicano del Seguro Social, a la revista Salud y Medicinas.

La sangre después de las relaciones también puede ser síntoma de pólipos en el cuello uterino, una proliferación anormal de células en la parte inferior del útero que puede presentarse como respuesta al aumento en los niveles de estrógeno, a una inflamación crónica o a una obstrucción de los vasos sanguíneos en el cuello uterino, entre otros.