En un momento en el que las casas de apuestas han llegado a todos los barrios de todas las ciudades medianamente grandes de España y que acceder a juegos y apuestas online no solo es sencillísimo, sino que a veces está patrocinado por tus influencers favoritos, que te animan a ganar más de 1.000 euros en una sola tarde, no podemos no hacer frente a la realidad: cada vez son más los jóvenes adictos al juego en España.
La Fundación FAD y el Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud elaboraron un estudio sobre jóvenes y juegos de azar y concluyeron que el juego con dinero y las apuestas están ya normalizadas en nuestro país como una forma de ocio más, y esto provoca, inevitablemente, un aumento de jóvenes que desarrollan adicción. Además, muchos de los participantes del estudio afirmaron que fantaseaban con la idea de profesionalizarse como jugadores y poder vivir de las apuestas.
Los psicólogos y otros profesionales de la salud notan los efectos de esta normalización, y se preocupan por las consecuencias. El juego patológico o ludopatía figura en los manuales de diagnóstico y esta adicción es tratable, pero no todos llegan a dar el paso de pedir ayuda, sobre todo porque es común entre las personas que lo sufren minimizar o negar su problema.
Alejandro tiene 24 años y es estudiante de periodismo. El pasado 30 de marzo publicó un hilo en su cuenta de Twitter en el que reconocía que había sido adicto al juego y que, ahora que había recibido el alta, quería contar su historia por si esta ayudaba a alguien:
"Tras 2 años y 9 meses de rehabilitación por mi adición al juego me han dado el “alta”. Comencé la rehabilitación con 21 años, salgo con casi 24 y la vida normalizada. Quería compartir este hilo por si a alguien le pudiera ayudar. Hay salida de esto. Si yo he podido, tú también", comenzaba así este hilo que se ha viralizado en la red social, siendo compartido más de 10.000 veces.
"Las primeras veces que jugué fue por mera alternativa de ocio. En mi barrio, lo que conocíamos eran las litros, los canutos y el salón de juegos de cerca de casa. Al principio, entraba, ganaba unos euros de más y ya tenía un sobresueldo para el fin de semana. ¡Qué iluso!", explica Alejandro.
"Pronto empecé a ir solo", confiesa. Quizás, este fuera el punto de inflexión en su historia personal. Las casas de apuestas han aumentado un 304% en los últimos años, y los dueños de estos negocios saben muy bien lo que tienen que hacer para atraer clientela y hacer que esta permanezca la mayor cantidad de tiempo posible en sus salas. Desde poner bebidas alcohólicas a bajos precios, para desinhibir al jugador, hasta no poner ventanas para que se pierda la sensación de paso del tiempo.
Alejandro reconoce que las consecuencias de su adicción fueron un cambio en su humor, comenzar a consumir otras sustancias para evadirse y apartar a sus seres queridos de su vida. Además, se fue de casa y dejó sus estudios.
Acudió a una asociación donde empezó a tratarse sus problemas, y, como él mismo reconoce, no fue un camino fácil: "Quise dejar el tratamiento muchas veces. Me dolía. Cómo decía mi monitor “porque me estaba curando”. Ansiedad. Remordimientos. Castigos. Y venga a darme con el látigo pensando en mi “culpabilidad”.
Por suerte, la historia de Alejandro tiene final feliz. Seguramente por este motivo ha querido hablar de ello con honestidad y sin culpabilidad en sus redes sociales, para animar a otros en su situación a abrir los ojos, a aceptar lo que les ocurre y a pedir ayuda.
Eso sí, sobre aquellas personas que permiten que las casas de apuestas sigan creciendo y que la publicidad de juegos de azar siga llegando a los más jóvenes tiene una opinión muy clara: "Yo no siento vergüenza ninguna de un día haber cogido una enfermedad. Vergüenza tendrías que sentir los que permitís diariamente esto y sabéis de la existencia del problema, pero os da igual. Nos estáis matando poco a poco. Os repugno. Sin excepciones. Me dais asco. Sois basura".