Si hay algo que reconocerle ‘Élite’ y a sus creadores es la capacidad para partir por la mitad internet cada vez que se anuncian incorporaciones al elenco de la serie, ya uno de los productos más veteranos y rentables del catálogo de Netflix. 

Reconozcámoslo. Al público le chiflan las tramas con un punto inverosímil que, resumidamente, podrían seguir esta cadena de acontecimientos: “Me saco el bachillerato internacional mientras resuelvo un asesinato y hago un trío interracial en el despacho de mi padre, un jeque árabe”. Amamos lascivamente, por un puro deseo aspiracional, a esos niños de papá. Gente no conoce lo que es llegar a fin de mes con cinco euros en la cuenta, que se apuñala por la espalda como quien bebe un vaso de agua mineral o que levanta el meñique mientras consume litros de Martini y tiene sexo sin protección a la salida del cole. 

Lo mismo ocurre con sus actores y actrices, algunos de ellos convertidos de la noche a la mañana en estrellas de fama mundial. Ocurrió con miembros del elenco como Ester Expósito, Martina Cariddi o, en la última temporada, la argentina Valentina Zenere, que ya venía de cosechar grandes éxitos en la televisión argentina. 

Desde que se instalara en España para trabajar en series como ‘Las chicas del cable’ o ‘Élite’, la actriz está viviendo uno de sus mejores momentos profesionales. No le falta trabajo ni en el cine ni en la televisión. En lo sentimental tampoco le va nada mal. Vive una relación estable desde hace dos años con uno de los cachorros de las élites catalanas: Jordi (Pujol) Lladó

La pareja empezó en 2020, al albor de la pandemia y el primer confinamiento, justo después de que Zenere diera carpetazo a su larguísima relación con Marcos Depietri. Por lo que cuentan, conoció a su actual novio gracias a unos amigos (millonarios) en común. Ya se sabe que rico llama a rico. Millonario se reproduce con millonario en cautividad, después de ejecutar distintos gritos de apareamiento y desembolsos con la tarjeta de crédito. El networking sexual entre ricos parece bastante probable en este caso, puesto que el novio de Zenere pertenece por derecho propio, patrimonio, rancio abolengo (o por todo lo anterior), a una de esas familias que vive en lo alto de la cadena trófica: los ‘herederos’ de las grandes fortunas, los muchimillonarios españoles, la variopinta fauna del bling-bling y de los abundantes ceros en la cuenta corriente. 

Lladó, a quien los medios definen como empresario, parece sacado directamente del propio elenco de personajes de la serie. Guapo, rico y de altísima cuna. Si te suena el primer apellido, Pujol, es porque el río suena y agua (de Lanjarón) lleva. Es hijo de Jordi Pujol y la diseñadora de interiores María Lladó, uno de los exmatrimonios más poderosos de la burguesía catalana. 

En redes, el novio de la actriz responde solo al nombre de Jordi Lladó. Ha eliminado su primer apellido de su cuenta de Instagram, donde tiene más de 37000 seguidores con menos de 50 publicaciones, casi todas dedicadas al playeo y las estampas marinas en las que no faltan fotografías de tablas de surf y alguna que otra frase breve motivacional. Su perfil es bastante discreto, y es comprensible. Suponemos que la higienización y borrado del segundo apellido es para que las malas lenguas no le emparenten injustamente con la saga de políticos independentistas amigos de la frase: “He sacado a pasear a mi maletín hasta Suiza para que haga sus necesidades”. Con los Pujol condenados por corrupción solo le une un parentesco remoto (su madre es prima lejana del que fuera ‘president’).

Muchas de sus conexiones familiares nos llevan salto a salto por todas las casillas del Monopoly. En la familia del novio de Zenere hay empresarios y hasta banqueros. Quizá el nombre más reseñable sea José Lladó, su abuelo materno, exministro en la etapa de los primeros gobiernos democráticos en España. Llevó la cartera de Transportes y Comercio. Fue también fundador de la multinacional Técnicas Reunidas.

Se calcula que el patrimonio de la familia de Jordi Lladó ascendería a más de 650 millones de euros, así que la pareja de Zenere y el nietísimo no ha tenido demasiados problemas para dispensarse los gestos románticos de rigor en yates, yacusis, piscinas, resorts y todas las probetas del capitalismo destinadas a que los ricos respiren y se emborrachen con el líquido amniótico de la felicidad.