Sexo de reconciliación: la ciencia sabe la razón por la que no funciona en todas las parejas


No a todo el mundo le funciona esta manera de solucionar una pelea en pareja: la ira o el miedo tras el rifirrafe son inasumibles para algunas personas y no les es posible mantener relaciones sexuales
El que lo probó lo sabe: hace un segundo tu pareja y tú estabais gritándoos a cara de perro y dabais portazos por la casa, cada uno protegido en su flanco y con las pezuñas en guardia. Ahora estáis en plena croqueta por la alfombra o empotrándoos contra la encimera de la cocina en busca de alguna clase de plusmarca salival. Y entre lamer, morder y orgasmar a doscientos grados celsius (si los prolegómenos son como dios manda) habéis llegado al sexo de reconciliación. Tú quizá no seas capaz de explicarlo, pero la ciencia sí. La ciencia tiene bastantes argumentos.
¿Hay alguna buena razón para esta termodinámica violenta de lo amoroso? ¿Le funciona a todo el mundo por igual?
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Si bien esta dinámica en la intimidad de una pareja cualquiera es muy entendible (una discusión tonta o airada que acaba en caliqueño, caricia y risión), existe otra más sibilina: el sexo de reconciliación tras una ruptura contante y sonante en la que los gritos, la tristeza, la ira y las discusiones han dejado un poso de amargura muy difícil de tragar. Todo ha terminado, así que follemos. Todo ha terminado, bueno, no, te pasaste por mi casa a recoger al gato y acabamos estudiándonos las vacunas… otra vez.
Pasa muy a menudo: una pareja rompe en una opereta sangrienta y días después se reconcilia falsamente con la animalidad de Eva y Adán rechupeteando la manzana y desoyendo a la serpiente. Ninguna película tiene tiempo de indagar en la letra pequeña de todo esto. La vida, en cambio, tiene alguna que otra cláusula secreta.
La ciencia dice que sí, pero no al sexo de reconciliación, y que tengas cuidado
Para darle carta de naturaleza a este sexo tapa-problemas, este meter el cadáver del ñu bajo la alfombra (lo que tú pareja no aguanta de ti y lo que tú no soportas de su carácter, así te den con una barra de hierro en la cara), fijémonos en un estudio de la revista Evolutionary Psichology para parejas heterosexuales. 290 universitarios estadounidenses desvelando el contenido de la caja negra.
Según este estudio, los motivos de este rebound sex oscilan por género: los hombres muchas veces lo buscan por puro hedonismo egoísta: satisfacer la libido, la urgencia tigresca que llena el vacío. Carne, cuerpo, sudor. Dejemos esto atrás, cariño, la anatomía lo solucionará todo.
Las mujeres, según dicho estudio, suelen aceptar o buscar el calentón tras el enfado por pura reparación y nivelación del daño y el dolor que ha dejado la discusión. A decir en contra del dichoso estudio: demonios, ¿es que ellas no pueden gozar de su motivación egoísta sin el terror de la culpa? Suspenso en paridad.
De la ira homicida al amor hay un paso, parece: quitarse la ropa y hacer gimnasia. Otro artículo, esta vez de la revista Hormones and Behaviour, pone pilares y argumentos a por qué este sexo de reconciliación es tan satisfactorio: a más ira y frecuencia cardíaca, y ya sabemos que una discusión fuerte con tu pareja puede escalar muy rápido, más aumenta la testosterona y el chute de libido.
Y aquí está lo sibilino del asunto, la letra pequeña, la cláusula más negra del reencuentro: en el caso de ellas, tras el sexo, un gran porcentaje se sentían mucho mejor respecto a la relación y el acercamiento, y notaban el efecto reparador, y sin embargo se sentían mucho peor con ellas mismas. Culpa, siempre culpa. En el caso de ellos, el sexo para reparar las heridas les dejaba bastante satisfechos.
¿A todo el mundo le funciona el caliqueño para reparar las fugas amorosas?
Va a ser que no.
Ventura Anciones, jefe de Neurología del Hospital Universitario Sanitas La Zarzuela, explica en un artículo de El País que las situaciones de enfado, ira y estrés típicas de una discusión de pareja aniquilan el deseo sexual en ciertas personas: el núcleo amigdalino aumenta el nivel de glucosa en sangre y bloquea el sistema inmune. Todo esto nos hace sentir dentro de una nube negra. Lo que menos apetece es que tu pareja te practique sexo oral, eleve los ojos y ponga la mirada del cocodrilo (busca, busca en internet)
Lo que nos lleva a más conclusiones, tanto para ellos como para ellas. El sexo de reconciliación muchas veces es un espejismo, una especie de sistema de sujeción de la pareja enfadada o temporalmente rota. Uno de los miembros, en lugar de verbalizar sus emociones y pedir disculpas, puede utilizarlo como estrategia de retención del otro, o peor, al modo de una tirita que no le obligue a escarbar en los verdaderos problemas de la relación. A falta de comunicación, bueno es el mordisco y el cabalgar… o no.
Una vez podría funcionar, pero si esta dinámica de utilizar el sexo como engrudo reparador es constante, probablemente este amor iracundo como el Dios del antiguo testamento se siga agrietando por veinte sitios diferentes. El orden de los factores no altera el sentido común: hablar siempre los problemas antes o después del orgasmo, pero hablarlos, hablarlos hasta que el mar se calme. Luz y taquígrafos.