La respuesta no ha tardado en llegar. Lo que comenzó como una iniciativa para los pacientes enfermos y en un aislamiento absoluto en el Hospital de la Princesa de Madrid, pronto se ha convertido en otra forma más de dar ánimo a los que lo necesitan. Las cartas anónimas están llegando a los hospitales y son una bocanada de aire fresco para los que no pueden salir a la ventana, para los que tienen que ser mucho más estrictos con su confinamiento y para los que la soledad es una carga que se les está haciendo muy pesada.
En los últimos días y, dadas las circunstancias extremas, nos hemos agarrado a cualquier gesto por pequeño que sea para apoyar a los que están al frente de esta batalla contra el coronavirus. Desde los aplausos diarios en las ventanas y balcones hasta las consultas online altruístas por parte de profesionales o los conciertos que los artistas están haciendo gratis desde sus casas para poder hacer el encierro de los demás mucho más sencillo. Unos en primera línea y otros retirados en sus casas. Todos, en general, están tratando de ayudar para acabar con el virus.
Y siguiendo la iniciativa de Cristina Marín Campos, la médico Cirujana y especialista en el Aparato Digestivo del Hospital de la Princesa de Madrid, muchos son los que se han sentado frente al ordenador para escribir su carta a esos enfermos completamente aislados ahora del mundo. De hecho, en pocas horas ha conseguido reunir más de 30.000 cartas que los médicos ya están haciendo llegar a estos pacientes con coronavirus. Para ellos, las letras son sanadoras. Un chute de energías en la pelea que están manteniendo sin tener a los suyos cerca.
Están escribiendo los jóvenes, los alumnos más pequeños a los que las profesoras les están mandando esta tarea de deberes, el que está en su casa impotente por no poder hacer nada y le sobran horas al día y también muchos sanitarios que se han visto obligados a permanecer en sus casas. De tanto ayudar a los demás han terminado contagiados por el coronavirus. Un ejemplo de esto último es el de Ana una joven de 27 años de Cádiz, que es médico residente R-2 de Neurología en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Sin poder asistir a su puesto de trabajo por la imposibilidad de la enfermedad, Ana no se ha quedado de brazos cruzados y, consciente de todo lo que ha visto en el hospital, ha aportado su granito de arena desde la distancia en forma de carta anónima. Ella comienza su mensaje con un: "Querida persona afectada por el Coronavirus".
Tal como especificaba la iniciadora de esta acción solidaria, lo primero que ha hecho Ana, esta médico residente en el Hospital Gregorio Marañón ha sido presentarse. Ella ha contado su situación: "Hace una semana me contagié y por suerte solo he pasado un simple catarro", ha escrito al principio de toda su carta, que podéis ver de manera íntegra en el vídeo que encabeza este artículo.
Desde entonces está de cuarentena en su piso, pero no se olvida de todo lo que ha vivido en el hospital y esa sensación de angustia y ansiedad que muchos pacientes vienen sufriendo con el aislamiento: "Sé cómo son las habitaciones, el olor de sus sábanas, el calor de la calefacción, la no tan apetitosa comida... y te imagino a ti en esa cama, en ese sillón aislado/a", dice y cada palabra suya es un ejemplo de empatía. Ella es conocedora de todo lo que está pasando.
Por eso esta médico ha querido dar ánimo, ayudar a que el receptor de su carta pueda escaparse fuera, aunque sea solo a través de la imaginación. Para ello, le ha invitado a pensar en su Cádiz natal, en esa sensación de libertad y en unos días futuros en los que ya estará recuperado y disfrutando de nuevo: "Imagina una terraza donde te da el aire fresco, pero se contrarresta con los rayos del sol que cálidamente te iluminan. Imagina un paisaje de paz y de tranquilidad, una playa con el sonido del mar", ha escrito para reconfortar.
Dar ánimos es vital, pero también el insistir en que no está solo en esto. Que no porque nadie pueda entrar en su habitación, eso quiere decir que no se acuerdan. Todos están con ellos y ella también incondicional: "Esta lucha se va a ganar" es su grito de guerra y Ana pronto volverá allí para acompañarles. No miente. Siente que su sitio está en las trincheras sanitarias porque quiere a sus pacientes aún sin conocerlos.